La Serva Padrona llega este jueves hasta el cine teatro Vimenor de Vioño de Piélagos

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La Serva Padrona, de Giovanni Battista Pergolesi, es una producción de La Nave de Euterpe, cuyos responsables la describen como «divertida ópera de bolsillo». Con un elenco integrado en su totalidad por interpretes de Cantabria, es un montaje de reconocida solvencia artística que llega este jueves 23 de junio a las 20:00 horas al Cine Teatro Vimenor de Vioño de Piélagos, con entrada libre hasta completar aforo.

La producción cuenta con la soprano Sara Castrillo en el papel de Serpina, el barítono Ramón Naveira como Uberto y Sandro Cordero vistiendo de Vespone, el atolondrado criado que ayudará o, al menos lo intentará, a Serpina a conseguir su objetivo.

Con una duración total de una hora, la Serva Padrona sigue tan vigente como cuando se estrenó en 1773 en el teatro de San Bartolomé de Nápoles.

Compuesta como intermezzo cómico para divertir y entretener al público asistente en los descansos de las óperas serias en los teatros napolitanos y venecianosesta ópera de bolsillo presenta las peripecias domesticas entre una doncella, su señor y el criado. María del Mar Fernández, coordinadora del montaje lo describe como “una locura absoluta que demuestra que el amor, los celos y la ambición son ingredientes atemporales que siempre provocan la carcajada del público. Casi 300 años después de su estreno, conserva intactas alas frescura de su argumento, la gracia de su puesta en escena y la belleza de su música”.

El acceso a los escenarios de los sentimientos y la vida cotidiana de la gente común supuso una verdadera revolución en su momento: no más tramoyas complicadas, ni puestas en escena grandiosas; no más personajes mitológicos, ni héroes de la antigüedad; no más versos rebuscados y de difícil comprensión.

De pronto, el público podía identificarse con los que cantaban: los personajes de la ópera podían ser ellos mismos o sus vecinos.

En este nuevo teatro musical realista y populachero, los decorados reproducen calles, plazas, estancias… los personajes son los mismos que habitan estos sitios en la vida real; la intriga se inspira en sentimientos y aventuras cotidianas que todo el mundo reconoce.

Con sólo tres personajes, de los que uno es mudo, se suceden en escena todo tipo de situaciones desbaratadas capaces de divertir incluso al público menos familiarizado con la ópera.

La belleza de sus recitativos y arias junto con la comicidad de sus dúos trasciende los siglos y llega a nosotros con toda su frescura y comicidad para hacernos pasar un rato delicioso.

“Con una puesta en escena tan sencilla como efectista; con un juego de luces capaz de crear ambientes muy distintos; con un vestuario de época; una interpretación vocal e instrumental impecable y una narradora que nos guiará por la época y el argumento, este montaje constituye una oportunidad única para acercarnos al mundo de la ópera, y divertirse disfrutando de la música”, explica Doval.

El ensemble musical está integrado por las violinistas Paula Bolado y Cristina Cubas; Belén Puerto, viola, Diego Quintana, violonchelo y Marta Gutierrez, clave. Contará, además, con María del Mar Fernández Doval como narradora.

LA SERVA PADRONA

La Serva Padrona se estrenó en el teatro de San Bartolomeo de Nápoles en 1733, hace nada menos que 288 años, y originalmente se representó como un intermezzo en la ópera seria, también de Pergolesi, ‘Il prigionier superbo’ (El orgulloso prisionero). Los intermezzo se denominaban así porque eran breves interludios musicales, intermedios cómicos, que se intercalaban entre los actos de una ópera sería.

En París se estrenó 19 años más tarde, en 1752, como intermezzo de la ópera de Lully, Acis y Galatée. La compañía encargada de este estreno fue “La troupe de buffons de Eustachio BAMBINI”, una compañía de medio pelo que estuvo de gira por Francia y que en un principio había venido para actuar por dos meses, pero debido al clamoroso éxito obtenido se vieron obligados a renovar su contrato una y otra vez, de forma que su estancia en París se alargó durante dos temporadas.

Este estreno fue el detonante de la famosa “Guerra de los bufones” o QUERELLE DES BUFFON, que cambió el devenir de la ópera francesa. El chispazo de la disputa se produjo tras el estreno de La Serva Padrona: ópera que a pesar de sus pequeñas dimensiones fue el germen de una revolución musical y social sin precedentes.

Dividió a la sociedad parisina en dos: el sector conservador, del que formaban parte los partidarios de la tradición musical francesa heredada de Jean Baptiste Lully con Jean Philippe Rameau al frente y el sector renovador, formado por aquellos que abogaban por los cambios estéticos y formales que traían las nuevas óperas italianas, entre ellos los filósofos Diderot y Jean Jacques Rousseau.

La guerra de los bufones fue un episodio de gran trascendencia cultural en la época, porque aunque el tema en litigio versaba sobre formas y estética musicales, los rivales no hablaban de arias y acompañamientos si no de cambio social.

La mayoría de los especialistas están de acuerdo en que el porvenir de la ópera hubiese sido otro sin la aparición de la ópera buffa napolitana. El caso es que fue una ráfaga de aire fresco que lo modificó todo a su paso.

El acceso de la vida cotidiana y de los sentimientos de la gente común a los escenarios supuso una verdadera revolución: no más tramoyas complicadas, ni puestas en escena grandiosas; no más personajes mitológicos, ni héroes de la antigüedad; no más versos rebuscados y de difícil comprensión.

De pronto, el público podía identificarse con lo que le contaban y cantaban: los personajes de la ópera podían ser ellos mismos o sus vecinos, o parientes.

En este nuevo teatro musical realista y populachero, los decorados reproducen calles, plazas, estancias… los personajes son los mismos que habitan estos sitios en la vida real; la intriga se inspira en sentimientos y aventuras cotidianas que todo el mundo reconoce.

La renovación musical se convirtió en una excusa perfecta para que los partidarios de la razón y la libertad, con Diderot a la cabeza, pusieran en cuestión a una sociedad dominada por la aristocracia. La ilustración luchaba por resquebrajar el antiguo régimen de la monarquía absolutista al que las óperas de Lully y Rameau estaban asociadas.

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