OPINIÓN

Guerras, genocidios y campos de golf

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Actualmente hay entablados en el mundo más de 50 conflictos armados, que se libran en otros tantos países. No son meros conflictos, pues de serlo, se dirimirían dialécticamente, con el diálogo, con la palabra, con la diplomacia. Si el conflicto es armado, las bombas, los cañones, las balas, han destruido toda dialéctica, y con sus cenizas se ha transustanciado el conflicto en guerra. O sea, actualmente en el mundo se están librando más de 50 guerras. De muchas de ellas, de casi todas, apenas tenemos noticias, pues apenas nos las dan, y es como si no contara con sus genocidios.

Será porque nos cogen más a mano, por lo que, de dos guerras, que tienen mucho de invasión, nos hacen partícipes, con imágenes en movimiento y todo. Una es la que tiene como campo de batalla Ucrania, tras la invasión rusa. La otra, ni es un conflicto ni es una guerra, es un genocidio.

En ambas situaciones bélicas, cada una con su grado de barbarie, la segunda en su grado máximo, que quiere ir a más, está presente un personaje, que parece querer acabar con ellas, pero que lo que pretende es utilizarlas para su servicio. So pretexto de la amenaza de que “viene Putin”, ahí tiene a toda Europa, encabezada por el pelota supremo, Secretario General de la OTAN, dispuesta a comprarle armamento en cantidad suficiente como para afrontar también una, igualmente inverosímil, invasión alienígena, procedente de todas las galaxias. Soy de los que echan de menos el Muro de Berlín, por cuanto que es preferible un equilibrio inestable a un desequilibrio, por el que, si la Tierra fuera plana, más de las tres cuartas partes de la humanidad habría sido arrojada por sus bordes, aunque siendo redonda también están siendo figuradamente arrojadas a las afueras de la historia. Y donde esté una “Guerra fría”, que se quiten más de las 50 calientes, repartidas por el mundo. Y ese personaje, del que les hablo, ha perfeccionado su plan con su particular guerra comercial, por bombas aranceles, sin salir de una de sus suntuosas casas, la que tiene en Escocia, de donde su familia emigró a EEUU, sin que hasta ahora haya sido deportada. Más verosímil que Putín invada Europa es que ese personaje, con las ganancias por venta de armas más las sisas de los aranceles, la convierta en un gigantesco campo de golf, en el que tenga esclavizados como cadys, en agradecimiento por los servicios prestados, a los que ya habría cesado como dirigentes de países soberanos, o que se creían haberlo sido, soberanos, digo. Y contrataría a la ciudadanía europea como mano de obra barata.

Y el genocidio. Para el personaje, que es el mismo, que dice querer acabar con él, es imprescindible que continúe, y a ser posible que sean todos los gazatíes asesinados, cuantos más niños, mejor, para que no puedan molestar en el futuro. Cuando el personaje le pide al matarife que permita la entrada de un poquito de comida, está reproduciendo esas escenas cinematográficas en las que el malo libera a un prisionero, que sale corriendo y, recorridos diez metros, recibe un montón de balazos en su espalda. El personaje tiene prisa en que el genocidio cumpla con su naturaleza de no dejar vivo ni a uno, para que él cumpla con su capricho de acumular más hoteles y más campos de golf donde hoy es deporte de riesgo acercarse a un saco de harina, y que, así, el mundo sepa y vea que un “par” bien vale miles y miles de vidas.

Mientras la ciudadanía europea, una parte, expresamos, de todas las maneras que podemos -manifestaciones, concentraciones, firmas, escritos como este, actos y actuaciones variadas-, con tanta convicción como ninguna eficacia, el sentimiento del horror, que mueve nuestros cerebros, conmueve nuestros corazones y remueve nuestras entrañas, los mandatarios, en precario, vencidos y humillados, aparentan revolverse como gato panza arriba, ya que, como personas, han perdido la compostura, y maúllan, lo que más parece una amenaza infantil: vamos a reconocer el Estado palestino, hala, antes de que quede sin efecto, tal Estado, por falta de ciudadanos.
Cuando el personaje del que les hablo tenga sus nuevos campos de golf allí donde los quiere, el matarife, de quien también les hablo, será contratado como guardaespaldas, con licencia para matar. Los dos se irán de rositas.

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