Medias tintas

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Es una práctica habitual. Estamos acuciados por graves problemas y , en lugar de enfrentarlos y buscar soluciones que verdaderamente busquen erradicarlos, nos cansamos de poner paños calientes.

No sirven para nada. Bueno… sí. Para perpetuar el problema y conseguir hacerlo crónico.

Viene esto a colación de la batería de remedios que se propone desde distintos ámbitos políticos y ciudadanos cántabros, para rebajar el impacto que el alquiler de viviendas dedicadas al uso turístico ocasiona en el mercado del alquiler residencial.

Medidas todas ellas tan bienintencionadas, como poco analizadas e ineficaces. Medidas que van desde la limitación del número que un propietario puede poner en dicho alquiler turístico, hasta la bonificación de impuestos a quien decida optar por alquilar todo el año, pasando por el gravamen de un impuesto, aunque le pongan el calificativo de ecológico.

Todas esas propuestas no sirven. Cualquier empresa puede derivar sus inmuebles y repartirlos en distintas razones sociales, de forma que no se supere cierta cifra. La que sea.

Y las bonificaciones actuales al alquiler alcanzan el 60%. Sí. Tal como lo leen. Un casero sólo tributa por el 40% de lo que cobra. Y próximamente, puede llegar a hacerlo tan sólo por el 10 %, quedando exento el resto.

Los impuestos en Cantabria no tienen carácter finalista, sino que van a la caja recaudatoria. Y, por otra parte todo el mundo sabe, sin lugar a dudas, que las tasas impuestas acaban repercutiéndose en el consumidor.

Y así podríamos seguir.

Pero sobre todo, por encima de todo, ninguna medida que se imponga va destinada a evitar el daño que el alquiler vacacional de viviendas en comunidades de vecinos ocasiona.

A las familias residentes que acaban siendo expulsadas debido al incremento constante del precio del alquiler de la zona en la que llevan años viviendo.

Y también, porqué no decirlo, suponen una competencia desleal, para hostales, posadas y hoteles en general que, estos sí, pagan impuestos y generan puestos de trabajo.

Proponer este tipo de paños calientes, de ser aceptados, convierte a los proponentes en cómplices de los resultados.

Y los resultados no hay más que verlos allí en donde se ha actuado pusilánimemente y con medias tintas. Subida de precios y gentrificación.

El alquiler turístico es especulación pura y dura. Ganan en cuatro meses, por días o semanas, con varios clientes, más que en un año con uno solo. Por eso se hace. Por beneficio económico.

La especulación no se combate poniendo normas para especular correctamente. O se está en contra, o a favor. Pero no vale decir una cosa y propiciar la contraria.

Destinar viviendas en comunidades de vecinos al alquiler vacacional y turístico es una práctica que contribuye, y mucho, a expulsar vecinos de barrios en los que llevan viviendo muchos años, y a elevar el precio del alquiler en esas zonas.

En lugar de eso, debe cumplirse la ley y declarar zonas tensionadas y prohibir el destino de dichas viviendas a ésos fines. Y ya puestos, limitar el precio del alquiler, por zonas, ofreciendo asimismo posibilidad de gestionar dicho alquiler de forma pública y con garantías.

Así de sencillo. No es complicado. Pero sí difícil de conseguir. Porque los intereses de unos pocos, aunque poderosos , se enfrentan a los de la inmensa mayoría de nosotros.

Pero hay herramientas. Y en el correcto uso de esas herramientas, tienen mucho que decir las propias comunidades de vecinos. Si quieren, pueden.

Pero eso… es otra historia.

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