La mamá docente

||por Isabel Crespo Ruiz Profesora de servicios a la comunidad en Cantabria, mamá y socia del AMPA||
Tiempo de lectura: 3 min

Amanece y una mamá docente comienza su día. Mientras cambia un pañal, revisa mentalmente la clase de la mañana; mientras prepara un desayuno piensa en los deberes que debe corregir; mientras acompaña a sus hijos o hijas al colegio se preocupa de ese alumno que no está como siempre. Pañales y libros en las manos, hijos, hijas y alumnado en la cabeza. Esa es nuestra realidad: siempre aprendiendo, siempre enseñando, siempre cuidando.

Desde ese lugar, cuando una mamá docente decide hacer huelga, lo hace con reflexión. No es un acto impulsivo ni un capricho: es una manera de cuidar la educación pública, y con ella, el futuro de todos los niños y niñas.

Como madres conocemos bien lo que significa conciliar. Los horarios parecen imposibles, las tareas se solapan y a veces sentimos que corremos contra el reloj. Como docentes, sabemos que unas condiciones laborales adecuadas son esenciales para poder enseñar con calidad y acompañar a los alumnos como merecen. La conciliación no es solo un beneficio personal: es una pieza clave para que la educación funcione y para que los niños se sientan atendidos y acompañados.

Las mamás docentes también conocemos la realidad de las aulas. Vemos plantillas que cambian constantemente, falta de recursos y apoyos, aulas con muchos alumnos que requieren atención individual, colegios rurales que corren el riesgo de cerrar. Todo esto nos recuerda que la educación pública necesita cuidado y compromiso. La igualdad de oportunidades que esta garantiza no puede depender de la suerte ni del esfuerzo individual de cada docente.

Como miembros del AMPA, reflexionamos con otras familias sobre lo que realmente necesitan nuestros centros: personal suficiente, materiales adecuados y espacios adaptados a la sociedad actual. No se trata de si podemos permitirnos invertir, sino de qué prioridad damos a la educación de nuestras hijas e hijos. La experiencia demuestra que cuando interesa, el dinero siempre aparece; la escuela pública no debería ser la excepción.

Como madres queremos enseñar a nuestros hijos que los derechos no se reciben, se construyen. Los salarios, las jornadas, los permisos dignos fueron fruto de persistencia, resistencia y lucha colectiva. Participar en la huelga es también una manera de mostrar con hechos que lo importante merece esfuerzo, constancia y compromiso.

Ningún avance educativo o social se logra en solitario. La fuerza de lo colectivo es lo que ha permitido construir la educación que tenemos y la que aún necesitamos. La huelga es una herramienta para proteger ese bien común: una escuela pública fuerte, inclusiva y de calidad.

Las mamás docentes tenemos el privilegio y la enorme responsabilidad de acompañar a las nuevas generaciones en su camino hacia la sociedad. Por eso paramos: para cuidar la educación, para cuidar a los niños, para cuidar el futuro. No lo hacemos contra nadie; lo hacemos por todos y todas.

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