La paradoja tras la denuncia del colectivo Rock contra el Fascismo sobre el evento que bajo la autodenominación de festival musical e inscrito en unas jornadas más amplias daba cobijo a bandas con letras consideradas fascistas o con contenidos racistas vino después, cuando ha sido a ellos, los que denunciaron públicamente el intento de enmascarar bajo la cultura discursos de odio que está en la base de agresiones físicas a colectivos vulnerables, a los que se ha tachado de violentos

En respuesta a esa acusación, lanzada desde las páginas del diario ALERTA por Sinforiano Bezanilla, presidente de la Asociación Cultural Alfonso I organizadora del evento en cuestión, Rock contra el Fascismo incide en que “quienes glorifican con carteles la dialéctica de ‘los puños y las pistolas’ y lucen sin pudor en sus camisetas mensajes como ‘agredir para vencer’, ahora intentan posicionarse como paladines de la civilidad».

E inciden en que la acusación de violentos parte de quien “ha mostrado su afinidad con los fascistas italianos de ‘CasaPound’ —una organización denunciada por actos de violencia contra estudiantes, periodistas y la comunidad LGBTQ+—“.

Rock Contra El Fascismo, que se formó hace poco más de un año y ya aglutina a más de 1,000 grupos tanto a nivel nacional como internacional, denuncia también «el papel del medio que ha permitido que estas diatribas sean difundidas”,  recordando que es un medio que, recientemente, recibió un “rescate” con dinero público de sus cómplices ideológicos en el Gobierno de Cantabria, los partidos PP y Vox», lo que para el colectivo antifascista «plantea serias preguntas sobre el compromiso de cierta prensa con la diversidad y la pluralidad de la sociedad».

«Desde Rock Contra El Fascismo, reafirmamos nuestro compromiso de no quedarnos callados ante la manipulación de la cultura como herramienta para perpetuar el miedo y la división. La música es un medio de resistencia que celebra la diversidad y la inclusión, y no permitiremos que se convierta en el blanco de quienes insisten en propagar el odio. Es hora de desenmascarar estas tácticas fascistas y recordar que la cultura no es propiedad de quienes buscan silenciar las voces que luchan por un mundo más justo y libre. La lucha contra el fascismo y la intolerancia es una responsabilidad colectiva, y desde aquí, seguimos firmes en nuestra misión», concluyen.