«Mirad cómo la miman los más altos poetas»: Jesús Cancio escribió en prisión un poema en memoria de la joven Fidelita, que murió tras una violación múltiple a manos de franquistas en la cárcel
Hubo un antes y un después para la obra de Jesús Cancio, el poeta de la mar comillano que estas semanas está recibiendo homenaje ante el 140 aniversario de su nacimiento. Fue la guerra civil y el franquismo, que convirtieron sus poemas luminosos en más sombríos, a pesar de que muchas veces siguieran usando el mismo elemento, la mar (en femenino, como lo dicen los marineros).
Y no sólo por las consecuencias sobre su vida y obra: pasó de ser queridísimo por sus vecinos en una villa en la que desarrolló numerosas iniciativas culturales, para la que trabajó como concejal republicano y que le nombró Hijo Predilecto en vida a estar preso, desterrado –se le prohibió pisar su pueblo- y económicamente arruinado, tras ser denunciado por rojo.
En ese oscurecimiento de su estilo, como la mar cuando se mete tormenta en plena noche, influiría también en un hombre sensible a todo lo que le rodeaba la acumulación de tragedias, castigos y penalidades a las que asistió ya en la Guerra, y todo lo que pasaría después en una dictadura en la que sobraban los poetas o las mujeres que no encajaran en el molde católico.
Una de esas historias que le llegó fue la de Fidelita Díez, a la que queremos sobre todo destacar por toda su energía y talento, que pese a su juventud ya destacaba como rapsoda, es decir, recitando versos de poetas como Machado, Lorca o el propio Cancio en espacios como la Biblioteca Popular de Torrelavega, Comillas, la Cultural Vimenor de Renedo de Piélagos, el Ateneo Popular y el Ateneo de Santander, el Teatro Principal y el Cinema Solvay, además de los micrófonos de Radio Santander, llegando su talento a ser mencionado en medios de comunicación de Cantabria y La Habana.
Tal y como reconstruimos por el artículo de Lorena San Miguel en la serie de EL FARADIO ‘Mujeres desde el Cantábrico’ o en el trabajo de José Ramón Saiz Viadero para La Pajarera Magazine, Fidelita Díez Cuevas (1920-1938) participó desde los 13 años participó en recitales y actos literarios en los que destacaba por su voz clara y cadencia precisa.
Era una joven culta, delicada, reconocida por su sensibilidad artística, criada en un entorno inquieto y entregado a la cultura: era hija de de Fidel Díez Asenjo, “el mejor ebanista de Torrelavega” y premiado carrocista, uno de los animadores de la sección Amigos del Arte que en los años de la Segunda República funcionó con gran éxito dentro de las actividades de la Biblioteca Popular de Torrelavega. Muy aficionado al teatro –incluso llegó a estrenar en el escenario del Teatro Principal una pieza titulada No te pongas feo, Toñuco-, la música –participaba en la Coral de Torrelavega– y la poesía.
«FUERON CINCO»
Fidelita Díez tenía 17 años cuando la metieron en prisión y la raparon, dejándola un único mechón largo para tirarle de él. Fue en 1938, cuando ya había acabado la Guerra en Cantabria y lo que teníamos era el estreno de la dictadura franquista, cuyos dirigentes decidieron que una menor de edad que recitaba poemas era una peligrosa criminal.

Salon Olimpia (Foto, del archivo de cárceles de Desmemoriados, extraida del Archivo Municipal de Torrelavega)
Pensaron eso de tanta gente que se quedaron sin cárceles: de hecho, a Fidelita Díez la encerraron en un antiguo salón de baile y escenario de eventos culturales, el Olimpia, que le incautaron a una familia republicana de Torrelavega, convertida en una cárcel para mujeres.
Como pasa en todos los conflictos, el cuerpo de las mujeres es territorio de conquista y la violación un arma de guerra.
En el franquismo, además, no fruto de descontrolados sino como parte explícita de una estrategia expresada sin complejos en público.
