Ecoimpostura no es renaturalizar
||Marisa Maliaño Toca. Médica. Master en Salud Pública. Activista de Ecologistas en Acción Cantabria||
La expresión ecoimpostura es la alternativa en castellano a la voz inglesa greenwashing. Se refiere a todas aquellas acciones que pretenden mostrar una imagen ecológica o sostenible, sin serlo realmente.
El retraso en actuar contra la contaminación (salud) y el cambio climático (salud y bienestar) es moralmente recriminable y, además, daña y confunde a la población en la percepción de la importancia de las actuaciones a favor de cambiar nuestros hábitos de vida a más saludables.
Dicho esto, nos preguntamos cuánto de ecopostureo hay en el proyecto del Ayuntamiento de SANTANDER CAPITAL NATURAL. Debemos recordar que en el 2021 este Ayuntamiento, con los votos del PP, VOX Y PRC, se negó a competir por el sello de “Capital Verde Europea”, un sello que ya tiene en España Vitoria, por ejemplo, y que compite ante Europa obligando a mejorar en cinco años, el transporte público, incentivar la bicicleta (no para pasear sino para trasladarse) y facilitar el caminar; aumentar las masas de arbolado en los barrios y potenciar espacios verdes y con biodiversidad; disminuir el tráfico para mejorar la contaminación ambiental (incluido el ozono, el NO2 y las temidas PM 2,5 o menores); gestión de residuos y economía circular.
El Ayuntamiento se negó a participar en este proyecto de fondos europeos, pero al año siguiente presentó ‘SU’ proyecto (2022-2025) para “potenciar los servicios ambientales que ayudan a mejorar la calidad de vida de la ciudadanía de Santander.”
No se pretende despreciar las acciones realizadas en estos tres años, como anillado de aves, bufete libre para aves, o los microespacios para polinizadores; los concursos de naturalización en las escuelas, etc. No. De lo que se trata es de reflexionar si estas intervenciones, con el dinero que ha movido, han cumplido el objetivo de mejorar la vida de la ciudadanía cara al 2030.
Porque a los barrios en donde vivimos, no han llegado esos ‘árboles’ (de apenas 5 cm de diámetro) plantados en las periferias, amontonados y con escasa posibilidades de medrar. No pocos ‘árboles’ de nuestras calles son setos disfrazados de árbol, más mobiliario urbano que árbol y, por ello, no cumplen su misión, hoy urgente, de disminuir la temperatura, filtrar la contaminación, facilitar la biodiversidad, retener agua…
Pero, además de lo dicho, ahora que termina el plan, se está realizando la única actuación de este proyecto en ‘Intervenciones urbanísticas de renaturalización’ en la calle Madrazo, en Cueto, zona Valdenoja. Dijo la alcaldesa hace un mes: “Esta transformación implicará un aumento considerable de la superficie destinada a arbolado, con la plantación de diversas especies de árboles, arbustos y plantas herbáceas destacadas… y para alternar zonas sombreadas y soleadas a lo largo de su recorrido”.
¿Por qué esta intervención (que a priori creemos necesaria), siendo la única del plan, se realiza en este barrio y no en otros (como Castilla Hermida, Cañadio-Puertochico u otros). ¿Dónde está el informe técnico que lo avala? Después nos preguntamos ¿para renaturalizar hay que quitar árboles?
La avenida Madrazo tenía un árbol cada seis metros a cada lado del espacio de la mediana; eso sí, rodeados de cemento y baldosa como es una penosa constante en toda la ciudad. Se están quitando esos árboles. Se han quitado. Calculamos que se han quitado más de 200 ejemplares que llevaban unos 10 años intentando crecer. Dicen que los llevan a Peñacastillo. No se conoce el informe que recomienda este cambio, ni el lugar para su nuevo destino. ¿Por qué? ¿Es julio un momento adecuado para trasladar árboles? ¿Quién o dónde se recomienda para renaturalizar dejar zonas de sol o quitar los árboles? Es posible que quede el aspecto “más de diseño”, pero sigue sin ser “saludable”.
Nos parece que ya es hora – y vamos tarde- de tomar conciencia y exigir un plan de cambio urbanístico que realmente nos mejore la salud. No es cuestión de postureo, es una urgencia para todas las personas que respiramos, bebemos y comemos sustancias que nos están enfermando.
Santander es la cuarta ciudad en incidencia de cáncer (véase el informe de la Asociación Española contra el Cáncer o los datos de la consejería de Sanidad). El cáncer no se desarrolla por arte de mala suerte, y su relación con los contaminantes ambientales, hoy, no se discuten en el ámbito sanitario. El ICTUS, el infarto de miocardio, el EPOC… Las enfermedades mentales menores (sociales habría que llamarlas) como la depresión, ansiedad, los hábitos tóxicos, mejoran en contacto con espacios naturales que, despertemos, en Santander, no tenemos en los barrios. Ni fuera de ellos. Si le sumamos el impacto del turismo ‘zombi’ que añade ruido y contaminación, mala educación y basura, problemas de abastecimiento y de vivienda, nuestra ciudad queda bien lejos de ser ‘verde o saludable’. Bares y terrazas, ocupando el espacio público, es miopía al desarrollo.
Por tanto, reiteremos nuestra exigencia para que los proyectos de reverdecer sean reales y con futuro, sin talas injustificadas, con prados que florezcan y granen, con sendas sin granito (y su radón radioactivo) ni cemento (que también dañan las articulaciones de rodilla y caderas) y con sombra, con carriles bicis bien diferenciados y señalizados -seguros-, con menos tráfico sin perjuicio a los residentes y menos ruido. Con respeto al paisaje y al paisanaje.
Que sean una herencia en salud.