La educación como un valor superior. Eso es lo que emergía como uno de los argumentos principales de una protesta que ya se está convirtiendo en un clásico de la Semana Grande de Santander.

Por un lado, la educación necesaria para entender qué es lo que sucede en un festejo taurino. Un tipo de evento que se ha subrayado, hasta la saciedad, que es un elemento cultural, folclórico, tradicional y hasta un espectáculo que está aparejado a nuestra forma de ser como sociedad y nación. Aunque no deja de ser un evento en el que mueren seis animales.

Ya se ha señalado suficientemente que la educación no supone, únicamente, dominar las matemáticas, aprender a utilizar la lengua de una manera correcta o hacer ejercicio, sino también es una cuestión de relacionarse con un entorno donde te encuentras, constantemente, con seres vivos de otra especie. Lograr un equilibrio ayuda a una cierta armonía.

Pero también es importante la educación para relacionarnos entre los seres humanos. Esto parece que se está convirtiendo en un reto. La polarización política está llevando a normalizar discursos que son lo contrario a la armonía, porque se expresan con gritos o con muchos puntos exclamativos, y que incluyen insultos o una pretendida discriminación.

Este viernes era habitual ver gestos despectivos, como el levantar el dedo medio de la mano, por parte de quienes iban a entrar a ver la corrida de toros, hacia los manifestantes. Afortunadamente, no hubo ningún altercado, en parte por la presencia de la Policía Nacional como dique de contención.

Los activistas no paraban de gritar consignas constantemente. Afeando al Ayuntamiento todos los esfuerzos que hace por mantener viva la Feria de Santiago, como si no pudiese rebajarse lo más mínimo el altavoz de promoción para que quede claro que es una seña de identidad principal del Consistorio. Teniendo en cuenta que el evento dura poco más de una semana. “Sin subvenciones no sois nada”, “no con mis impuestos”, “fiestas sin sangre”, o “tauromaquia abolición” fueron algunos de los cánticos.

Por un lado, las entradas que se regalan, un número desconocido, pero que sirve para presumir del supuesto éxito de la Feria por la cantidad de público que acude a la Plaza de toros. Pero, sobre todo, afeando la promoción de la tauromaquia entre los niños. A nivel de formación en escuelas taurinas y de promocionar su asistencia a las corridas de toros de la Semana Grande. Y este año, hasta con álbumes de cromos.