«Nuestros valientes legionarios y regulares han demostrado a los rojos cobardes lo que significa ser hombres de verdad. Y, a la vez, a sus mujeres. Esto es totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que berreen y pataleen», vociferaba en las ondas un Queipo de Llano que, si no fuera por la Ley, seguiría siendo considerado un ejemplo para la Iglesia que le mantuvo enterrado en sus templos.
Eso, la violación, fue lo que le hicieron a Fidelita: una noche, un grupo de falangistas visitó el antiguo Olimpia y, de acuerdo con las carceleras, la sacó de la celda.
Tras varias horas, la devolvieron gravemente herida tras violarla. Desplomada y aturdida, la joven rapsoda sólo alcanzaba a decir: «fueron cinco… fueron cinco…», tal y como relató su compañera de celda Antolina Matarranz, y como recogió su hermano, Felipe Matarranz ‘El lobo» –guerrillero antifranquista– en su libro ‘Hay muchos Cristos’ (2002).
Fidela Díez murió el 25 de junio de 1938. Fue enterrada en el cementerio de Geloria al día siguiente, en un acto discreto marcado por el terror. El certificado oficial registró «tuberculosis», un diagnóstico que en numerosos casos sirvió para encubrir muertes derivadas de tortura o violencia sexual.
No les bastó con violarla y conducirla a la muerte: la represión, como tantas veces hizo la alianza de militares y curas, se cebó con su familia: su padre, Fidel Díez Asenjo, fue depurado y perdió su trabajo;
su hermano Eloy Díez Cuevas fue condenado como «delincuente político» y enviado a un batallón disciplinario en Tenerife; ysu madre quedó sola, en la pobreza, sin permiso para trabajar.
UN (OTRO) POETA PRESO
En prisión estuvo también Jesús Cancio, otro de tantos poetas perseguidos por el nuevo régimen, muchos de ellos morirían, asesinados o por las propias condiciones del encarcelamiento (también es matar): ese fue el destino de Lorca o Miguel Hernández, ente otros. Sus delitos, participar activamente en la vida cultural y compartir la apuesta republicana por elevar la educación y la cultura del pueblo. 140 años después, su legado creador sigue vivo.
EL POEMA QUE SALTÓ DE PRISIÓN A PRISIÓN
Allí, también en Torrelavega, le llegaron las noticias de la violenta pérdida de Fidelita, que había leído en público sus poemas.
Y a ella, que fue su voz, le dedicó el ‘Romance del entierro’, con una métrica de romance que enseguida nos lleva una mezcla de estilo clásico, popular y épico, a modo de homenaje a quien fue «mártir por la idea» y con referencias a quienes «en vida la hirieron», reprochando los «besos de Judas» en su «frente de cera».
El tono irremediablente triste no logra tapar el reconocimiento a su labor artística y la muestra rodeada de belleza y arte.
Ha sido un poema de difícil rastreo: durante mucho tiempo estuvo perdido.
Las referencias vienen del trabajo de defensa de la memoria que le debemos a José Ramón Saiz Viadero, que coordinó la reedición de sus textos.
O de la reedición que consiguió Tino Barrero, de la asociación sociocultural de Polanco, vecino del municipio en el que Cancio vivió destierro, de ‘Jesús Cancio. Acercamiento al Poeta del Mar tras la visión de Luis Corona Cabello’, basado en las memorias de su primo, Luis Corona, sostén del poeta cuando se le habían cerrado todas las puertas sociales y económicas.
En esa reedición se incluyó, cuenta Tino, este poema, cuyo original encontró una vecina cuando, al limpiar la librería de su casa, cayó un libro y de él un folio metido dentro con el texto del “ROMANCE DEL ENTIERRO DE LA GENTIL RECITADORA DE MIS VERSOS”
Este es el poema íntegro (seguid leyendo, que después hay más texto),
Como recitaría
el último poema
que la sacan en hombros
y en hombros la llevan
más allá de su vida…
¿Ah la veis como sueña
con el arte su navío
que en la gloria la espera?
Como diría la niña
la poesía aquella
que era sal de ternura,
y era miel de belleza,
como diría la niña
el madrigal de estrellas,
que aún lleva la sonrisa
de la última cadencia
prendida de los labios…
¿Ah, la veis como besa
al arte que ha salido
a encontrarse con ella?
