Dos modos de estar en el mundo

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De los muchos intentos para definir la vida, que se puedan formular, sin que ninguno resulte suficientemente convincente. Y tampoco la suma de todos ellos, uno podría ser que la vida consiste en una sucesión de enigmas, que el mismo vivir tiene que ir resolviendo, para, así, ir dándose algún sentido.

Dicho en corto, la vida es un enigma que precisa de aclaración. Pero “la” vida es una abstracción, que se concreta en la vida de cada quien. Y en cada vida caben otras varias abstracciones, que en ellas se concretan, pongamos, por ejemplo, amor, libertad, verdad…, que cada quien entiende, y vive, a su manera, no sé si así se vive porque así se entiende, o así se entiende porque así se vive, pero el resultado es siempre el mismo: un modo único, personal e intransferible de estar en el mundo, por más que se parezca a otros.

Y de eso va la obra teatral “Variaciones enigmáticas”, del dramaturgo francés Eric-Emmanuel Schmitt, que los pasados días 7 y 8 de abril se representó en el Palacio de Festivales de Santander, que celebra su 30 aniversario. El director de escena cántabro, Román Calleja, es el responsable del montaje de la función, que interpretan Alberto Iglesias, autor de la adaptación, también cántabro, y Juan Gea.

La obra gira en torno al contenido de la última novela publicada por un escritor, ganador del Premio Nobel de Literatura, tras cuya publicación se retiró a vivir en una isla noruega, cerca del Polo Norte, y que recibe la visita, consentida, de un supuesto periodista, al que había concedido una entrevista, previamente solicitada (no voy a desvelar aquí dos momentos de la función, que aún siendo previsibles en su desarrollo, contribuyen al difícil, siempre incompleto, esclarecimiento de una espesura de enigmas, que se entrecruzan a lo largo y doloroso encuentro -encontronazo- dialéctico, que libran los dos personajes.

El libro de la discordia se titula “El amor inconfesable”, título anodino, incluso vulgar, sin embargo, y narra el amor del personaje protagonista del relato por una mujer, de la que se aleja, y seguir la relación por vía epistolar. Esa mujer está en el centro de la discusión, convertida en un tercer personaje. La disputa no habría tenido mayores dificultades, si no hubiera sido porque lo narrado por el escritor choca con el modo de entender y vivir el amor el periodista (¿), que le visita fingiendo una entrevista, que deriva en un enfrentamiento dialéctico de alta tensión emocional, también intelectual, existencial, por la que se distinguen dos nodos de estar en el mundo: el de estar aislado, sin necesidad de vivir en una isla, como le ocurre al presunto periodista, o habitando en una isla contando con quienes satisfagan necesidades y caprichos, como es el caso del Premio Nobel, Modos de vida, ambos -no son los únicos- cargados de prejuicios, hipocresía y pretenciosidad.

La mayor parte de la crítica especializada, que sobre “Variaciones enigmáticas” he leído, centran la atención en el amor, dos concepciones y dos vivencias, como motivo de un enfrentamiento dialéctico, que por momentos amenaza rebasar el ámbito de la palabra, pues son dos modos, difícilmente conciliables de entenderlo y vivirlo, dándose la paradoja de que el escritor, que proclama el daño que el amor hace al sexo, lo vive dramáticamente a distancia, con el único vínculo de una continuada correspondencia amorosa, bruscamente suspendida si motivo conocido, que le sume en un estado de angustia, reprimida con agresividad, cuando menos verbal. Y el periodista (¿), para quien el apasionamiento sin ternura es ciego y la ternura sin pasión está vacía, vive su amor condicionado por la enfermedad, la muerte…y la correspondencia del escritor (este es una variación del enigma que el espectador descubre al ver la función, si no es que lo hace entre estas líneas).

Sí, es verdad, el amor, sus enigmas y sus variaciones, ocupan a lo largo la contienda dialéctica, pero también es verdad que es provocado por una obra literaria, lo que abre un espacio para la discusión de otras variaciones enigmáticas, recurrentes en literatura, como, por ejemplo, la relación entre la biografía del autor y la vida de sus personajes en la ficción, o si a la obra literaria se le exige veracidad, o mera verosimilitud, o admite falsedad sin reparos. Cada uno de los interlocutores se sitúa en uno de los extremos: el escritor recela del prestigio que se le concede a la verdad; el periodista la tiene por necesaria con todas sus consecuencias.

Al menos en apariencia, son dos modos prácticamente irreconciliables de estar en el mundo, los representados por los dos personajes: el impulsivo, inmoderado, egoísta, sexual, misántropo…., mas no irreflexivo, del Premio Nobel (se me antoja que habría sido personaje de la preferencia del filósofo Schopenhauer); del otro lado, el periodista, representa el modo racional, solidario, sacrificado, comprensivo, sensual…de estar en el mundo. Pero no es menor cierto que, en el curso de su relación impetuosa e intempestiva cada uno deja ver la porción de lo que hay en él del otro.

Un texto, el de “Variaciones enigmáticas”, de tanta complejidad, que precisaría de varias páginas para dilucidar las relaciones entre verdad y falsedad, entre realidad y ficción, entre amor y sexo…cada par con sus enigmas. Otra opción es ver varias veces la función, que lo resume en una hora y media, sobre un escenario, que reproduce una estancia-estudio convencional, en el que los actores llevan a cabo un trabajo interpretativo de una intensidad creciente, con escasos momentos de tenso apaciguamiento, como la torrentera de un río, que se encuentra con un falso remanso, por el que sigue su curso imparable, sorteando y golpeando grandes cantos rodados.

Dialéctica agresiva, con raros y breves momentos de cordialidad, tan forzada, como frustrante. Palabra acorde con movimiento por las tablas, salpicado de instantánea inmovilidad y acercamientos en falso. Un duelo interpretativo bajo una iluminación, en apariencia sin grandes variaciones, pero de hecho atenta a cada estado de  ánimo de los personajes en el desarrollo de la interpretación de un texto, pródigo en variaciones, en las que caben la ironía, el sarcasmo, la incredulidad, la ofensa…y en el que no faltan frases aforísticas, como cuando discuten sobre la verdad o la falsedad en literatura, el escritor dice algo así como que se acude a una tienda de falsedades a comprar verdades, o cuando hablando de amor y sexo, el periodista pregunta al escritor si hace el amor con luz o a oscuras, y este responde que en la oscuridad se va más allá del sexo, mientras que aquel replica que con luz se va más allá del amor, expresiones de los caracteres de los ya mencionados dos modos de estar en el mundo.

Del lenguaje gestual de los actores no puedo decir nada, pues no lo pude distinguir desde la fila 19 de la Sala Argenta del Palacio de Festivales de Santander, a pesar de haber pagado por mi asiento lo mismo que pagaron quienes ocuparon butacas en las filas 2 o 5. Debería haber preguntado a alguno de esos espectadores sobre la gestualidad de los actores, y ponerlo aquí. Pero no lo hice.

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