Cuéntame cómo empezó- 3

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Después de la primera guerra mundial, el mandato británico sobre Palestina permitió a los sionistas – gracias a la Declaración Balfour – establecer un hogar nacional judío en una Palestina poblada por los árabes.

Pero que quede claro: los jefes de la Agencia Judía concibieron desde el principio loa inmigración de judíos y judías como una “colonización armada” y construyeron una organización semi-clandestina, el Haganah para garantizarla. En 1935 de la Haganah se separó un brote terrorista de ultraderecha, el Irgun, cuyo lema era un mapa de Palestina y Transjordania atravesado por un brazo armado y un fusil con el lema hebrero RACK KACH (“Solo así”).

Inicialmente, estas organizaciones – fusionadas más tarde en lo que sería el ejército israelí – se limitaron a asegurar mediante el terror la vigencia del boicot antiárabe, pero a partir de 1939 empezaron a prepararse para combatir también a los ingleses. Curiosamente uno de esos preparativos consistió en el ingreso masivo de judíos en el ejército británico: al final de la segunda guerra su número había alcanzado los 27.000 hombres.

El estallido de la II Gran guerra brindaría un nuevo argumento para la inmigración en Palestina. Ben Gurion resumiría en estos términos el verdadero significado de la alianza entre el sionismo y Gran Bretaña: “Lucharemos junto a Gran Bretaña en esta guerra como si el Libro Blanco no existiera, y lucharemos contra el Libro Blanco como si no existiera la guerra”. Lo que, en román paladino venía a significar que no tenían intención alguna de respetar las cláusulas restrictivas del Libro Blanco y que pensaban hacer todo lo posible por saltarse el bloqueo inglés.

Y, de esa manera, cuando en 1940 los ingleses pretendieron devolver a los emigrantes del buque PATRIA estacionado en el Puerto de Haifa, el buque saltó por los aires, Murieron 250 personas en su mayoría mujeres y niños mientras la opinión pública se indignaba contra los británicos.

18 años después, un miembro del Comité de Acción Sionista apellidado Rosenblum, reveló que el PATRIA había sido volado por la Haganah, sin avisar a las víctimas. “Con nuestras propias manos asesinamos a nuestros hijos” añadiría después.

En 1942, el centro de gravedad del sionismo se había desplazado de Gran Bretaña a los Estados Unidos. Y es que los europeos, ya se sabe, tienen una singular capacidad de proyectar los propios demonios a lejanos escenarios. A día de hoy muchos franceses siguen creyendo que las atrocidades de Hitler son distintas de sus propios crímenes en Indochina y Argelia; ingleses que ni siquiera saben dónde está Kenya, se escandalizaron ante las persecuciones de Stalin y algunos italianos siguen convencidos que el fascismo nació en Argentina. De acuerdo con este esquema, el exterminio de los judíos iba a ser purgado, NO en el lugar donde ocurrió, sino en Medio Oriente y no por quienes lo ejecutaron o lo permitieron sino por los árabes palestinos que no habían tenido nunca nada que ver.

Los 225,000 supervivientes de los campos de concentración fueron así recolocados en Palestina aumentando una población judía que ya, al fin de la guerra, alcanzaba un 32% del total de habitantes.

No se había disipado el humo sobre las ruinas de Berlín cuando David Ben Gurion, futuro presidente del Estado de Israel, negociaba con Estados Unidos la compra de armamento pesado y la reorganización de la Haganah por militares norteamericanos.

Una fulgurante campaña de terror contra los ingleses precipitó el final. En febrero de 1947 Gran Bretaña anunció que en esas condiciones, no estaba dispuesta a seguir gobernando Palestina y devolvió el Mandato a las Naciones Unidas. Y ¿Qué hicieron las Naciones Unidas? Pues una vez más, a juzgar por los logros conseguidos desde su creación, el ridículo: después de discutir la situación durante siete meses, adoptaron lo que ellos consideraban una decisión salomónica y dividieron Palestina en dos Estados: uno judío, otro árabe.

Decir que, en ese momento había en Palestina 1.200.000 palestinos y 600.000 judíos y que los palestinos poseían el 94% de la tierra y los señoros de las Naciones Unidas destinaron el 60% de las mejores tierras a lo que sería el Estado de Israel. El 40% restante constituye esa entelequia conocida hoy como Autoridad Nacional Palestina.

El mapa resultante es un ejercicio de maligna imaginación con pasadizos y corredores para comunicar regiones separadas. (sin contar con los túneles -hoy – el muro, las carreteras separadas, los asentamientos y los check-points o punto de control en caminos, calles y carreteras.

Pero lo que no dice el mapa, por mucho que lo mires, es que más de la mitad de las tierras de propiedad palestina fueron robadas por la jurisdicción israelí y que en millares de casos las aldeas árabes quedaron separadas de las tierras que cultivaban sus habitantes.

El 29 de noviembre de 1947, por una mayoría de dos tercios que encabezaban los Estados Unidos y la Unión Soviética, la ONU aprobó el Plan de Partición desencadenando la NAKBAH del pueblo palestino, su genocidio, el éxodo y la guerra.

Añadir que, en la votación, los norteamericanos presionaron hasta el límite a los sometidos gobiernos asiáticos y latinoamericanos. Una empresa yanqui compró a la vista de todo el mundo el voto de un país africano. Hasta el secretario de Defensa norteamericano James Forrest, poco propenso a escandalizarse, reconoció que “los métodos utilizados por la Asamblea General para presionar y coercionar a otras naciones, bordean el escándalo”

Y así fue como nació Israel.

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