Feminismos en plural para este 8 de marzo

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||por Natalia San Emeterio. Coportavoz de IU Jóvenes y candidata a la Alcaldía de Liendo||

 

Trabajar y estudiar a la vez, cobrar una mierda, pagar un alquiler excesivo y que la vida se te haga bola. ¿No os ha pasado? Cuando las jóvenes escuchamos que hay que hay que romper los techos de cristal que tienen las mujeres en sus trabajos muchas pensamos: “yo con despegarme del suelo pegajoso de la precariedad tengo suficiente”. Claro que hay que romper los techos de cristal, pero a veces nos olvidamos de las que estamos precarizadas.

Cuando hablamos de techos de cristal usamos imágenes del feminismo liberal: yo me imagino a una ejecutiva, a una mujer «hecha a sí misma» que ha tenido que luchar en una empresa que es un mundo de hombres. Mi imagen me transmite a una mujer de clase media o alta que busca igualdad en su puesto de trabajo. Y me parece bien que esa mujer de mi cabeza luche por igualdad, pero si solamente pensamos en los problemas laborales con estas imágenes individualistas, muy difícilmente nos desharemos colectivamente de la precariedad laboral en el que muchas estamos. Necesitamos mirar nuestros problemas desde una perspectiva más amplia, más interseccional.

Sumemos a los problemas laborales de muchas de nosotras el esfuerzo invisibilizado y agotador, difícil, agobiante, repetitivo e incansable de “los cuidados”. La investigadora Ann Oakley ha calculado el tiempo que pasa trabajando la figura que antes conocíamos como “ama de casa” (yo creo que la expresión nos lo dice todo): la suma era de entre tres y cuatro mil horas anuales. Y no es que yo sea un hacha en mates, pero creo que se nos queda una jornada laboral en cuidados bastante grande en donde nadie nos reconoce.

También entran dentro de ese trabajo que nadie reconoce lo que tiene que ver con cuidar a niños, a enfermos y a ancianos. Muchas veces lo hacemos de forma desinteresada este acompañamiento (yo qué sé, todos hemos pasado a ver a un tío que está un poco pocho) y a veces es psicológicamente duro. Pero no es casualidad que buena parte de las trabajadoras que se dedican a esto sean mujeres e inmigrantes porque no está cualificado reputacionalmente (aunque socialmente sea imprescindible para nuestra sociedad). Por eso cuando pienso en un techo de cristal solo me imagino a la ejecutiva agresiva que puede solucionar sus problemas de cuidados contratando, por dos duros, a una trabajadora.

En un libro tremendo que se llama ‘Mujeres, raza y clase’, Angela Davis plantea un temazo: ¿deberían las mujeres abandonar el hogar en busca de empleo? Menuda chorrada, me vais a decir. ¡Pues claro que sí! Eso de la mujer en casa es bastante básico. Pero la camarada Ángela plantea la siguiente pregunta: ¿no estaríamos alimentando un sistema económico maligno y cruel al hacerlo? ¡Menuda movida, parece que no se puede ganar! O seaque, o feminidad tradicional, y me quedo en casa fregando, o estoy condenada a querer ser una ejecutiva agresiva.

Pero mi amiga Ángela (qué más quisiera yo que fuese mi amiga…), que es muy lista, dice que vale, que el trabajo en estas condiciones puede ser alienante y embrutecedor, pero que es importante que las mujeres se unan. ¿Para qué? Para poder partir de igualdad con sus hermanos, con los otros trabajadores, y para desafiar lo establecido, pero desde condiciones de dignidad.

A pesar de que todavía persisten dinámicas de desigualdad, la solución radica en la organización y lucha colectiva. Hay que legislar desde una perspectiva feminista y anticapitalista para garantizar la igualdad de oportunidades y erradicar las barreras que impiden el bienestar de todas.Adoptar una perspectiva distinta en cuanto a los trabajos de cuidados y el ámbito doméstico podría conseguir, y a Oakley y a Davis les encantaría, el fin de la economía orientada al beneficio. Podría dar lugar a una economía de la tarea compartida que tuviese como objetivo que todas tengamos una buena vida.

Porque este 8M tenemos que bajar a la calle y reivindicar con fuerzas la interseccionalidad. Vamos a charlar, vamos a debatir, vamos a reírnos de este sistema que nos explota y vamos a deshacernos de las imágenes individualistas: porque necesitamos pensar en un feminismo en el que quepamos todas, con todos los cuerpos, con todas las explotaciones, para gritar bien fuerte que el patriarcado se va a acabar.

 

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