Astillero no puede convertirse en la regleta de Cantabria
Semana tras semana, nos vamos enterando, casi de refilón, de nuevos proyectos relacionados con eléctricas que buscan conectar sus molinos con la subestación que tenemos en Astillero. Cada anuncio llega con prisas, con mapas a medias y con documentos que apenas dejan tiempo para revisar, como si todo estuviera ya decidido y solo hiciera falta cumplir el trámite. Mientras tanto, la ciudadanía se entera por los medios de comunicación, por rumores, y los ayuntamientos recibimos consultas cuando los plazos casi han vencido. Esta manera de proceder genera inseguridad, desconfianza y la sensación de que nuestro municipio se quiere convertir en el punto de enganche de media región, con las consecuencias que ello implica.
Algo falla, algo no se está haciendo bien si ahora se están intentando sacar adelante todos estos proyectos con calzador y con prisa, sin que haya habido un estudio energético previo de la región que cuantifique de manera real las necesidades energéticas que tenemos. Sin ese marco, lo que tenemos es un rompecabezas montado a golpes, en el que cada pieza se aprueba aislada sin mirar el dibujo completo, y después es el territorio, nuestro territorio, el que paga los desajustes.
Evidentemente tenemos que avanzar como sociedad y apostar por iniciativas que ayuden a ello, pero tan evidente es o más no hacerlo a cualquier precio. La transición energética no puede convertirse en sinónimo de barra libre para ocupar montes, valles y márgenes de pueblos, ni en excusa para descargar sobre unos pocos los costes que deberían repartirse con justicia.
Las decisiones que se tomen hoy afectarán a las generaciones futuras, por lo que es necesario acertar, o al menos evitar equivocarse. Lo que coloquemos ahora condicionará el paisaje, la salud, la economía local y la calidad de vida durante décadas. Por eso pedimos rigor, tiempo para estudiar alternativas y valentía política para decir esto sí y esto no cuando corresponda. Rectificar a tiempo también es acertar; precipitarse, en cambio, nos encierra en errores muy difíciles de corregir.
Proyectos como Briesa o Benavieja pretenden colocar molinos en lugares emblemáticos y cruzar toda Cantabria con enormes torres de alta tensión, atravesando incluso espacios naturales y entornos urbanos, para acabar conectándose en la subestación de nuestro municipio. No se trata solo del impacto visual, también hablamos de servidumbres, ruidos, riesgos, fragmentación de hábitats, limitaciones para el desarrollo de actividades locales y un efecto embudo que concentra aquí los cables que otros generan lejos. Astillero no podemos aceptar ser la regleta donde se enchufe todo.
Ánimo a la cordura y a la unidad de todos los municipios afectados por los numerosos proyectos que están encima de la mesa, para juntarnos, independientemente de los colores políticos, trabajar de la mano y animar al Gobierno de Cantabria a que busque alternativas. La defensa del territorio no entiende de siglas, requiere coordinación, informes compartidos, asesoramiento técnico independiente y una voz común que exija orden, transparencia y criterios medibles. Solo si vamos juntos podremos sentarnos a negociar con fuerza.
Si el Gobierno de Cantabria no tiene alternativas, nosotros, los ayuntamientos, sí seremos capaces de plantearlas. Tenemos ideas, tenemos voluntad y, sobre todo, la responsabilidad de defender a nuestros vecinos.