Las apuestas salen mejor cuando las asume otro (o por qué la banca siempre gana)

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«Qué fácil se hacen negocios con el dinero ajeno». Habréis escuchado esa frase alguna vez, incluso puede que la hayáis dicho. Yo, por mi parte, no seré la primera en tirar la piedra.

La gran apuesta

La gran apuesta

El problema de esta afirmación, absolutamente acertada, es que suele usarse más contra el autónomo que pide una pequeña subvención, el desempleado que cobra el paro o el inmigrante que viene «a quitarnos el trabajo»; que contra aquellos que realmente hacen el agosto con el dinero de los demás.

El pasado sábado fui al cine a ver ‘La Gran Apuesta’ (The Big Short), basada en el libro de Michael Lewis que Adam McKay se ha encargado de llevar magistralmente al cine con un reparto que ya de por sí justifica su visionado.

Mi amiga quería ver la última de Brad Pitt, y salió decepcionada al ver que éste hacía un papel bastante pequeño, aunque muy bien interpretado (eso sí, sin quitarse la camisa).

A mí me llamaba más la historia de cómo comenzó la crisis en 2007 en EEUU, que nos arrastró en Europa como la resaca de un maremoto.

No es la primera vez que veo una película de esta temática, pero esta es especialmente buena. Hay momentos en que rompen la cuarta pared y los actores miran a cámara, explicando los terriblemente liosos términos financieros a aquellos que tenemos la noción justa de economía para que no nos timen con la vuelta de la compra.

Puedo hablar de los actores, especialmente los brillantes Christian Bale y Steve Carell, pero sería centrarme en lo técnico cuando la película te está contando la historia de la mayor estafa del siglo XXI (hasta el momento, no olvidemos que los seres humanos sabemos superarnos con cada ocurrencia).

LA MACROESTAFA DE LA BURBUJA

Debo decir que esas explicaciones me ayudaron a seguir la trama, aunque no descarto un segundo visionado que me ayude a comprender mejor cosas que se me hayan quedado en el tintero. Básicamente todo empieza en 2005, en plena burbuja inmobiliaria en EEUU (no sé si es consuelo saber que no solo en España se ha sido tan inconsciente, por no llamarnos tontos directamente).

Un gestor de inversiones bastante peculiar de repente tiene una duda que nadie se plantea y, en su investigación, descubre una macro estafa que nadie más puede ver.

Los bancos estuvieron durante años vendiendo bonos y préstamos que posteriormente fueron agrupados en CDO y vendidos a otras entidades.

¿Me estás diciendo que si no puedo con un club de fútbol el Gobierno asumirá mi deuda?

¿Me estás diciendo que si no puedo con un club de fútbol el Gobierno asumirá mi deuda?

De este modo, se supone que se redistribuía el riesgo de impago; un riesgo en el que, por otro lado, nadie creía, motivo por el cual no rechazan ninguna solicitud de préstamo (¿suena, eh?).

Ahí entran las agencias de calificación (esas que ahora parecen tener la palabra de Dios escrita en las tablas de Moises), que calificaban el riesgo de estos préstamos e hipotecas, que iban desde triple A a B (y que posteriormente calificaron a su antojo las deudas de los bancos).

La trampa vino cuando los bancos incluyeron en los CDO préstamos tanto de un valor como de otro. En pocas palabras: vendían mierda mezclada con caviar a precio de oro.

Todo ello unido a que el mercado inmobiliario es super seguro, jamás caerá y las viviendas siempre valdrán más. A este punto ya me di cuenta de que la globalización es un hecho. La globalización de la gilipollez, quiero decir.

La apuesta de este inversor fue obligar a los bancos a crear otro concepto en el que apostó mucho dinero: la Swaps de incumplimiento crediticio.

Es decir, auguró que el mercado caería, los impagos de las hipotecas aumentarían hasta un punto insostenible y creó un producto que ayudaba a protegerse de ellos.

A pesar de que suponía una apuesta directa contra su medio de financiación, nos cuentan que los bancos aceptaron crear este producto. Básicamente, si un pirado quiere poner dinero en nuestro banco contra un negocio nuestro que no va a fallar nunca, me parece bien.

La historia que ocurre entre medias es para verla, y el final todos lo conocemos. El mercado cayó, los propios bancos se sirvieron de este producto y los que habían vivido por encima de sus posibilidades fueron los más perjudicados, solo superados por las verdaderas víctimas, los pobres diablos que nunca tuvieron opciones de aprovecharse de un sistema que está diseñado para sacarles la sangre.

Bueno, esos también «vivieron por encima de sus posibilidades», que seguro que se cogían vacaciones cada año o se compraron un televisor u ordenador nuevos, los muy descarados.

