Palabra, música, movimiento

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No soy lorquiano, no me emociona, de modo especial, ni su poesía ni su teatro -tiene que haber de todo entre tantos humanos. Pero, cuando he asistido a un espectáculo teatral, con una parte de la obra de Lorca, en verso y/o en prosa, como motivo, con la libertad inherente al hecho artístico, siempre me ha embargado una emoción, que refuerza mi afición a las artes escénicas, en general, y, en particular, al teatro, lo que me lleva a pensar que algo tendrá que ver en ello Lorca, también. La mayor parte de las funciones de inspiración lorquiana, de las que he sido espectador, han tenido como protagonistas a artistas de Cantabria.

La última vez ha sido el pasado día 2 de octubre, en La Teatrería de Ábrego, donde se dio inicio la VI Muestra de Teatro MUJERES QUE CUENTAN, con el estreno absoluto de “Leyenda”, cuya dramaturgia, así como la interpretación, hay que anotar en el haber artístico de Cristina Samaniego, de Espacio Espiral, actriz, y con muchas virtudes escénicas más, cuya relación agotaría este comentario.

La “Leyenda” es la “del tiempo”, que así subtituló Lorca su obra “Así que pasen cinco años”, que es la que Cristina Samaniego estrenó en la Muestra que, por razones obvias, tiene calor, color y sabor más local, siendo así que en Cantabria no escasean mujeres que ofrecen sobre las tablas producciones teatrales de elevada calidad artística, en las que cuentan, cantan y bailan.

Una de ellas es Cristina Samaniego, quien, en la noche del pasado viernes desplegó todo un repertorio de artes escénicas, poniendo cuerpo y voz al espíritu de la quizá obra más compleja de Lorca, a la que él mismo consideró como “teatro imposible”, tanto por la forma y estructura, como por la naturaleza de sus mensajes. De hecho, tuvieron que pasar muchos años, muchos más de cinco, desde su escritura en 1931, – habrían de pasar cinco años para que le asesinaran- para ser llevada a la escena.

Cristina Samaniego expone en el escenario el espíritu lorquiano de cuerpo entero, el suyo, aunque mejor sería decir de cuerpos esteros, pues no son pocos los personajes de la obra, que la actriz asume.

Una obra, de la que podría decirse coral, en la que Cristina Samaniego es solista y, a la vez, coro, que relata, recita, canta, baila, moviendo la acción y la palabra del amor al desamor; de la sexualidad a la sensualidad; del pasado, con sus recuerdos y experiencias, al futuro, con sus proyectos y expectativas, tránsito en el que el presente es un fragmento de tiempo prácticamente inexistente. En fin, entre la vida en juego, y la muerte, que acaba ganando la partida.

En “Así pasen cinco años”, Lorca declara sus sueños, sus deseos, sus temores -los tres se identifican con frecuencia-, que constituyen su condición de humano, con sus luces y sus sombras, que Pancho V.

Saro, al mando del control técnico, distribuye adecuadamente por los sucesivos lances existenciales de los personajes. Todo ello envuelto en una estética surrealista, tan cercana al autor, y tan propicia para crear ambientes oníricos, como en los que se mueven los personajes de la obra, que la actriz representa arropada por variados objetos -vestidos, sombreros, esculturas, que son símbolos, que se confunden con la realidad que simbolizan, pues son portadores de lamentos, frustraciones, desdichas…

La intérprete establece con ellos una relación de intermediación dialogada, de tal modo que el espectador -este- no solo ve el objeto-símbolo, sino en él a los personajes ideados por Lorca, trasuntos suyos.

Tal es la fidelidad a la obra que la inspira, con un tratamiento original, por el que Cristina Samaniego aporta un plus de tensa veracidad y dura belleza, en una propuesta arriesgada, dada la dificultad de la obra, que supera con la solvencia de un trabajo actoral, unipersonal, en el que el apasionamiento se compadece con la ternura, que hacen de “Así que pasen cinco años” un espectáculo grande y bello.

La palabra -en prosa y en verso, dichas incluso con las manos, acompañada siempre con una rica gama de matices y gestos; la música -que es cantada y bailada, como si dicha; el movimiento -que es tensión del cuerpo para llevar la palabra a su mayor grado de intensidad. Tres recursos interpretativos distintos en un solo arte verdadero: poesía teatral, teatro poético. Teatro y poesía, que en la noche del 2 de octubre se encarnaron en Cristina Samaniego.

(La sala de Oruña de Piélagos estaba ocupada al cincuenta por ciento, como mandan los tiempos. Los aplausos sonaron como si hubiera estado al completo. Todavía los oigo).
Foto: Áureo Gómez

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