El lado correcto de la Historia
Nadie sabe realmente si lo que ocurrió el 7 de octubre de 2023 fue un punto de inflexión en la Historia de un conflicto que a veces es difícil de rastrear en el tiempo, de incorporar las variables religiosas, identitarias, ideológicas, geo-estratégicas, por supuesto económicas, e históricas. Integrar narrativas, relatos y discursos que llevan décadas construyéndose puede resultar una tarea complicada para quien quiera entender la dimensión del atentado de Hamás en un conflicto que va más allá de esa fecha. Poner el foco en Hamás, que a lo largo de los años ha logrado desplazar el protagonismo que Al-Fatah tuvo en su día, con el sueño del poeta Darwish de crear un estado Palestino independiente basado en la igualdad y la justicia social se parece más a un intento banalizador o justificador del Genocidio. Como si quien protesta lo hiciera reivindicando a Hamás en lugar de denunciar el exterminio de toda una población (lo que debería de ser un mínimo común denominador en toda democracia y en la defensa de los derechos humanos) y la legitimidad del pueblo palestino a ser dueño de su tierra, a poder vivir en libertad, a no seguir siendo víctima de un apartheid y constantes crímenes contra la humanidad.
Por otro lado condenar el atentado de Hamás puede desactivar discursos que necesitan una coartada desmovilizadora que cree un contexto de validación mediante la indiferencia, y la equidistancia equiparadora, en estas periferias que transitamos día a día. Unos atentados que están siendo instrumentalizados por el gobierno sionista de Benjamín Netanyahu para cometer un genocidio televisado, para hacer del hambre un arma de guerra, para saltarse toda la legalidad internacional, para convertirse en el salvador de un monstruo que ellos mismos han alimentado precisamente para beneficiar a quienes han deshumanizado tanto a su vecino que solo quieren verlo eliminado de su imaginario supremacista. De ahí la retórica de la acción-reacción, como estrategia legitimadora, o la del actualizado espacio vital, de cuanto peor mejor para lograr sus intereses, y que considera que todo está justificado, incluida la ocupación sistemática de territorios al precio que sea. Durante décadas esa fórmula ha tenido las mismas víctimas en una “no guerra” porque no es de ejércitos, sino de víctimas civiles, de ocupación, de un estado que usa tácticas terroristas sobre población civil. Antes de seguir, un apunte; recordemos que israelí no es lo mismo que judío y que judío tampoco es lo mismo que sionista. Y ya solo para acabar de fijar el marco de análisis recordemos que Hamás no es el pueblo Palestino ( igual que ETA no era el pueblo vasco ).
Recordemos también que el lenguaje no es neutro, que las palabras importan y son ellas quienes dan un sentido u otro a la realidad que transitamos. Sin embargo, lo llamemos como lo llamemos, los asesinatos siguen, la muerte por hambre e inanición sigue, los desplazamientos forzados siguen, los ataques indiscriminados sobre la población palestina sigue. Nombrarlo Genocidio tiene una implicación política, porque al hacerlo recordamos como el 9 de diciembre de 1948 las naciones unidas firman la Convención para la prevención y sanción para el delito de Genocidio a la que España se sumaría un 13 de septiembre de 1968. Llamarlo así es asumir una responsabilidad política e histórica. Pero esa responsabilidad ética, ese imperativo moral kantiano de hacer algo, no desaparece lo llamemos como lo llamemos. (Curiosamente los puntos de los que dicha convención habla para que un conflicto sea considerado como Genocidio se llevan cumpliendo décadas en territorio Palestino).
De lo que no cabe duda en este mismo momento es de que se está masacrando a la población palestina en una estrategia de limpieza étnica que quiere validarse dentro de una narrativa de pueblo elegido para gobernar esa tierra, de pueblo perseguido cuya única opción es golpear primero. Un antisemitsimo prostituido que usa de forma interesada el capital simbólico del holocausto para cometer crímenes contra la humanidad. Vemos cada día la vulneración sistemática de los derechos humanos, la imagen de cuerpos donde la piel toca en hueso, los vemos ante nuestros propios ojos, está sucediendo ahora. Miles de palestinos asesinados, un pueblo llevado a los márgenes de la historia y la moral. Ninguna de ellas, de esas personas, es responsable de los atentados de Hamás. Si eso lo tenemos claro, si vemos que están siendo víctimas de un Genocidio, si condenamos a la vez los atentados de Hamás ¿Que hace que no te conmueva, que no te indigne, que no te remueva tanto por dentro como para salir a las calle y exigir justicia para el pueblo palestino, que se detenga este genocidio, que se tomen las medidas que sean necesarias para que todo esto acabe? ¿Por qué hay quien pone el foco y criminaliza a quien denuncia esta barbarie? ¿Qué hace falta para que demostremos que hemos aprendido algo y que nos ponemos en el lado correcto de la historia?
Nota: El artículo busca ofrecer un marco de análisis y aproximación moral, consciente de las limitaciones propias de un artículo de opinión a la hora de ofrecer mas datos históricos, geo-estratégicos, políticos, económicos, etc…