Una Iglesia posible

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Dentro de unos días tendremos alguna noticia del rumbo que tomará la Iglesia católica, tras la muerte del Papa Francisco. En buena medida, dependerá de hacia dónde mire su sucesor, si hacia atrás, deudor de un conservadurismo irredento, o hacia adelante, siguiendo el pálido rastro de buenas intenciones, dejado a su paso por el Papa Francisco, con palabras que insuflan vida nueva, huellas fáciles de borrar del camino con voces que siembran muerte, y que vienen atronando el aire de muchos lugares del mundo.

Dentro de unos días tendremos una idea de si el nuevo/viejo Papa prestará oídos al ruido o hará oídos sordos. Sabremos si se rodeará de quienes prefieren la Iglesia que renegó de la Teología de la Liberación, por ejemplo, o de quienes abogan por una Iglesia, que despierte de sus sueños dogmáticos, abierta, no solo a la salvación de las almas, sino también a la liberación de los cuerpos, con toda su carga de conciencias y sensibilidades. Una Iglesia como la que quiere Avelino Seco Muñoz, sacerdote y filósofo, de lo que deja constancia en su último libro publicado, ‘Soñar mudanzas’. Título que es una declaración de intenciones: alude al consejo de San Ignacio de Loyola, según el que “en tiempo de tribulaciones no hacer mudanza”, no tanto para negarlo, pero sí para someterlo a una consideración críticamente constructiva, y proponer la conveniencia, si no la necesidad, de hacer cambios que orienten las tribulaciones hacia espacios de serenidad.

El autor trata en su obra de temas que van desde la escasez de vocaciones sacerdotales, con Seminarios diocesanos muy poco poblados, y teológicamente no bien orientados, algo en lo que el rumbo de la Iglesia tiene mucho que ver, hasta cuál ha de ser el cometido principal de la Iglesia, inclinándose por la labor Pastoral en comunidades cristianas de base, pasando por la conveniencia, si no la necesidad, de dar carta de naturaleza al celibato opcional -extremo al que dedica una amplia y profunda exposición. Todo ello atravesado por la conveniencia, si no la necesidad de que fe y razón se tengan mutuamente en cuenta.

Se vale, Avelino Seco, de varios personajes, desde un escaso número de seminaristas, de muy diversas procedencias y depositarios de experiencias vitales distintas y formaciones distintas, que condicionan unas expectativas también distintas, hasta un obispo, remiso a las mudanzas, pasando por un profesor de Teología, que conduce a los jóvenes aspirantes a sacerdotes por un camino de dos vías, la de la fe y la razón, con el fin de que , de modo se encuentren, de modo que esta fundamente a aquella, que ilumine a esta en la búsqueda de la verdad, puesto que las entiende complementarias. Tema grave, que trataron de resolver en falso teólogos de la Edad Media, aprovechando a Aristóteles -Sto. Tomás- o a Platón – San Anselmo, y también San Agustín. Pero, entonces, la filosofía era tenida por sierva de la Teología. El profesor de Teología, en el Seminario de “Soñar mudanza”, propone a los seminaristas prestar atención a la obra de un filósofo ateo -L. Feuerbach-, y dos teólogos católicos -K. Rahner y Andrés Torres Queiruga-, con el fin de poner en relación su mayor o menor grado de fe con su mayor o menor grado de duda, puesto que el dudar es una de las funciones de la razón, siquiera la duda como método, que no pone en peligro la existencia de aquello sobre lo que así se duda, Dios, sin perjuicio de que pueda ser negado en su concepción revelada, para ser desplazado por el hombre, no tanto para divinizarlo, como para hacerle aspirante a adquirir los atributos que son inherentes al concepto “Dios”, como es el caso del ateísmo antropológico del filosofo alemán Feuerbach, para quien es el hombre quien ha creado a Dios para mejor conocerse a sí mismo, para llegar a ser lo mejor de sí mismo. A mucha distancia de ese alejamiento de la ortodoxia católica, tanto los teólogos K. Rahner, también alemán, y el gallego Andrés Torres Queiruga, sin embargo, tuvieron que ver sus reflexiones censuradas por los guardianes de la estricta ortodoxia. Los seminaristas se posicionaron tras un ejercicio de pensamiento crítico, sin que ello supusiera unanimidad en las conclusiones conclusiones

Siendo importante el pensamiento crítico, no lo es menos cuál es la actuación en la que debería desarrollarse el ejercicio sacerdotal. El profesor de Teología fundamental pone en contacto directo a algunos de los seminaristas con el obispo español, que lo fue en Brasil, Pedro Casaldáliga, que el profesor, entiendo que trasunto del autor del libro, tiene como ejemplo a seguir, quien de lo que tiene que ser su acción como sacerdote no tiene ninguna duda. Afecto a la Teología de la Liberación, su empeño fue ponerse al servicio de los más desfavorecidos, a quienes roban sus tierras…Si en Feuerbach, Rahner y Torres Queiruga predomina el trabajo intelectual, volcado en tratados teológicos, en el obispo Casaldáliga es la sensibilidad la que guía su labor pastoral, por la que la razón, no tanto quiere saber, como quiere hacer. Una labor fundada en una razón, sobre todo sintiente, transmitida en poemas, tan a flor de alma, como a ras de tierra, que no le libró de ser llamado a Capítulo por las autoridades eclesiásticas. Ambos abogaron por otra Iglesia posible.

Avelino Seco ha novelado lo que la Iglesia católica debería ser, para lo que deberían producirse cambios de gran calado en las enseñanzas y en las actuaciones, sin menoscabo de los principios. El lector no debe esperar florituras literarias, si bien puede encontrarse con algunas que otras felices metáforas y comparaciones, sin obviar un sorprendente final de lo más novelesco. Con un lenguaje, tan sencillo, como eficaz para la mejor comprensión de su contenido, que se reparte entre monólogos y diálogos, Avelino Seco nos ofrece formalmente una novela, que tiene mucho de ensayo, por cuanto presenta unas tesis, que defiende con argumentos propios y de autoridad, así como propone caminos a seguir para su realización, mudanzas soñadas, deseo de una Iglesia posible, de cuya probabilidad podremos tener alguna noticia dentro de unos días, según el resultado del Cónclave. Sueño de una Iglesia posible que más de uno se lleva a la tumba, por si se siguiera soñando. Como se lo llevó el Papa Francisco.

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