FIS 2025 2: Al Ayre español y al Ayre asturiano: el astur Rodrigo Cuevas junto al llar, el ‘aragonés’ Scarlatti junto a un ensemble muy maño y un contratenor gaditano

Fotografías: Bernardo Baragaño/Vértigo Estudios
Rodrigo Cuevas – Al pie del llar – Sala Pereda – 2 y 3 de agosto – 20:00 horas
El día que nació Rodrigo Cuevas (Uviéu, 1985), qué planeta reinaría que le puso bajo la protección de las musas de la música y de la danza, que en su celestial Olimpo nunca pensaron que el guaje iba a bailar en teatros y escenarios con madreñes (almadreñas), cantar con una montera picuna como sombreru o actuar como agitador cultural en el FIS 2025, una apuesta por la modernidad folclórica y vital del también astur Cosme Marina -director del festival- que llenó dos días seguidos una sala con ganas de solazarse.
Un concierto de Rodrigo es todo un espectáculo multidisciplinar y sensorial, de los pies a la cabeza. Escucharle falar y cantar es toda una clase práctica para aprobar el C1 de asturianu, esa llingua romance tan pegajosa propia de Asturies que esta vez mezcló con el gallego y el eonaviego, la faba del occidente asturiano. Se le entendía siempre, sobre todo en lo más coreado en la noche: “Fame que teño, ¡vaia por Dios! No sei se é fame ou será tos. Entra pola boca e sae polos pés. Porque este mundo foi feito al revés”. Una fame muy cercana en la España de la posguerra y que no se entiende que ahora sufran millones de gazatíes: el mundo está hecho al revés.
Con amores en Cantabria y actuaciones anteriores memorables (ese día en que pudo contar a todos los espectadores sin problemas porque no llegaban a la docena), Rodrigo se presentó en la sala Pereda acompañado de su guitarra y un piano. Desde bambalinas entonó Serranita mía con voz timbrada y ganas de hacerla ampliar en la caja de resonancia del piano. Piano que usó para acompañar La mujer del seronero, un fandango adaptado. Ya estaba encantando al público cuando empezó a hablar, falar y platicar, con algún reproche al tibio respetable: “Madre, que pocas ganas de vivir”. Pero fue fugaz: nueve temas más con muchos romances, coplas de ciegos, habaneras y canciones de cesteiros, generaron entusiasmo, coros con cientos de voces y un puñado de valientes que aportaron cuartetas propias a Un francés vino de Francia, tema que desde el escenario dedicó a los STV (Santanderinos de Toda la Vida).
Un concierto lleno de salud mental y física. Hora y media de música llena de vitalidad, de un artista cada vez más completo que sabe llegar a los corazones con las voces renovadas de la tradición y un agudo humor al pie del llar (virtual en escena). Reclamado (“¡Generoso!”, se oyó a alguien conocedor y alborozado), hubo un bis entrañable y triste, composición suya para que “cuando sea vieja pueda seguir recordándola”: Rambalín, la historia de vida y muerte de un pescador y transformista de Cimadevilla, alma del barrio xixonés, asesinado en 1976. Cierre de una velada donde la alegría estuvo en todas las caras y cuerpos: “Sobrevivimos gracias a la cultura, no al dinero”. Necesitamos más Rodrigos Cuevas que nos animen a cantar y a enseñar romances a hijos, nietos, vecinos y STV varios.

Fotografías: Pedro Puente(FIS
Al Ayre Español + Bruno Campelo – Iglesia de Santa María de Toraya, Hoz de Anero – 5 de agosto – 20:30 horas
Hay iglesias en Cantabria con una acústica excelente que son uno de los mejores lugares para escuchar solistas o música de cámara en la cercanía (eso sí, amarrados al duro banco de una madera necesitada de almohadones). La iglesia parroquial de Santa María de Toraya en Hoz de Anero fue la elegida este FIS para un concierto donde músicas y capillas eran coetáneas (siglo XVII, también con cambalaches). Iglesia llena de Acebedos, los mecenas del templo, presentes en capillas con un coro lleno de grifos y sirenas, mascarones enlazados por guirnaldas y hojarasca. Oír música y ver arte.

Alessandro Scarlatti orgulloso y sonriente
La tarde era soleada, lo que realzaba a la virgen que preside el retablo central con iluminación natural. A sus pies cuatro atriles y un órgano. Afinaciones múltiples de un cuarteto de cuerda que notaba en sus instrumentos humedades nada relativas. Eran -son- Al Ayre Español, un ensemble fundado en Zaragoza en 1985 por Eduardo López Banzo que sigue al frente como director y organista del grupo. También alguien muy didacta: “Me acuerdo cuando en Bachillerato se estudiaba en historia de la música a Alessandro Scarlatti, el napolitano (nacido en Palermo) que puso la ópera en Europa. Pero no oíamos ni una sola nota de sus obras”. Ahora, el concierto estuvo dedicado al tercer centenario de su fallecimiento (1660-1725) con el titulo de uno de sus motetes: Infirmata, Vulnerata (muy alegre no parecía el nombre elegido: enfermos, heridos).
Scarlatti padre (su hijo Doménico también es famoso compositor) fue un músico magistral, un poco desconocido pero esencial para entender la música del XVII. Le dijeron “el grande”, entre el mar y el fuego (con ese Nápoles donde vivió y murió con el Vesubio cercano) y por lugar de nacimiento era español de la rama aragonesa cuando Sicilia era virreinato. Y grande fue el concierto donde el homenajeado convivía con otros compositores de la época: Lelio Colista, Arcangelo Corelli y Carlo Ambroglio Lonati.
Se sucedieron breves sinfonías y sonatas que mostraron un conjuntado grupo, dirigido con alegría (incluso sin necesidad de tocar ese bajo continuo que es el órgano) y con cada pieza expresando corporalmente alegría y ritmo (Alexis Aguado al violín, músico de la Orquesta Sinfónica de Granada, fue un compendio de animación y gestualidad). Kepa Artetxe comedido y seguro con un segundo violín, Aldo Mata virtuoso al violonchelo, Xisco Aguiló seguro y con toques modernos en su contrabajo. Y llegó el centro de la tarde: los motetes de Scarlatti cantados por el contratenor gaditano Bruno Campelo. Cantados con brío, se fue percibiendo la propia animación del gaditano cuando se llegó al ‘Semper ardеns, semper spirans’ final, el bis del grupo. Ensemble y cantante inspirados y ardientes.