
«Cuando me preguntan quién me inspira, no soy capaz de decir nadie, porque me puede gustar una obra suelta, pero no hay nadie que piense igual que yo»
‘La tierra me recuerda’ es el viaje fotográfico que propone Celia Viñals Soler en la exposición. Palestina es lo que inspira este trabajo, aunque las instantáneas no se hayan captado allí.
Lo que sucede en Gaza ahora es algo que la sobrecoge lo suficiente como para tener mucho cuidado con lo que quiere expresar. Ella no está viviendo ese horror diario, así que quería inspirarse en Palestina, pero con el máximo respeto. Y pensó en la tierra. «Si a ellos les quitan la tierra, que es lo que está ocurriendo ahora mismo, es suya realmente, la tierra les va a recordar de por vida, no se lo pueden quitar, y lo junté un poco a mi historia también con el exilio», dice en una entrevista concedida a EL FARADIO.
La artista lleva toda la vida cambiando de lugar de residencia, lo que ayuda a tener un punto de vista más rico que alguien que siempre ha visto la cuestión palestina desde la distancia. Por sus experiencias en Líbano y Jordania, esto le pilla mucho más cerca. Y quiere seguir, en el futuro, incluyendo este tipo de cosas en su obra: «tengo claro que la crítica social por mi parte no va a parar, porque hasta que todos no estemos libres yo no lo voy a estar».
Aunque recibió muy buenas palabras en la inauguración de la exposición, reconoce que «muchas personas no entienden cuando ven el trabajo que surge directamente de Palestina». Quizá por aquello de la distancia, y de no haber estado en la piel de Celia. Su paso por Líbano fue en plena adolescencia, y cree que «a cualquier persona le costaría procesar eso si no lo has vivido antes». Fue después cuando terminó de procesar aquella experiencia, y se dio cuenta de la ira y de la impotencia que había tenido dentro.
La fotografía fue algo que le llegó muy temprano. «Por herencia», incluso. Su abuelo materno, su tío, ya eran personas muy aficionadas a este arte, y ella se recuerda, desde muy pequeña, con una cámara digital en la mano. Su madre se dio cuenta de que esta disciplina se le podía dar muy bien. Lamentablemente, sus padres no han podido venir a la inauguración. Viven en Jordania, donde el espacio aéreo está cerrado por los lanzamientos de misiles que se están produciendo entre Israel e Irán.
Celia ha querido plasmar la tierra y las personas que la habitan, se evoca la relación que tenemos con el territorio, y da un papel especial a las mujeres. «Me encanta trabajar con ellas, por el poder que demuestran, que transmiten, es lo que me gusta».
Se queja un poco de la formación artística, por no dejar un desarrollo más libre de cada una. «En las escuelas de arte, sobre todo en España, se limita mucho. Quieren una réplica de quiénes han sido ellos. Y a ellos me refiero a las personas que han tenido éxito en este mundo». Necesitó salir de ese círculo para poder ser más ella misma, y acabó engarzando la poesía y la fotografía. «Una fotografía más poética», transmite.
Quizá seguir ese camino hace que no tenga referentes claros. Ha cogido cosas de varios sitios y con esos elementos se ha puesto a crear. «Por eso, cuando me preguntan por quién me inspira, no soy capaz de decir nadie, porque me puede gustar una obra suelta, pero no hay nadie que piense igual que yo, que tengamos todas esas cosas en común», explica.
Se siente una privilegiada por poder dedicarse al arte y no sentir una fuerte presión de tener que crear con prisa. De esa manera, puede idear y comenzar proyectos, para después ir ampliándolos.
Ya había participado en alguna exposición colectiva, pero ahora es su momento. La Fundación Bruno Alonso espera a quien quiera oler, tocar, oír, masticar y contemplar esa tierra que Celia quiere enseñar.