Un violonchelo de 1715 pasea por Santander. La noche del domingo asombró con música de Schumann y Holliger interpretada por Christoph Richter. Un lujo.

La gente de los “Encuentros de Música y Academia de Santander” anda paseando por sus calles y por lugares de la región con historia (palacio barroco de un eminente violinista, un antiguo casino o una casa solariega con fantasma). Un encuentro -el XXIV- que para parecer moderno y contemporáneo elige el Centro Botín como marco para armónicos maridajes. El pasado domingo lo descubrió un gran violonchelista que maravilló con un violonchelo de 1715 tocando música del siglo XXI.
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La Noche de Heinz Holliger – Centro Botín – 20 de julio – 19:00 horas

Algunas veces un concierto está precedido de las explicaciones oportunas e inoportunas de algún especialista musicólogo, esa persona que conoce a los compositores como si fueran amigos suyos desde la infancia (comentario que se aplica a genios infanto-juveniles como Mozart, Beethoven, Mendelssohn o nuestro Juan Crisóstomo Arriaga, que vivió solo veinte años). La presentación de Heinz Holliger (nacido en la “ciudad promedio” suiza de Lagentahl en 1939), oboísta y compositor vivo a sus 86 años, fue hecha como un “prodigio de la naturaleza”. Holliger es un destacadísimo intérprete del oboe, compositor de música incidental a los catorce años y de sonatas a los dieciocho, director de muchas orquestas. No pudo asistir a su homenaje en Santander, algo que anunciaron los presentadores del acto.

Un buen amigo suyo (de Holliger, un poco también de los presentadores) contó sus encuentros y momentos compartidos. El violonchelista Christoph Richter (Bonn, 1957) compartió paredes de habitación con Holliger en un hotel de ensayos musicales, algo que les hizo camaradas para siempre. Richter ha tocado y grabado muchas de las obras de su compañero. La noche de hotel juntos -y separados a la vez- tuvo a Robert Schumann (1810-1846) y unas piezas de fantasía como motivo de ensayo y luego interpretación.

Estas Fantasiestücke op. 73 y unas Fantasiestuck y Recitativo passionato (obras de Holliger de 2001, una auténtica odisea especial) fueron tocadas con delicadeza, solemnidad, precisión y magia por Richter que -sorpresa no dicha, pero sospechada- tocaba con un violonchelo Matteo Goffriller de 1715, joya veneciana que ahora sonaba música del siglo XXI. Una delicia la conjunción romántica con Schumann y metalingüística con Holliger. Lo mejor de una velada con alumnos destacados del encuentro que lucieron su esfuerzo y dominio del oboe (Reynard A. Simanjuntak, Indonesia, 2003) o del piano (Abel Hox, Paises Bajos, 1998, un legítimo sucesor de Rachmaninov con manos que abarcan una octava y media, o casi).

Christoph disfrutó con su pequeño homenaje en el tiempo a su amigo. Los espectadores salimos maravillados. El sábado intérprete y violonchelo vuelven a aparecer. Búsquenlos en el Palacio de Festivales.

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