«Bailo para conectar con mis raíces, bailo para celebrar»
Ihab Al-Laweeh es el nombre artístico de este ciudadano palestino-alemán, que también consultor informático. En Cabezón de la Sal impartirá un taller de dabke, una danza que conoce desde niño que es típica de Palestina y de otros países de alrededor. En 2017, ya viviendo en Berlín, empezó a bailar dabke con un amigo suyo sirio-alemán. «Desde entonces, ofrezco clases de dabke por toda Europa y Alemania, y últimamente he estado de gira por Marruecos», cuenta en una conversación con EL FARADIO.
«No somos una empresa ni una agencia, sólo somos personas que compartimos los mismos intereses y difundimos la dabke y la cultura palestinas por toda Europa», añade. Y refleja que cada vez más gente se pone en contacto con ellos para aprender esta forma de bailar. Especialmente jóvenes.
Ihab dice que la enseñanza va más allá de la danza. «No sólo compartimos un baile, sino que reforzamos algo que estas sociedades necesitan: una brújula moral clara y conexión social, resiliencia y diversidad vivida». Ve un problema de desconexión entre generaciones y entre personas, y también que la soledad y el estrés aparecen con frecuencia. «Al mismo tiempo, la discriminación contra los extranjeros y la división y polarización de la sociedad van en aumento».
Por eso cree que las clases de dabke son una herramienta útil. Es una danza en grupo, con lo que se facilita el contacto, formar parte de algo que hay que hacer en comunidad, aprender a hacer algo entre varias personas, cogiéndose de la mano, formando complicidades y luchando contra el aislamiento social.
Hace 10 años que vive en Alemania. Desde allí contempla el espanto que sucede a diario en su tierra. La danza le ayuda a respirar de una manera más positiva. «A menudo, nuestra región sólo se ve a través de la guerra, la crisis y los refugiados. La dabke muestra otra realidad: la alegría, la fuerza y la resistencia a través de la cultura. Traemos a Europa y a Alemania un ejemplo vivo de cómo las comunidades se mantienen fuertes bajo presión». Ya ha pasado mucho tiempo en una nueva sociedad, pero subraya que «bailo para conectar con mis raíces, bailo para celebrar».
Sin embargo, en sus palabras se trasluce la preocupación por su día a día en Alemania. «No me siento seguro y muchas veces una mujer o un hombre alemán blanco empieza a darme lecciones sobre mi historia y sobre cómo debo hablar de mi propio país. Últimamente no puedo vivir un día normal en Alemania, no puedo expresar mis opiniones y lo que pienso, y no puedo beneficiarme plenamente de la democracia. A veces siento que la democracia se detiene en el momento en que hablo como palestino o sobre la cultura palestina».
Y hasta le surgen problemas con amigos suyos en el país centroeuropeo. cuenta que un amigo alemán al que conocía desde hacía cinco años «decidió boicotearme porque soy palestino y porque defendí mis derechos y los derechos de mi pueblo, derechos que también están garantizados por el derecho internacional. Es muy confuso escuchar a Alemania hablar de dominar la moralidad mientras los medios de comunicación alemanes me deshumanizan como palestino».
Por eso tiene más sentido para él aferrarse a lo que la danza le brinda. Conectar y bailar con un grupo de gente le hace sentirse igual a los demás, le hace sentirse una persona digna, y eso lo comparte con migrantes y seres humanos que se sienten libres y que «quieren experimentar lo que se siente al formar parte de una verdadera comunidad».
Este sábado impartirá un taller a las 16:00 y actuará a las 18:45 en el Cabezón por Gaza. Y dice que tratará de venir a España más a menudo. «He oído que la gente y la comunidad son más acogedoras, amables y cordiales. Veré si puedo venir con regularidad y tender un puente entre la cultura palestina y la cultura española a través de la dabke», concluye.
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