FIS 2025 4: Dos noches muy especiales de un FIS extraordinario. Orquesta NCPA venida desde Pekín y Coro ‘El León de Oro’ venido de Asturias. Superlativos ambos.

En medio del mes del FIS -agosto- estaban programadas dos “joyas” especiales, dos conciertos únicos cada uno con su historia. La del domingo 10 fue conseguir la actuación en España de una orquesta china de calidad global y presencia apabullante. El martes 12 fue un viaje al pasado en una cueva con estalactitas excéntricas que te observan y disfrutan con músicas a cuatro y ocho voces. Fueron dos noches mágicas en muchos idiomas: ¡Alleluia! (哈利路亚).
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Fotografías: Pedro Puente/FIS

El León de Oro – La luz de la fe – Cueva El Soplao – 12 de agosto – 21:30 horas

Elegir la cueva de El Soplao, allá por las alturas de Rionansa, como Marco Histórico (casi Marco Prehistórico) para un concierto es ofrecer todo una vivencia única y excepcional. Los afortunados espectadores que llenaron la Sala Gorda (sí, así se llama la cavidad que recuerda las primeras palabras del espeleólogo que la descubrió) pudieron ver lo que antes llamaban un ‘espectáculo de luz y sonido’: las coloridas luces resaltaban las formaciones de estalactitas y el sonido lo aportó uno de los mejores coros españoles con resonancia (en sus muchas acepciones) internacional. El León de Oro es una agrupación coral asturiana que tiene 28 años detrás; madura, profesional, con repertorio amplio, discos grabados, temporada propia y un director con conocimientos y cariños cuantiosos: Marco Antonio García de Paz.

El programa de la cavernosa tarde -‘La luz de la fe’- quería trazar un viaje espiritual a través de la música coral de distintas épocas y estilos. Además, con motivo del 500 aniversario (quingentésimo) del nacimiento de Giovanni Pierluigi de Palestrina (1525-1594), tres de sus obras iban a abrir el concierto.

Antes, espectadores y coralistas tuvieron que recorrer la antigua mina, zigzaguear por su túnel de entrada y aparecer en la gran y gorda sala a una temperatura de 14 grados (humedad del 100 %, es decir absoluta). Entre el coro y el público un lago sobre el que en un gran saliente se asentaron los 28 cantantes, 15 hombres y 13 mujeres, y su director. Afinaciones y música: Palestrina a cuatro y, cambiando lugares, a ocho voces. Una delicia: ¡Gloria! Siguieron piezas que con el mismo texto enfrentaban compositores; así O lux beata Trinitas lució en las voces masculinas creadas por Felix Mendelssohn (1809-1847) contrapuestas poco después a las notas de otro O lux beata Trinitas creadas por Andrej Makor (1987).

El grupo, fiel a su dinámica coreográfica, se repartió longitudinalmente en una larga fila -escalera por medio y alturas diferentes- para interpretar a autores modernos -Jesús Gavito, Luigi Molfino-, y cerrar con Eric Whitacre (1970). Cierre que pedía más belleza y la hubo: el Regina Caeli (1581) a ocho voces de Tomás Luis de Victoria y el Dies Irae del Requiem de John Trotta (2024), una pieza de exuberantes armonías y melodías exquisitamente cantadas. Coralistas felices y denodadamente aplaudidos en su retorno por el camino minero ahora de salida. Esplendor polifónico en un marco resplandeciente (y con gotas de satisfacción cayendo de las estalactitas).

 

Fotografías: Pedro Puente/FIS

China NCPA Orchestra / Bruce Liu – Sala Argenta – 10 de agosto – 20:00 horas

La noticia llegó hasta los telediarios: Santander iba a ser el único lugar de España donde tocaría una orquesta china de largo nombre nacida en 2010: China National Center for the Performing Arts Orchestra (para entendernos mejor: China NCPA Orchestra). Lleno absoluto en el Palacio de Festivales. Cámaras y reporteros de una televisión china a la entrada filmando detalles y haciendo entrevistas a los muchos espectadores que esa noche sabían chino. El reportaje continuó en el hall y en el interior de la sala: Santander era noticia en Pekín y alrededores. Oriente gusta de Occidente, al menos con una de las mejores orquestas asiáticas que acabaron consiguiendo lo contrario: Occidente se maravilló con la calidad, perfección técnica, versatilidad y conocimiento de Ravel, Saint-Saëns y Qigang Chen de la NCPA.

Impresionan cien músicos orientales en escena, con una edad media cercana a los treinta años, elegidos por la excelencia con su instrumento. Sorprende observar entre ellos/as a algunos que parecen de otras latitudes: un rubicundo organista y un clarinetista valenciano -Jaume Sanchis- asentado desde hace once años en Pekín. Y también impresiona el director de esta orquesta -Myung-Whun Chung (Seul, 1953)-, suave y solemne, gestos amables y medidas acometidas, sonrisas y complicidades en un rostro expresivo. Cautivó con detalles como dirigir sin partitura más de la mitad de la noche o esa batuta de madera de olivo de Provenza hecha con sus manos.

Empezaron sonando las percusiones y el arpa (femeninas) de Wu Xing (“Cinco elementos”), una delicada suite de Qigang Chen (1951) sobre los cinco elementos que constituyen el universo chino: metal, madera, agua, fuego y tierra. Un regalo armónico que mostró sonidos que envolvían el alma, a veces despertada por algunas trompetas bien empastadas con una orquesta ya en gracia. Bien dispuestos ya para escuchar el Concierto para piano y orquesta en sol mayor de Maurice Ravel (1875-1937) con el pianista canadiense de padres chinos Bruce Liu (París, 1997); una pieza con muchos ritmos que mostró entendimientos cercanos entre intérprete y director. Extrañó el asiento de Liu: no eligió una banqueta de pianista, sino dos sillas normales, una encima de otra más un cojín final (¿?). Bruce, un ídolo casi juvenil, quiso alargar su presencia con un bis tocado con pasión, dulzura y maestría; Chopin ha sido su compositor preferido y su dominio del Nocturno núm. 20 emocionó. Primeros y merecidos bravos. Fin de la primera parte.

La segunda parte -con algunos cambios orquestales- fue la Sinfonia Nº 3, op. 78 (“Sinfonía con órgano”) de Camille Saint-Saëns (1834-1921) donde la orquesta mostró sus grandes cualidades: cuerdas capaces de lograr pianísimos increíbles mientras metales y maderas se lucían en momentos solistas. El estallido del allegro final impresionó: perfecto y con un Chung en éxtasis. Más y merecidos aplausos que llevaron a una joya escondida como propina, bien preparada y pensada para públicos ibéricos conocedores: ‘Les toreadors’ de la Suite de Carmen n. 1 de Bizet (1885). Apoteosis china y santanderina.  Noche del FIS memorable. “Bravissimi, ragazzi cinesi”.

Bruce Liu: Un par de sillas y un cojín

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