FIS 2025 1: Inauguración saltarina con inquietos bailarines -Ballet Junior de la Ópera de París- y un marco histórico nuevo con flautista de… Milán

Fotografías: Julien Benhamou/OnP
Ballet Junior de la Ópera de París – Sala Argenta – 1 de agosto – 20:00 horas
Los conciertos inaugurales del FIS tienen una dinámica curiosa: autoridades, patrocinadores y gentes importantes lucen sus mejores galas (más en un día muy y mucho francés). El de este año tuvo su protocolo, sesión de fotos y toma de posesión del palco. Sentados todos, pudo comenzar el espectáculo.
La apuesta de apertura de esta edición era atrevida: un ballet casi juvenil (los franceses llamando “¡Junior!” al ballet más nacional) con un director de danza español al frente -el bailarín y coreógrafo José Martínez, Cartagena, 1960- y cuatro variadas presentaciones, tres coreografías conocidas y una cuarta novedosa. En orden de aparición programática: primero George Balanchine -un ballet más clásico-, luego Maurice Bejart -un ballet más contemporáneo-, tercera Annabelle López-Ochoa -un ballet innovador- y finalmente José Martínez -un ballet con muchos maridajes y buen humor-. 17+1 bailarines en escena, algo comentado en directo pero que no se supo la causa hasta después: hubo una baja por lesión que alteró la segunda y cuarta coreografía. Músicas de los siglos XVIII y XIX, con añadidos de algún entorno acústico (forma de decir que se oyen sonidos que Schubert no compuso). Alineaciones:
1- “Allegro brillante”, Chaicovski y su “romanticismo ruso expansivo” del Concierto para piano nº 3. Ocho bailarines comenzaron unas evoluciones muy geométricas, simétricas, llenas de técnica que parece sencilla, sin esfuerzo aparente. Una entrada con sabor a calentamiento.
2- “Cantate 51”, Bach la tituló “¡Aclamad a Dios en todas las naciones!”. Una cantata muy espiritual, que Bejart centró en la Anunciación a María y que los percances redujeron de ocho a dos los bailarines. Pero, ¡que pareja!, capaz de trasmitir la intensidad del momento y emocionar con sus evoluciones. Un dúo con un bailarín español para seguir: Jaime Almaraz Baizán.
3- “Requiem for a Rose”, Schubert y percusiones modernas. Una pieza que deslumbra por la belleza plástica de sus ejecuciones, por la perenne rosa de la solista, el vestuario pétalo de sus compañeros y unos latidos que marcan pasos a dos, grupos de cuatro y seis, giros y composiciones atrevidas. Perfección y hermosura.
4- “Mi favorita”, Donizetti y retazos de su ópera más española de amoríos medievales. Final de fiesta danzante con muchos cambios: solistas, dúos que se besan o reciben un sonoro tortazo, cuerpo completo -menos uno- feliz. Alegría y humor como gran cierre.
Parece que la Ópera de París ya tiene una escuela de jóvenes talentos que genera estilo diferenciado y ganas de explorar muchos mundos coreográficos posibles. Gustó, fue muy aplaudido, incluso con interrupciones y bravos. Buen comienzo, apuesta notable, sobresaliente alto.

Fotografía: Pedro Puente/FIS
Giovanni Antonini – It’s as easy as lying – Claustro de la Catedral – 2 de agosto – 21:00 horas
Los conciertos en el claustro de la catedral de Santander son angulosos, es decir en una esquina. Un marco histórico incorporado al FIS que permite escuchar gaviotas, motos y algún estruendo callejero. Un estreno que combinaba un eminente flautista italiano con un programa un poco medieval, un poco renacentista, un mucho barroco. Un título, extraño: “Es tan sencillo como mentir”, algo que se inventó Shakespeare en boca de su Hamlet (1603). Los artistas son así y a Giovanni Antonini (Milán, 1965) no se le oyó ni saludo, ni palabra, ni explicaciones hamletianas. Ser o no ser comprendido, esa era la cuestión.
Antonini es un referente de la música barroca y clásica como interprete flautista y como director de un gran ensemble: Il Giardino Armonico, que fundó en 1985. Una mesa llena de flautas y dos atriles contrapuestos eran el pequeño escenario al que llegó Giovanni tocando una flauta doble medieval en un tema anónimo del siglo XIV. Su digitación era prodigiosa y su maestría fue variando con nueve flautas dulces, de pico y traversas cada una con un tema adecuado.
El programa trascurrió plácido con composiciones de Georg Philipp Telemann (1681-1769), Johann Sebastian Bach (1685-1750),
Jacques-Martin Hotteterre (1674–1763) y Jacob van Eyck (1590–1657), donde la rápida continuidad era la marca de la casa. Solo hubo dos momentos diferentes con piezas del coreano Isang Yun (1917-1995), la primera un canto pastoril incesante en un paisaje chino y la segunda un tema llenó de resonancias sonoras, aunque “The actor and the monkey” fuera un título donde no había monos y sí pájaros (o eso se entendió con las gaviotas colaborando). Poco más de 60 minutos y una propina fue el recital. En el recuerdo queda un gran flautista que solo habla con sus instrumentos. Alguna vez miró al público y pareció iluminársele la cara; no es fácil sonreír (“It’s not easy to smile”, algo que no dijo Hamlet, pero lo pensó).