¿Qué pasa con La Remonta?

Fundador de El Faradio. Periodista y Geógrafo
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Crecí en Campogiro y pasé muchos días de mi niñez en La Remonta. Uno de mis mejores amigos de clase en el colegio era hijo del Teniente Roca – luego ascendió en la cadena de mando-, destinado a finales de los años 80 en la yeguada militar. Iba con la bici y el soldado de la puerta hacía una llamada antes de autorizarme a pasar. Con el tiempo muchos de los que prestaban allí el servicio militar y les tocaba hacer guardia en la garita de la entrada me reconocían, me abrían la barrera y yo me encaminaba a las viviendas que están frente al actual cuartel de la Guardia Civil. Allí vivía Fernando, como su padre, Fernandiño le llamaban en casa, de origen gallego. Mi amigo del colegio. De fondo se oían los gritos de su madre a Gonzalito, su hermano pequeño. Jugábamos al fútbol en una portería casera con una red azul que envolvía con su sonido los goles que nos metíamos. Jugábamos a las cronoescaladas, en tiempos de gestas de Perico Delgado en el Tour, por el camino que lleva a las edificaciones en el alto de la finca. Y volvíamos para merendar mientras en la tele sonaba “mi vida eres tú”, la cabecera de Cristal, el primer culebrón que enganchó a todo un país.

Esa puerta, que sigue presidida por la bandera de España, es el único vestigio del noble perímetro en forja de hierro que algún mando militar decidió reemplazar por un opaco muro de hormigón que restringe la visual desde el exterior. Lo hicieron una vez desmantelada la yeguada y concentrada en Ibio la cría caballar. El motivo aducido fue que se colaba basura (bolsas de patatas, de pipas y así). Lo más cómodo – para ellos- fue cerrar esas rendijas; una catástrofe para los demás: lo hicieron con tremendo mal gusto, con ese muro de gris hormigón que bloquea las vistas a la pradera, nos separa del paisaje y nos aleja de ser los propietarios, que lo somos, los ciudadanos, sea de quien sea la finca (Gobierno de España o Ayuntamiento de Santander). Ojalá algún día lo podamos echar abajo, el muro, como el de Berlín. Ojalá antes de eso llevaran años los creadores de Santander pintándolo bien guapo con murales cargados de mensajes.

Hoy las molestias han cambiado de lado y son las zarzas que superan el muro las que invaden a quienes esperamos en la parada del autobús. Es cierto, claro que lo es, que Defensa, en este eterno impasse hasta la deseable cesión de los terrenos al Ayuntamiento, ha abandonado las obligaciones de mantenimiento de todo buen propietario. Tan cierto como que Defensa, si quisiera, podría hoy volver a cerrar por completo el parque, porque el convenio está caducado desde 2020 y el Ayuntamiento de Santander no se sienta a negociar una cesión definitiva de la finca. Esta parálisis se sostiene, además, sobre la base de un unicornio: la petición imposible de la cesión gratuita al Ayuntamiento. Es cómico que lo sostengan aquellos que se apropian del patriotismo (PP y VOX), porque es a través de la enajenación de sus activos como se financia la defensa nacional. Y es insultante, para cualquiera con dos dedos de frente y mínimamente informado de cómo se ha desprendido Defensa de su patrimonio en otras ciudades (6,2 millones de euros pagó San Sebastián por la finca de Lore-Toki ). Este es el desesperante atasco político, de confrontación, manipulación y desinformación, que explica la parálisis, el abandono y la destrucción de La Remonta.

Desde mi salón tengo la suerte de contemplar el espectáculo de las aves migratorias alrededor de la charca, reunidas al atardecer y volando al cielo con las primeras luces del día; me cruzo con mis vecinos y vecinas cuando paseamos por esa estrecha parte cedida al Ayuntamiento en 2016 (no es un parque, lo tenemos todos claro); he podido conocer mejor su biodiversidad de la mano de Seo BirdLife y Santander Capital Natural (una iniciativa inspirada en un trabajo al que me dediqué con entusiasmo: trabajar para que Santander sea algún día candidata a Capital Verde Europea). Tengo un vínculo personal con esta finca y me preocupa su degradación.