Mirad como la miman
los más altos poetas
con flores rociadas
de lágrimas inmensas
¿Dónde irá tan bonita
con el traje de fiesta?
Como va tan dormida
no oye al pueblo que reza:
¡Ay luz de mis cantares!
¡Ay dulce compañera!
¿Ah, volverá mi niña?
Los celos de la gloria
no saben de las quejas
del pueblo que la sigue
temblando por su ausencia
Como era tan artista
como era tan serena
fue loca por la pluma,
fue mártir por la idea
¿Dónde irá tan bonita
con el traje de fiesta
con coronas de nardos
y con cintas de seda?
¿dónde irá tan bonita
vamos todos tras ella.
Todos no; los que en vida
la hirieron ¡que se vuelvan!
¡No más besos de Judas
en su frente de cera
no empañen la armonía
de su sueño de muerta!
¡Ay luz de mis cantares!
¡Ay dulce compañera!
Con coronas de nardos
y con cintas de seda…
¿Ah es verdad que su féretro
es un ánfora griega
de un encaje finísimo
tejido por la pena,
que su caja de nieva
parece una maceta
y que la flor más linda,
la de gracia más plena,
el capullo de rosa
de más clara belleza,
es de cu carne rígida
la pálida azucena?
¿A dónde irá tan lejos
la dulce compañera?
Decid todos conmigo
la oración de la ausencia
¿Ah volverá mi niña?
¿Ah volverá mi reina?
Como era tan artista
como era tan serena
fue loca por la pluma,
fue mártir por la idea
¿Dónde irá tan bonita
con el traje de fiesta
con coronas de nardos
y con cintas de seda?
¿dónde irá tan bonita
vamos todos tras ella.
Todos no; los que en vida
la hirieron ¡que se vuelvan!
¡No más besos de Judas
en su frente de cera
no empañen la armonía
de su sueño de muerta!
¡Ay luz de mis cantares!
¡Ay dulce compañera!
Con coronas de nardos
y con cintas de seda…
¿Ah es verdad que su féretro
es un ánfora griega
de un encaje finísimo
tejido por la pena,
que su caja de nieva
parece una maceta
y que la flor más linda,
la de gracia más plena,
el capullo de rosa
de más clara belleza,
es de cu carne rígida
la pálida azucena?
¿A dónde irá tan lejos
la dulce compañera?
Decid todos conmigo
la oración de la ausencia
¿Ah volverá mi niña?
¿Ah volverá mi reina?
MARETAZOS: OTRO POEMA ESCONDIDO
Tenemos otro poema más que compartir, ‘Maretazos’, dedicado a Pedro Sañudo, propietario del Salón Olimpia –que el franquismo les incautó por ser una familia republicana y que pasó de ser escenario de bailes y diversión a un siniestro presidio para mujeres, incluyendo jóvenes como Fidelita, a la que encerraron ahí con 17 años, y donde la violarían y conducirían a la muerte, a los 18–.
El manuscrito viajó a México con la familia Sañudo, permaneció allí medio siglo y regresó a Cantabria gracias a la labor de Carmen Ruiz Sañudo, nieta de Pedro, que se le entregó una vez fallecida su madre al propio Tino Barrero, quien a su vez lo cedió para su conservación al Ayuntamiento.
Es un poema marcado por la amargura, la sensación de soledad, en el que el poeta se enfrenta al peor destino para un creador, para un ser humano («nadie mi voz escucha») y para quien el escenarios antes alegre de sus textos dedicados al pueblo se han vuelto «el mar de mi amargura»: «¿Sabéis de algo más triste que el mar y las tinieblas?».
Es este:
Maretazos
Igual que maretazos
dan en playas desiertas
son los rezos de todos
del nimbo de mis penas.
Nadie mi voz escucha
o nadie me la enmienda
de mis delicadas vergo…
de mis rimadas quejas.
El mar de mi amargura,
las sombras que me ciegan,
los ojos de tu carne…
¡qué dolor de poeta!
¿Sabéis de algo más triste
que el mar y las tinieblas?