Se desarrolla en la Semana Grande de Santander, pero no forma parte de la programación oficial. Es un evento alternativo, con todas las letras. Y con toda la voluntad de ser algo local, pero que no puede evitar miradas más lejanas.

Un año más, el Centro Social Smolny y el Colectivo Julio Vázquez formaron sinergias para algo que no tiene nada que ver con los ámbitos en los que se utiliza esa palabra más habitualmente. Aquí se trata de hacer algo que deje un poco de huella entre quienes se acercan. EL FARADIO pudo vivir el evento al completo y ha recopilado varias imágenes para dar una idea de lo que fue ese sábado de Teresuca, junto a cientos de personas.

Siempre es un lugar de encuentro. Es un lugar al que se puede ir sola, porque te encontrarás con gente conocida con la que volver a abrazarte, mucho o poco tiempo después.

Desde luego, es para todos los públicos, porque tiene propuestas para contentar a cualquiera. Ya sea porque haya una charla de la Asociación Apapachando, un cuentacuentos de Nahúm Cobo, un taller para aprender a hacer una RCP, que te eches unas risas con una versión santanderinizada de una canción conocida a cargo de Bolas y los Bolardos o porque puedas vibrar apasionadamente con la velocidad de The Pulsebeats.

El Parque Jado ha sido el lugar escogido por tercer año consecutivo. El año pasado se quedaron a medias. La lluvia apareció por la tarde con la suficiente virulencia como para tener que cancelar varios de los conciertos que había programados. Aquí no hay un gran presupuesto que pueda permitir la colocación de carpas, por lo que se está siempre mirando al cielo para que no estropee un evento tan especial.

Siempre hay lugar para la solidaridad. De hecho, la entrada consiste en llevar alimentos no perecederos, que después se reparten entre las familias más desfavorecidas de la zona de Entrehuertas.

Pero esa conciencia local, la de un festival donde los organizadores y los participantes de todas las actividades y los conciertos tienen su base en Cantabria, también miraba hacia Palestina. A través de todo tipo de carteles y camisetas, pero también con discursos, entre concierto y concierto, de los que hacen darle una vuelta a lo que se está viviendo en Gaza en los últimos casi dos años. Llamar a las cosas por su nombre y hacer que la gente no se olvide ni mire para otro lado ante un genocidio.

Son cuatro ediciones ya, con un espíritu de cultura de calle, cultura de base y reivindicación de que hay cosas que podrían y deberían funcionar mejor. Y eso es lo que se puede ir tejiendo durante todos los meses que quedan para volver a encontrarse en el Teresuca Fest.