La semana pasada ha vuelto a ser noticia por la sucesión de incendios que han terminado de destruir el patrimonio heredado, el más histórico de los edificios que alguno de los proyectos de futuro contemplaba rehabilitar para usos culturales o de ocio. Una edificación de más de 200 años de historia, residencia del armador y conde de Campogiro a finales del siglo XVIII. De las dos naves que surgen hacia el este y el oeste desde un gran pórtico central solo quedan las fachadas de piedra en mampostería y los torreones de las esquinas. El interior, las escaleras, y los techos, todo de madera, han quedado arrasados. Su destino es la ruina y teniendo en cuenta la afición histórica de nuestras élites a la piqueta y la sustitución, difícilmente veremos su rehabilitación. Y todo esto se ha producido en medio de una desconcertante actuación de la autoridades, con las puertas que deberían estar cerradas para impedir el acceso a los terrenos que son del Ministerio de Defensa abiertas de par en par; sin presencia policial de ningún tipo; sin cordón ni Policía Local para restringir el acceso a un lugar de riesgo por estar en llamas, pero también sin policía nacional, guardia civil o militares, en terrenos que son del Estado, ni acción de ningún tipo para perseguir al responsable o responsables de fuegos indudablemente intencionados.

No era la primera vez que ardía y puede que no sea la última. Escribo estas líneas sobre un documento creado el 19 de junio de 2024, en el que reflejaba que los vecinos comentaban en la tienda-estanco (Queipo, ahora cerrada, para lamento general de un vecindario que se queda sin servicios de cercanía) que circulaba un nuevo vídeo de individuos encapuchados prendiendo fuego en La Remonta. Los bomberos ya tuvieron que actuar en mayo de 2023 ante un incendio de importantes dimensiones que se acercó peligrosamente a las viviendas de Las Californias. Esas viejas construcciones de la yeguada militar abandonadas llevan muchos años siendo un territorio atractivo para flujos diversos. Grupos juveniles con distintas aficiones, del grafiti a las pistolas de aire comprimido; centro de reuniones, lugar de botellones y también de situaciones de mayor vulnerabilidad, personas sin hogar, drogodependientes, etc. Una vez vi a dos jóvenes metiendo un colchón usado. A saber.

La apertura del paseo por el interior de la finca, entre las faldas de Peñacastillo y el puente de Cajo, fue posible por la firma de una adenda al convenio original, de 2007. Esa adenda caducó en 2020, el año de la pandemia, y Defensa ofreció al Ayuntamiento de Santander una renovación hasta 2025, extendiendo la cesión a la totalidad de la finca, pero con el compromiso de una compra definitiva de los terrenos. Y ahí nos quedamos atascados, entre la disputa interna de PP y Ciudadanos (el entonces concejal de Urbanismo, Javier Ceruti, negociaba con Defensa el mejor precio), mientras la alcaldesa, Gema Igual, pedía un absoluto imposible al Ministerio, la cesión gratuita, con lo que avivaba de paso su confrontación estratégica con el Gobierno de España y la obsesión con Pedro Sánchez.

A esto se sumaron distintos posicionamientos, tanto de partidos políticos como de la asociación de vecinos, en pro de que cualquier desarrollo futuro se limite a ser un parque, un gran parque urbano, el gran pulmón verde de la ciudad. No ha habido margen para poder hablar con serenidad de que el Plan General de 1997, vigente en la actualidad, contempla 285 viviendas. Y esto es importante por dos motivos: el primero influye en el precio de la finca. El Ministerio de Defensa (que ya hemos aclarado que no cede gratis su patrimonio, porque con la enajenación de sus activos invierte en armamento, en inteligencia, en defensa nacional) tampoco va a pedir el mismo dinero por unos terrenos que se dediquen a un parque urbano que por unos terrenos en los que se vayan a extraer algunas plusvalías inmobiliarias.

Por otra parte, esas 285 viviendas, en un conjunto de más de 300.000 metros cuadrados, es algo no sólo asumible sino beneficioso para un barrio (el eje Cajo-Campogiro) que es el de menor densidad de población de la ciudad*. Es decir, además de dar soluciones de vivienda a santanderinos, que la necesitan, contribuiría a fijar población en el barrio y eso, a su vez, a tener más servicios en los bajos comerciales: un sitio para comprar el pan, una cafetería para desayunar, una peluquería, algún bar, terrazas, algún restaurante, tiendas de alimentación…Esto contribuiría a consolidar un barrio que se ha convertido en una isla periférica, superada por el norte por Cazoña y el Alisal, y por el sur por todos los desarrollos de Peñacastillo. Solo por comparar, en los 90.000 metros en los que se desarrollan 1.100 viviendas en El Alisal, se van a reservar a espacios verdes 25.000 metros cuadrados.

Si lo que impide el desarrollo de La Remonta es un bloqueo político que además de partidista es institucional y que está más o menos relacionado con la viabilidad económica de la operación (al final del trayecto hay que adecuar y mantener con el presupuesto municipal un parque de 300.000 metros cuadrados), conviene no ponerse más líneas rojas. Si queremos que lo vean nuestros ojos.

*Fuente: Modelo de ciudad ‘Santander hábitat futuro’

 

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