Si por lo menos estuviera ella aquí…

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Se cierra la puerta y las horas se rebelan frente al orden establecido. El tiempo cambia sus coordenadas y decide tomarse un respiro pasar lento, tan lento que se para, tan lento que te asfixia. Tan lento que eres incapaz de acompasar tu paso al suyo y es como si te adelantaras y tuvieras que frenarte de forma brusca. Como si de repente te faltara el aire. Algo así como la espera, algo así…

Empiezas a fijarte en detalles que hasta ahora habían pasado desapercibidos para ti. El goteo del grifo de la cocina mal cerrado, demasiado tiempo, demasiado viejas las cañerías. No sabes cuanto  llevará así. Intentas matar el tiempo haciendo el cálculo mental de cuanto supondrá una gota de agua en la factura de un minuto, y así con las del minuto, y así con las de las horas y así … De tanto pensarlo te ha entrado sed y decides levantarte a por un vaso de agua. No es fácil, no para ti. Hacerlo requiere toda una estrategia, un plan bien definido para correr los menos riesgos posibles.

Tenía que haber cambiado el sofá, está tan viejo que te hundes en él. Soy como un naufrago en el salón de casa. Como el casco de un barco que hace aguas y se va hundiendo, sumergiendo en el océano. Así me siento. La superficie está cada vez mas lejos y por mas que lo intento cada brazada hace que me hunda un poco más. La imagen de mi mano intentando alcanzar el borde. Soy incapaz de levantarme de sofá. Sabía que esto podía pasar y recuerdo que precisamente por eso lo dejé todo preparado. Intento calmarme. Siempre hay que dejar un ancla cerca al que agarrarse. Alargo la mano de nuevo en un intento de arañarle unos centímetros al vacío y por fin logro llegar al asidero. Lo rozo ligeramente en el primer intento y decido jugármela, no creo que tenga fuerzas para intentarlo mas veces. No puedo creer que acabaré hundido en este maldito sofá, arrastrado por las corrientes del polvo y los ácaros acumulados en capas y capas de gomaespuma. Hasta llegar al fondo abisal de los muelles enroñecidos y la madera devorada por la carcoma. Peor que un galeón español en el puerto de Cádiz tras la batalla de Trafalgar. “Yo no mandé mis naves a luchar frente a gotas de agua y grifos mal cerrados” se escucha el eco de una adaptación a la medida de una justificación tan absurda.
No puedo acabar así, no de esta forma, se dice mientras echa el resto en el último impuso que le permite alcanzar la empuñadura de la silla de ruedas. Un poco más, solo un poco más, un último intento joder…vamos, no me jodas.
Por poco no lo consigo piensas mientras intentas estirar tu cuerpo y sacarlo de la curvatura provocada por tantos golpes de cadera. Si por lo menos ella estuviera aquí. Si por lo menos estuviera ella.

El goteo del grifo parece haberse convertido en la sinfonía de un tiempo arrebatado. ¿Cuánto tiempo ha pasado? No deben de haber sido mas de 7 minutos y para ti ha sido una eternidad. Necesitas darte unos minutos para coger aire. La parte inferior de tu costado izquierdo aún se resiente cada vez que respiras hondo. Como cada vez que te sucede, haces como que no pasa nada y lo solucionas inhalando menos aire, haciendo la respiración mas corta. Eso no es nada recuerdas decirle para quitarle hierro al asunto. También entonces intentabas convencerte de que no era nada.
Encerrados en la habitación sin poder salir, sin poder hablar con nadie presentías que eso era algo mas que una gripe, una simple gripe por dura que sea, no te deja así pensabas; además cada año nos vacunan y nunca nos han tenido encerrados sin poder salir. Nadie nos dice nada y cuando preguntamos nos sonríen como cara de circunstancias, o eso creo, pues ahora llevamos todos mascarillas y las sonrisas vienen con forma de mirada. Y aunque no saben que decirnos, sus miradas lo dicen todo. Tienen miedo. Si por lo menos ella estuviera aquí… Finalmente la silla se convierte en vehículo improvisado sobre el que apoyarse para llegar hasta la cocina y poder cerrar el maldito grifo.
Ahora la sed era mas real que antes debido al esfuerzo que había tenido que hacer. Joder, ¿Y si no hubiera logrado levantarme? Decide quitarse esa imagen de la cabeza. Ni siquiera pude despedirme de ella, ni acompañarla, ni siquiera aún hoy nadie me ha explicado como fue. Llegaron de madrugada, la entubaron y se la llevaron. Fue la primera vez que recuerdo haber oído la palabra covid 19. En la radio, en la tele, algo decían, pero tampoco entendíamos demasiado de lo que hablaban. Demasiado ruido para sacar nada en claro. Pero el miedo si, ese si que  estaba ahí.

Al llegar al fregadero el nudo de la garganta se había hecho mas grande. Dejó correr el agua antes de cerrarlo. De vuelta para la sala el goteo continuaba, pero él no lo escuchaba. Igual que las otras veces. De vuelta al sofá se dejó caer sobre él, sumergido en un último pensamiento: Si por lo menos estuviera ella aquí…

 

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