Actores secundarios

Iñaki Vía es portavoz del colectivo Derecho Subjetivo
Tiempo de lectura: 4 min

En esta película por entregas en que se ha convertido la realidad que vivimos, a veces se intercambian los papeles.
No se trata de buenos y malos, héroes o villanos.

Es algo bastante más profundo. Es llegar a la conclusión, basada en hechos demostrables , de que aquellos que hoy son luchadores por la defensa de un bien comunitario, ayer fueron los ilusos que votaron a quienes están perpetrando el asalto a lo público hasta en el más remoto rincón disponible.

Es comprobar cómo los mismos que protestan (con razón) y se manifiestan en contra de que una multinacional de comida rápida se implante en un mercado municipal y okupe ( con k ) una plaza pública, no abren la boca cuando se privatiza la sanidad, o se deteriora a propósito cualquier servicio público, con la finalidad de buscar un pretexto para privatizarlo.

Porque en este caso y en este distrito en concreto, el voto fue en su inmensa mayoría para aquellos que han decidido joderles.
No obstante, han recibido el apoyo masivo de barrios del resto de la ciudad.

Es observar cómo en esta feria de las vanidades, los partidos políticos buscan su sitio y es raro el que lo encuentra.
Saben que tienen que estar para no quedar retratados.
Pero se ve claramente quién se encuentra cómodo y en su ambiente porque forma parte de los barrios y le reconocen su compromiso, y también se ve a aquellos que se les nota un tanto desplazados.
Como no conociendo ni a la novia ni al novio.

Y por supuesto, como en todo buén sarao que se precie , también se cuenta con un imbécil que ameniza la fiesta.

Cuando en una manifestación popular en contra de un abuso del espacio público en favor de una multinacional, se aprovecha para recordar el genocidio que se produce en Gaza con el propósito declarado de convertir aquellos lares en un parque temático al servicio de multinacionales, no es de recibo que UN DESCEREBRADO se sienta molesto e insulte a quien sólo porta una bandera palestina en señal de recordatorio.
Un recordatorio necesario más que nunca, cuando hace sólo unos días dos peligrosos niños de 8 y 11 años fueron asesinados mientras recogían leña.

Tu banderita en la pulsera y en los ribetes de tu camisa cayetana, no te hacen ciudadano de primera especial.
Simplemente éso, junto con tu actitud, ponen de manifiesto quién éres y lo que representas.

Aunque a veces las cosas son bastante más sencillas.
Simplemente, eres muy tonto.
Y la democracia debería poder corregir el desatino que supone que tu voto, el de alguien a quien nadie que le conozca y ni siquiera en su comunidad de vecinos toman en serio, tenga el mismo valor que el resto.

Pero volvamos al origen.
Este gobierno ultra, mayoritariamente votado por vecinos que sufren sus desmanes , sigue su libro de estilo y encarga a una empresa que explote según mejor le parezca una superficie que tradicionalmente ha sido un mercado de cercanía. De barrio.

Y esa empresa, que ni es del barrio ni cántabra, no se estruja el cerebro y apunta a lo fácil. Una franquicia de una multinacional.
Lógico si se trata de Santander.
Aquí esa empresa puede hacer aquello que no se le permitió en su lugar de origen.

Lógico si se trata de Santander.
Aquí el problema de la vivienda, se soluciona poniendo un buzón para que los vecinos delaten a otros vecinos.

Lógico si se trata de Santander.
Aquí no se realizan mapas para saber exactamente las viviendas que se dedican al fraude vacacional, o están vacías , o pertenecen a grandes tenedores.

Lógico si se trata de Santander.
Aquí no se implanta un protocolo municipal frente a la Emergencia Habitacional, ni siquiera cuando sus vecinas se suicidan presas de la desesperación.
Al fin y al cabo, basta con decir que » hemos llegado tarde» .

Pero no es sólo Santander.
También es Torrelavega, Castro Urdiales y , en general , Cantabria entera.
Los que aquí se quejan porque mandan los ultras, allí en donde sí tienen posibilidad de hacer lo que aquí reclaman, tampoco lo hacen.

Así que no es extraño que se encuentren desubicados.

En realidad no son ni de la novia ni del novio.
Son de ellos.

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