El pregón de mi pueblo
El pregón de las fiestas de mi pueblo no lo da nadie especialmente famoso, o por lo menos no de esos famosos que antes salían en los medios de comunicación, abriendo telediarios o páginas de sociedad. Ni siquiera esos nuevos famosos que se miden por la cantidad de seguidores que acumulan en este rio revuelto que son las redes sociales. Es curioso como en un mundo tan globalizado el concepto de famoso ha cambiado tanto, y que tener miles o millones de seguidores ni siquiera significa que te conozca todo el mundo. El mundo globalizado parece necesitar compartimentarse a la medida del consumidor para que no nos desborde tan ingente cantidad de información. Con la llegada de la escritura los seres humanos incorporaron a sus quehaceres los primeros discos de almacenamiento externo de la Historia. Los soportes fueron cambiando y se fueron haciendo más y más complejos a los largo de la historia haciendo del mundo un lugar cada vez mas grande, tanto que hoy en día necesitamos de minúsculas cuadrículas para verlo, como si de una colmena se tratara y cada celdilla nos mostrara en directo lo que está pasando en el rincón mas recóndito del plantea.
El ser humano parpadea En circunstancias normales, aproximadamente cada cinco segundos. Teniendo este dato en cuenta, una persona que se mantenga despierto durante 16 horas parpadearía sus ojos unas 11.520 veces al día, 80.640 veces un una semana, lo que supondría más de 4,2 millones de parpadeos durante el año. Si lo relacionamos con la cantidad de imágenes que nos pueden llegar a través del móvil, quizás nos correspondería una imagen por cada parpadeo. Si fuéramos capaces de procesarlos todos con la misma intensidad que hace no tantos años procesamos imágenes como el asesinato del estudiante en la plaza de Tianan Menn. Recuerdo: Un joven estudiante se para frente a un tanque militar del ejército Chino en la plaza de Tianan Menn. El hecho da la vuelta al mundo, así como la respuesta del gobierno Chino. La represión y asesinato de los jóvenes que salieron a pedir democracia y derechos humanos. Es curioso como hoy en día aún el gigante asiático logra poner al servicio de su particular distopía la revolución tecnológica sin que por el momento parezca que las grietas hagan mella en la Gran Muralla de la represión silenciada. Imágenes así, como la de la caída del muro de Berlín, o el asesinato del miliciano republicano fotografiado por Rober Capa el 5 de septiembre de 1936, recién empezada la guerra Civil española, se convirtieron en símbolos capaces de explicar lo que estaba ocurriendo en ese momento de la historia. Son solo tres ejemplos así “a vuela pluma” que se quedaron impresos en la córnea de millones de personas de varias generaciones, pero quizás de haber sucedido hoy en día abrían pasado demasiado rápido al almacén de los “vistos” con el aspa de wasap y archivados tras una mirada mas o menos acostumbrada al horror. Sin tiempo para ser digerida ya es archivada y amortizada por la siguiente.
La última imagen mas o menos viral y mas o menos icónica que recuerdo fue la de Aylan Kurdi en el 2016 y que se convirtió en la imagen que visibilizaba un drama que no era nuevo, pero que esa fotografía puso, junto a otra guerra olvidada, en el mapa de nuestras conciencias: Fue la llamada Crisis de los Refugiados, los de antes de entonces, los de ahora, los de siempre. Pero tantas imágenes no caben en nuestros parpadeos y si lo hicieran con esa contundencia necesaria para procesar la concienciación y una respuesta a la altura del golpe recibido, nuestros cerebros serían algo así como esos cerebros destruidos” de la canción de Eskorbuto. Historias guardadas en parpadeos que necesitan pasar página rápidamente y que convierten el horror en una experiencia más que se consume y se desecha sin tiempo para que traspase el umbral, la frontera de nuestra epidermis. Así se da la paradoja de que tenerlo todo tiene como respuesta la nada, esa nada que lo devora todo como en La historia Interminable.
Ramón, mi vecino, no puede hablar en el pregón de todo aquello que ni siquiera conoce. No es famoso como decía, no de los de antiguo o nuevo cuño. Es de esos famosos que conocen el nombre de sus vecinos y todos le conocen a él, de esos que no cierra la puerta a quien viene de fuera, de esos a quien no le importa tu orientación sexual, o en quien o en qué creas, a quien votas (el cree que estaomos votando en cada acción, cada decisión que tomanos, en la forma de comportarnos y de opinar o no. Así es el bueno de Ramón) o el color de tu piel. Ramón sabe que detrás de cada persona hay una mochila y esa mochila se puede llamar Palestina, el Sáhara, Ucrania, violencia de género, homofobia, transfobia, terrorismo, paro, desahucio, enfermedad, y tantas otras imágenes archivadas demasiado deprisa en el logaritmo de un parpadeo. Y por eso no se trata de poner unas y omitir otras. Asi, mientras Ramón habla le vamos “apuntando” entre todas. No hay prisa, para eso tiene que haber siempre tiempo. Por eso el pregón de mi pueblo dura más que las fiestas. Y lo tienen que dar personas como Ramón.