Normalidad en el último toque de queda del último día del estado de alarma

Como viene siendo habitual en los últimos meses, cientos de personas desaparecieron de la plaza de Cañadío en cuestión de media hora. A las once todos los establecimientos hosteleros habían echado la persiana y no quedaba nadie en la plaza.
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El último toque de queda del último día del Estado de Alarma transcurrió sin incidentes, al menos en la animada zona de Cañadío de Santander.

Tal y como sucede otros sábados, la presencia policial fue constante durante toda la tarde. El buen tiempo hizo que la plaza estuviese especialmente concurrida.

A partir de las diez de la noche, la presencia policial se fue incrementando hasta que en un momento puntual se juntaron hasta 12 agentes, en su mayor parte de policía local, pero también algunos del cuerpo nacional.

Los hosteleros comenzaron al recoger sus terrazas, en la medida que los clientes abandonaban las mesas y, como siempre, hubo algún grupo de rezagados, pero a las diez y media el movimiento de gente hacia sus casas era evidente.

Agunas gaviotas comenzaron a llegar en busca de algún resto de picoteo sumergiéndose en el barullo de los que se retiraban ya, entremezclados con los agentes de policía, los trabajadores de los bares desmontando terrazas y las habituales descargas de botellas en el contenedor de vidrio, con su molesto sonido al caer amontonándose a la espera de una nueva vida.

Como suele ser habitual desde que tenemos estos horarios, el Canela y el Ventilador fueron los primeros en recoger todo y echar las persianas. Poco después cerraba el Cañalío y a las once menos cuarto ya solo el Cachalote, el Luciano y el Blues continuaban recogiendo sillas y mesas de las terrazas.

Constante el trasiego de motos, coches, vehículos de cabify recogiendo clientes, motos de Govo o telepizza y algún vecino que apuraba el paseo con el perro antes de acostarse.

A las once el silencio en la plaza era total. Ni clientes, ni hosteleros, ni policía ni vecinos con perro. Tan solo una gaviota hambrienta rebuscaba algún resto entre las sillas amontonadas.

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