La puñalada por la espalda

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Amina, Juan, Abdel y Lucía, podrían ser los personajes de una novela titulada, por ejemplo, “En la Frontera” y cada uno de ellos representara una mirada de cómo se afronta el llamado fenómeno de la inmigración, de la convivencia de diferentes razas, religiones o culturas, cada una con sus propios imaginarios proyectados en el lugar que habitan. Cada una buscando hacerse un hueco en ese espacio de lo común que es el espacio público, la vida en el pueblo, o en la ciudad. Un espacio a la vez convertido en un cruce de intersecciones atravesado por las diferentes formas de ver el mundo, las diferentes narrativas, relatos y discursos que nos atraviesan, configuran nuestra identidad y  un marco de comprensión del mundo que nos rodea. La experiencia que acompaña a la configuración de estas identidades resulta clave. Cómo afrontamos los conflictos y cómo éstos a la vez nos influyen y van conformando también nuestra forma de pensar y actuar. De esta manera los prejuicios, con los que abordamos las situaciones que nos toca vivir, nos acabarán definiendo si olvidamos ir un poco más allá y no intentamos comprender cómo, y en base a qué, han sido creados. En definitiva, debemos entender cómo construimos la mirada del otro para entender de qué manera nos hemos construido a nosotros mismos; porqué pensamos lo que pensamos, cual es el origen y tipo de nuestros prejuicios sean de clase, de raza, religión, de género etc…

Y cómo a la vez los categorizamos en función del sistema de valores y creencias que opere en nosotros. Por ejemplo: Si ese sistema de valores y creencias se basa en el color de la piel, o el origen de alguien, y esa creencia viene con un estereotipo digamos «de rechazo» casi inconscientemente se nos activarán las alarmas y la carga simbólica de ese rechazo hará el resto. Lo veremos como una amenaza, pasando de vecino a extraño, de extraño a enemigo. Pero, ¿Cómo se construye esa carga simbólica? Al hablar de carga simbólica nos referimos a como reaccionamos en función de lo que para nosotros representa lo que vemos. Un escenario ideal, y al que todos aludiríamos seguramente de forma abstracta, sería el de “no juzgar a nadie sin conocerlo”. Y, en el caso de que así fuera, nuestra opinión de esta persona no dependiera del color de su piel, su origen, nacionalidad,  condición sexual etc… Este plano ideal debería ser al menos el principio  ético o filosófico del que  partir.

Sin embargo, y por desgracia, ese principio se ve atravesado por experiencias que vinculan el hecho con el prejuicio, que cogen la parte por el todo para explicarnos como están “pinaos los bolos”. Es algo así como un principio apriorístico, un “Yo no soy (…) pero…”. Y en como se implementa ese “pero” está la clave.

Y es que hay identidades que se forman desde esas subjetividades de rechazo que interiorizamos como normas universales, aunque luego nos digan que no debemos de juzgar a nadie sin conocerlo. Esa etiqueta que se consume en el supermercado del Yo, de la que no solemos leer el prospecto, ni la trazabilidad, es decir; de dónde viene y si es o no aconsejable su consumo para estar sanos (Aquí sanos sería democráticamente hablando). No es fácil dependiendo del contexto y si, a la vez, te ofrecen una ideología como coartada para no complejizar mucho las cosas. Un enemigo externo a quien echar la culpa. En la Alemania nazi lo llamaban “la puñalada por la espalda” cuando se hizo popular responsabilizar de todos los males de Alemania a los judíos. En la España franquista la culpa se la echaron a los “rojos” buscando incluso el llamado «gen rojo» , que el franquista doctor Vallejo Nájera buscaba en sus experimentos con personas del bando republicano, como origen de todos los males. Ya más cercano, en  Euskadi, el proyecto totalitario de ETA donde esa culpa recaía en «los españoles o lo español». El denominador común es crear ese “enemigo a batir” que justifique un proyecto totalitario.

Y quizás es aquí donde esté una de las claves. El pensamiento dogmático y supremacista, es decir, el que quiere imponer a toda costa su mirada sobre el mundo, tiene ese interés de que lo que te cuenta lo sientas como una verdad absoluta. De que si ves a una persona con apariencia magrebí, por ejemplo, en seguida se te active esa alarma que te dice casi sin pensar “Alerta, peligro, amenaza” y ya dará igual toda la parrafada que yo te haya soltado sobre intersecciones, valores, identidad, simbolismo, convivencia y demás, para ti será ese enemigo a batir para proteger esa mirada del mundo que crees la buena (y que puedes ver representada en unas siglas, religión, bandera, ideario, etc…). Y así, sin darnos cuenta nos convertimos en pequeños fascistas / totalitarios que no vemos a la persona, sino lo que para nosotros representa en función de como hayamos construido ese edificio identitario en el que habitar y que luego deberemos encajar en una arquitectura de lo común (que es la democracia). Quizás por eso se la prostituya hablando en su nombre, o en el de España (por ejemplo), o se instrumentalice la condenable paliza, de un señor en Torre-Pacheco, relacionando migración con delincuencia de forma interesada  y encontrando esa “puñalada en la espalda” que tanto necesita el fascismo para apuñalar de muerte la convivencia y la democracia.

Te dejo esta poesía escrita a vuela pluma;

No sobran inmigrantes, sobran racistas

Se desprende la retina
de la pagina sin memoria
de las voces clandestinas
atrapadas en la historia
La gloria de los vencedores
sobre altares de cuneta
el último de los nombres
el primero de la lista
Las calles por donde ahora corres
están nombradas con la herida
abierta ….
El surco de la alambrada
esta hecho con las huellas
bajo arenas movedizas
y devoluciones en caliente
sobre el obituario de las vidas
al candil de la corriente
Pégame un tiro en la frente
para que no quede dudas
de que habitan en mi mente
los fantasmas de la lluvia
que te deja en carnes vivas
en el punto de partida
de un paraguas sin varillas
esparcido por el viento
sin orden de alejamiento
dame tiempo
para colocar las cosas
si en los pétalos de rosas
habitan los cementerios
si en el ceño del fruncido
vive el miedo que has tenido
a qué el cielo de tu boca
precipite la tormenta
las plazas están desiertas
a la hora de los himnos
las banderas dan la vuelta
para hilvanar mortajas
y la esvástica se muestra
en las vidas cotidianas
Como si los años 30
tuvieran una cuenta en Instagram….
Cuando llaman a la.puerta
y miras por la mirilla
al otro lado tú vecina.
te recuerda :
«Te has dejao las llaves puestas»
y se despide con una sonrisa bajo el velo…
Mientras tu retina
se coloca de nuevo
en el lado correcto
de la historia …
dejé encendida la “vitro” de la cocina…
otra vez , si no fuera por la vecina….

«No sobran inmigrantes, sobran racistas»

Autora: Tú misma

Nota: Amina, Juan, Abdel o Lucía podría ser los nombres de ese vecino/a

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