Con la sonrisa puesta

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Laura Orduña es actriz y clown, ambas condiciones en grado de excelencia. En la tarde-noche del pasado jueves, 5 de octubre, volvió a convertir la sede de la AAVV San Joaquín, en Campogiro, en un especio escénico, como ya lo había hecho una semana antes junto a Sandro Cordero.

Si entonces fue interpretando a Melibea, sin perjuicio de querer ser también Calixto, en esa pieza teatral titulada “Esto no es un libro, La Celestina”, producida por Hilo Producciones, en esta segunda ocasión salió al escenario “Calista, la especialista”, función escrita y dirigida, como aquella, por Sandro Cordero, y programada, ambas, en el proyecto teatral de Hilo Producciones, “¡HOLA, VECINOS!, subvencionado por la Fundación Santander Creativa, para llevar el teatro a cuatro barrios de la ciudad.

Laura Orduña, en su dimensión de clown, da vida a Calista, con toda la carga de sus “especialidades” a cuestas, que seguro que todos los niños espectadores practican, si no todas, sí más de una, y que algún que otro adulto quisiera volver a practicar.

En un local vecinal sin un asiento libre, todos ocupados por un público de todas las edades, incluidas las más tempranas y las más tardías, Calista-Laura, o al revés, activó, desde su aparición, el sentido del humor de los espectadores, puesto en marcha a lo largo de toda una representación, en la que la ternura, la ingenuidad, la fantasía, la belleza, el absurdo…hacen acto de presencia en forma de cuentos, la principal especialidad de Calista, en los que invita a participar a los espectadores, y que están articulados con fluidez en la trama escénica, y que encontraron bien abiertos y atentos los ojos de los niños, y se filtraron por los pliegues de las almas de los adultos, que vuelven a ser almas de niños a poco que las acaricien con palabras evocadoras.

Y no fue poco. Durante 40 minutos, Laura-Calista, o al revés, con el auxilio de un globo, una sombriila, una caja con luces y una miniguitarra, desplegó una actuación de un dinamismo, tanto físico y gestual, como verbal, casi vertiginoso, para impartir jugando un curso de actitudes y comportamientos ante situaciones de la vida cotidiana, a las que poner buena cara, aunque no gusten, o a las que superar y ayudar a superar si son difíciles. Todo ello con humor, es decir, con la seriedad de un humor que se precie de serlo.

Así, Calista, en el cuerpo y la voz de Laura Orduña, con palabras compartidas con Sandro Cordero, puso, desde su aparición en escena, una sonrisa en los labios de los espectadores, que a veces derivó en risa, nunca en carcajada. Y en ellos se quedó puesta, cuando abandonamos la que había sido una sala de teatro, pues el teatro no necesita de salas especiales.

Una sonrisa que se iba diciendo a sí misma: ¡qué bonito!

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