La moraleja de la historia es que, por ignorancia o no saber ver lo que tenían delante (¿aún creemos que esta gente merece los sueldazos que ganan?), los propios bancos cayeron en su propio juego.

Pero tranquilos, que ahí viene Papá Estado en rescate, ese al que se refieren para criticar que una asociación pida una subvención o un ciudadano pida una ayuda cuando se le acaba en paro y no le contrata nadie porque tiene 50 años y no tiene los amigos adecuados.

LOS RESCATES QUE HICIMOS

Llama la atención la reacción de uno de estos hombres, un hombre supuestamente desencantado del sistema, pero que se muestra anonadado al descubrir que el gran negocio estaba en que los grandes bancos sabían que podían hacer negocios ruinosos, que al final siempre pagaría en contribuyente.

¿Se puede apostar por el fallo de un sistema y, al mismo tiempo, sorprenderte de que es un fraude? Pues sí, es muy humano. Los que más salimos a la calle a protestar fuimos aquellos que, en su momento, estábamos tan convencidos del sistema que seguimos todas sus reglas y nos lo devolvieron con una patada.

El Puerto de Laredo

El Puerto de Laredo

Todos los trabajadores que pagaban sus impuestos sin saber que Hacienda no somos todos (angelitos…) ni que eran tan fáciles de eliminar como hacerles un ERE, mandarlos a la calle y aumentar el mínimo de años cotizados para tener una pensión mínima. Gol en toda la escuadra.

O aquellos jóvenes universitarios que nos creíamos eso de: «Estudia y llegarás lejos», y muchos de ellos ahora están tan lejos que no pueden volver a casa ni en Navidad junto al Almendro. Eso sí, no seas tan desagradecido que el planeta es grande y así aumentas tu experiencia y tu mundo en esta gran aventura internacional, so paleto. Carambola y peineta.

¿Y nos sorprende que la gran apuesta consiste en saber que se pueden poner todas las manzanas en una cesta, aunque sea una cesta agujerada, porque después otros asumen las pérdidas? Pues no sé por qué. Si no hemos tenido bastante con el rescate bancario (ese que dicen que no es rescate al país pero que mientras el dinero ha ido a otros lo tenemos que pagar entre todos -todos los pringados-), también tenemos muchos ejemplos a menor escala, en Cantabria.

Tenemos un Puerto deportivo de Laredo, que el Gobierno ha decidido rescatar sin pasar por tribunales porque es mejor quedar bien con ASCAN y FCC (las que componían Marina de Laredo, promotora que ellos mismos vieron más rentable echar abajo), y total, que pagamos los cántabros. Igual que también pagamos las locuras de los teleféricos, el rescate al Racing o la compra de terrenos a Sniace, que no deja de ser una inversión pública en diferido.

ELLOS APUESTAN, TÚ PIERDES

La ecuación siempre es la misma: Ellos apuestan, el negocio falla, tú pierdes, tú pagas, ellos cobran. Personalmente, si estuviera en la parte de arriba de la pirámide también estaría encantada con un sistema que se hace cargo de mis pérdidas mientras me ofrece mis ganancias más algún incentivo extra.

¿Qué fue lo peor de la experiencia del sábado? Aparte del monumental cabreo con el que salí del cine (incomprensible cuando simplemente me estaban ampliando una información que ya sabía), fue mirar alrededor y ver las reacciones de las personas que vieron conmigo la película.

Mi amiga seguía desolada por no ver a Bad Pit haciendo un papel de tío bueno (creo que ni se percató cuando su personaje dio un dato helador: cada 1% que el desempleo aumenta, mueren 40 mil personas); y los que tenía al lado hablaban de que conocía a un tipo que en nuestra burbuja tenía 2 pisos con sus sendas hipotecas.

Sí, la película te dice que los bancos fueron los principales beneficiados y que a ello contribuyó la avaricia y poca materia gris de muchos que se creyeron el cuento de la lechera. Pero te están diciendo que en el cielo está el problema más gordo, que sabían que sus pérdidas las asumiríamos los demás, y tú miras el dedo. Pues vale.

Hacia el final uno de los personajes predijo (se supone, a toro pasado es fácil acertar incluso algo tan obvio como esto) que ningún pez gordo iría a la cárcel, que nadie querría aprender de sus errores y que al final la culpa se la echarían a los pobres y a los inmigrantes.

No olvidéis, por si acaso, repetir el mantra de: «Habéis vivido por encima de vuestras posibilidades» y «estos vienen a robarnos el trabajo». Son las dos frases para sobrevivir cuerdo a esta estafa que ha salido redonda y que parece que continuará funcionando. Si ya lo decía mi abuela: sarna con gusto no pica…

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