Juanjo Viota

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Cuando le hablo a mis alumnos sobre los lugares de memoria, les explico la importancia de saber la historia que hay detrás de los nombres de las calles, de las plazas y monumentos. Porque a la vez esas calles, plazas y símbolos de alguna manera nos representan, configuran nuestra identidad.

Siempre está presente el debate entre el significado simbólico de estos lugares y la relación que guarda con la Historia, el porqué estos lugares se llaman así, si siempre fueron nombrados de esa manera, o no, y porqué. Este debate es fundamental para entender el espacio público como un edificio donde convivir, que está en continúa construcción, y que nombrarlo de una u otra manera obedece a los intereses y valores de quienes decidieron poner esos nombres ahí. Es decir, cuando se decide que una calle se llame de una u otra manera se hace porque quiere honrar y dar un reconocimiento a una persona o hecho determinado, porque siente que representa los valores de la sociedad en la que quieren vivir. Por eso este tipo de nombramientos nunca es neutro, ni casual. Porque detrás del nombre de una placa hay una persona, una historia, un hecho concreto que quiere ser reivindicado, porque de alguna manera se considera que deber ser reivindicado. Y en los motivos, en el cuadro que se dibuja, están también los trazos, los colores, las luces y sombras, el modelo de sociedad que quieres construir, sus valores.

Conscientes de que muchas veces pasamos por estos lugares sin conocer lo que hay detrás de esos nombres, siempre cabe la posibilidad de que alguien se pare, lo teclee en su móvil y aparezca con todo lujo de detalles la información en cuestión. Al hacerlo asociamos inevitablemente el lugar en el que estamos a la persona o hecho que lo nombra y queda marcado por lo que ese nombre representa estableciendo así un principio de legitimación de su valor histórico, de su impacto en la historia, de su su vida y obra.

Es un debate abierto que no siempre acaba en consenso en el aula, de lo que me alegro, pues se trata de que el conocimiento sirva para estimular su pensamiento crítico e independiente. También los hay que prefieren ir desnudos, o que se ponen lo que les digan, sin darle más importancia. Aunque esa postura puede tener sus inconvenientes, le comento a mis alumnos. Una ciudad que quiere sentirse orgullosa de sus valores y de sus principios se puede vestir de muchas maneras y sus vecinos tienen en sus manos un arma poderosa para reivindicarse, para reconocerse en el lugar de la historia que les haga mejores, que les sirva de ejemplo. Eso no significa que al hacerlo se omita o elimine parte de la historia, simplemente significa que no quieres que esa parte de la historia te represente, quieres conocerla y aprender de ella, eso siempre, pero no convertirla en ejemplo de nada levantando un monumento en su nombre.

Porque el espacio público es un lugar de encuentro y convivencia, un espacio ético y moral, en constante revisión y construcción como dice el historiador Pierre Nora. Nombrar una calle, poner una placa, es hacer memoria desde lo cotidiano, es honrar por sus méritos, por su ejemplo, por su valía, por su corazón, por su arte, por todo lo que hizo en vida; es reivindicar la huella que dejó como espejo donde mirarnos. Una forma de devolverle todo lo que él dio, una forma de decirle; sigues con nosotros, no te vas a ir nunca. Y cuando pasemos por esta calle te saludaremos, nos acordaremos de ti, no sentiremos orgullosos y agradecidos de haberte conocido, seguirás vivo porque formas ya parte de esa memoria colectiva compartida de esta ciudad. Un lugar de encuentro donde encontrarte. Un cuadro inacabado que se va creando con los trazos de tu recuerdo. Es reivindicar la historia de la vida cotidiana, como dice el profesor Lluis Castells.

Cuando sin apenas conocernos me dijiste “coge los cuadros que quieras y úsalos si son para una buena causa, que más valor puede tener una obra”,  y eso desde una cordialidad y cercanía revolucionaria. Este es mi pequeño recuerdo que quiero compartir, que me acercó tanto a ti y que nos trajo más encuentros y conversaciones, más anécdotas y todas transitadas por esa frase. Por eso si alguien se merece un homenaje así eres tú, querido Juanjo. Porque si esta ciudad se quiere nombrar a sí misma nombrando sus calles, plazas,  monumentos o itinerarios de los ilustres, no se me ocurre nadie mejor del que sentirse orgullosa, en el que intentar verse reflejada, y digo intentar porque ser tan buena gente como tú lo veo difícil. Si lo lees seguro que pensarás que soy un exagerado, pero cada vez que hablan de ti Emma o Carlos, (hablo de ellos porque son a quienes más conozco de tus seres queridos) me doy cuenta de que no exagero, de que me quedo corto. De que esta ciudad siempre estará en deuda contigo. De que ese trazo, ese talento, ese ejemplo, esa profunda humanidad son los valores que quiero enseñar y que siguen presentes gracias a quienes tanto te quieren y te echan de menos.

NOTA: Mañana, viernes 1 de agosto, a las 11:00 de la mañana, se colocará la placa conmemorativa (“Ruta de los Ilustres”) en homenaje al pintor Juanjo Viota, en la calle Nicolás Salmerón 3, en Santander.

Imagen cedida por Emma Meruelo.

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