Jugar al teatro

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“Escribir teatro es el trabajo más difícil, que más fácil parece”, sentenció Jardiel Poncela. ¿Qué habría dicho de hacer teatro, una y otra vez, sin haber realizado antes ese trabajo, el más difícil, que más fácil parece, es decir, hacer teatro sin haberlo escrito antes? Eso es lo que hicieron, en el escenario de la Sala Contigo Tres Teatro, los de “Impro Impar Show”, los pasados días 17 y 18 de febrero. Los dos actores, Edu Moraleda y Karlos Tarajano, se ofrecieron a jugar con el público a hacer teatro.

Y el público aceptó gustoso el juego. Al público le toca, en el juego, proponer los personajes, a los que asignan nombres, oficios y situaciones. Con esos datos, los actores escriben la obra, no en un papel con una pluma o tecleando un ordenador, ese trabajo tan difícil, que parece tan fácil, sino actuando en el escenario, a golpe de improvisación, tanto verbal, como gestual, escritura que no admite correcciones, menos borrones, a los que el papel se presta, ni vueltas atrás, tan socorridas en un ordenador. Los actores que ponen voz, palabra, gesto y acción en unos personajes de los que no hay nada escrito.

De la dificultad de esa escritura no caben dudas. Y no parece fácil, por más que la soltura y fluidez en el trabajo actoral pueda hacer creer que sí. Es un juego en un escenario, en el que no hay nada escrito hasta que está todo hecho. Es un juego al que podrían jugar los niños, sólo que ellos eligen el personaje que cada uno quiere ser y sabe previamente qué juego le va a dar. Los de Impro Impar Show no saben el papel que van a interpretar hasta unos segundos antes de empezar a interpretarlo.
Es un juego, en general, en clave de comedia, por más que en el transcurso de la interpretación haya que improvisar un asesinato. Es un juego amable, algo que no siempre se pueda decir de los juegos infantiles, que no es imposible que acaben como el rosario de la aurora. Es un juego , teatral siempre, sí, pero siempre radicalmente nuevo, del que el público no tiene información alguna hasta que él mismo aporta unos elementos , de los que no se sabe qué van a dar de sí ninguno de los que participan en el juego, ni el público ni los intérpretes.

Yo asistí a la primera de las dos representaciones del sábado, día 17, y no puedo referirme a la segunda de ese día ni a la del domingo, 18, menos a las cientos de funciones de una compañía, cuyo repertorio lo componen todas las comedias y ninguna, por lo ya dicho. En el juego teatral, del que participé como público, y en el que participé en la parte del jugador que asumí, viví una hora, no sólo de entretenimiento, sino de franca diversión, de risas, no sólo sonrisas, a la vez que de admiración por el desarrollo del juego en el escenario, del que, cumplida mi parte, fui solamente espectador de cuatro minicomedias, de las que la cuarta, en una especie del más difícil todavía, el público iba cambiando el tono -dramático, romántico, trágico, musical…

Me queda la duda de si los actores deberían haber cumplido su parte del juego con seriedad, es decir, sin reírse de sus ocurrencias interpretativas, si bien o sus risas, a veces contenidas, eran inducidas por la hilaridad de algunas ocurrencias, o contagiadas por las constantes risas de los espectadores, a la vez que las de estos lo eran por las de los actores. Al fin, se trata de un juego, teatralmente compartido. Risas incluidas. Empresa difícil, que parece tan fácil.

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