Berlín. Kigali. Moscú.

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||por OSCAR SAN EMETERIO, periodista||

Tenía casi terminado un artículo sobre la propaganda rusa en la guerra de Ucrania, especialmente desde que hace unas semanas Rusia ha asumido que no podrá conseguir todos los objetivos que tenía antes del 24 de febrero. Asumiendo las tesis rusas punto por punto, sin el más mínimo cuestionamiento, llegaba a la conclusión de que en su universo paralelo los rusos también perdían la guerra, ya que abandonaban extensas áreas del norte de Ucrania y todo el cerco a Kiev dejando a los ucranianos a los que iba a liberar en manos de su ejército y gobierno nazi. Vamos, que si nos creíamos lo de la “desnazificación” que lleva pregonando el Kremlin desde que se inicio la invasión, ahí, en ese universo paralelo, también han fracasado.

Sin embargo hay una arista más en ese mundo alternativo en el que trabajan a destajo desde los canales oficiales rusos, los únicos ya accesibles para su población. El debate entre los propagandistas que tienen todo el espacio y tiempo disponibles para esbozar todo tipo de teorías  que justifiquen la “operación especial”, está llegando a un delirio inimaginable. O quizás no tanto.

Aunque no han sido los únicos genocidios documentados, los 6 millones de judíos exterminados por los nazis y el cerca del millón de tutsis borrados de la faz de la tierra por los hutus, son dos de los más conocidos. En ambos la propaganda jugó un papel fundamental para situar en el punto de mira, y nunca mejor dicho, a las víctimas del odio irracional que primero las señaló, luego las arrebató su dignidad y su derecho a existir, para después eliminarlos, extirparlos, reducirlos a nada.

La corte de propagandistas del Kremlin que se reúnen periódicamente en el Rossiya1 en torno a la mesa que les prepara gustosamente Vladimir Solovyov están ofreciendo momentos inenarrables con sus análisis de los porqués de la invasión, sus consecuencias, y sobre todo con la hoja de ruta para el futuro. Hay momentos realmente cómicos, como por ejemplo cuando tienen que ir adaptando su versión a lo que cuenta el Kremlin sobre una noticia “en evolución”, caso del hundimiento del buque “Moskva”. Uno de los contertulios acaba desquiciado con el tema, pidiendo arrasar Ucrania (les debe parecer poco lo de ahora) por un suceso que en realidad nadie ha reconocido en Rusia que haya sido culpa de los ucranianos. En teoría hubo un incendio y una tormenta terrible y adiós al buque insignia de la Armada Rusa en el Mar Negro.

El escozor que está provocando la resistencia ucraniana entre estos contertulios (y entre quienes les manejan) ha llevado el debate a unos términos que nos sitúan muy cerca de la Radio de las Mil Colinas ruandesa. Ucrania no merece existir, hay que borrarla de faz de la tierra, son un veneno para la comunidad eslava, son una amenaza para Rusia, son nazis, y podría seguir y seguir añadiendo “argumentos” para “justificar” la brutalidad del ejército ruso. Ah, han llegado a tachar a los ucranianos de satánicos, por si no había quedado claro que son lo peor de lo peor.

Están llegando justo ahí, al punto en el que Ucrania y su población quedan desprovistos de cualquier dignidad, por lo que exterminarlos será menos costoso en términos morales. Está justificado porque son un problema o todos los problemas de Rusia y su existencia. En ese punto estamos ahora mismo, al menos en ese plató del principal canal ruso, en uno de sus espacios de máxima audiencia.

A nadie le puede extrañar demasiado que con este caldo de cultivo ya se hayan impreso camisetas animando a repetir la masacre de Bucha, así como suena, o que se haya hecho pública la historia de un soldado ruso, Roman Bykovsky, al que su pareja le da permiso para violar a mujeres ucranianas. Ambos están localizados y sin ningún tapujo lo han reconocido. Esto es lo que sabemos, aterra pensar en todo lo que no sabemos. Por ejemplo poco o nada se sabe de de miles de habitantes de Mariupol que han sido llevados a Rusia, y tras ser “filtrados” al parecer los han mandado a la otra punta del país, que en términos rusos es como mandarte a la otra punta del mundo. O qué decir de los niños ucranianos que están entrando a territorio ruso y a través de reformas legales exprés acabarán siendo adoptados por familias rusas.

Como digo esto es solo “la punta del iceberg” ya que poco se puede saber lo que pasa en las zonas ocupadas por los rusos, en donde prácticamente no hay periodistas independientes para darnos una mínima visión objetiva de lo que pasa. Cuando los rusos se han retirado ya hemos visto que su rastro ha sido el peor imaginable, así que no podemos ser muy optimistas de cara al futuro.

En las últimas horas Rusia “ha metido” a Israel en el conflicto, y no precisamente a favor. Tachar a los israelíes de apoyar a neonazis es de los errores diplomáticos más gruesos que ha cometido el hasta hace no tanto infalible Sergey Lavrov. Es el penúltimo episodio de la esquizofrénica estrategia rusa, por llamarla de alguna manera.

En cuanto a la misión de Zelensky que apuntaba en mi anterior artículo, la de mantener el conflicto bien arriba de la escaleta informativa, la cosa no va mal pero se va notando el cansancio occidental. No estamos acostumbrados a la digestión lenta de la actualidad, y para comprender mínimamente lo que pasa en suelo ucraniano no vale solo con el Tik-Tok, aunque los chechenos hayan quemado la aplicación de tanto usarla.

Suena cómico si no fuera porque ellos también han participado en muchas de las barbaridades que sabemos que se han cometido contra la población, y también de las que no y que tarde o temprano nos estremecerán.

 

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