Esperando un plan de desarrollo serio

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|| JULIO REVUELTA, Profesor de Economía Pública de la Universidad de Cantabria. Exsecretario de Podemos ||

ESTRAGON: Delicioso lugar. Vámonos

VLADIMIR: No podemos.

ESTRAGON: ¿Por qué?

VLADIMIR: Esperamos al plan de desarrollo.

ESTRAGON: Es cierto.

Julio Revuelta

Que me disculpe en su tumba Samuel Beckett por utilizar y modificar un fragmento de su magistral Esperando a Godot, pero es que los sucesivos gobiernos de Cantabria se han empecinado en disputarle la cumbre del teatro del absurdo con la planificación del desarrollo socioeconómico de nuestra tierra. Han transformado una necesidad vital para nuestra economía y para el bienestar social en una tragicomedia en varios actos de consecuencias cada vez más graves para todos nosotros. Recientemente se ha conocido el informe titulado “Estrategia para el desarrollo y crecimiento industrial de Cantabria hasta 2030”, en teoría el documento que debe guiar la estrategia de largo plazo de desarrollo económico de Cantabria. Antes de entrar en detalle, y dado que el informe se ha de ajustar a un pliego de condiciones diseñado por el Gobierno de Cantabria, entiendo que la responsabilidad de los errores en el diseño de la estrategia no le corresponde a la consultora encargada de elaborar el informe sino al ejecutivo autonómico responsable tanto del pliego de condiciones como, más relevante, de la política económica general en Cantabria dentro de sus competencias autonómicas.

LOS PROBLEMAS DEL ENFOQUE DEL GOBIERNO DE CANTABRIA

El principal problema que se deriva del proceso es que se han perdido tres años y ahora se pretende presentar un informe, con muchas carencias, como eje central de una gran estrategia para nuestro futuro. Es cierto que el problema de fondo, el relativo declive de la economía cántabra y la falta de planificación, no es patrimonio exclusivo del actual Gobierno, sino que es una característica común de las últimas décadas en los ejecutivos cántabros. Pero no es menos cierto que, en lugar de trabajar pensando en la sociedad cántabra, el Gobierno de Cantabria ha priorizado sus problemas de imagen política haciendo pasar unas propuestas parciales, sin cohesión demostrada y fabricadas por necesidad política como una estrategia de desarrollo a largo plazo. Y esto no es de recibo ni es admisible. Mal está que se haya perdido esta legislatura por incapacidad, pero lo que ya no se puede admitir es que se vayan a hipotecar las próximas dos o tres legislaturas por la necesidad política de un ejecutivo acuciado, a un año de las elecciones, por una imagen de ausencia de gestión. Y tampoco vale la huida hacia adelante, que comienza a gestarse en el ejecutivo, de que lo hecho es solo la base pero que habrá un proyecto externo o asesoramiento que, sobre esta base, mejorará la estrategia. Sobre una mala base ninguna contribución externa corregirá los graves errores estructurales del planteamiento inicial. No pretendamos construir un gigante sabiendo que sus pies son de barro.

Centrando la atención ya en el informe presentado bajo el título “Estrategia para el desarrollo y crecimiento industrial de Cantabria hasta 2030”, este sigue la línea de varios informes realizados en años recientes. Se podría decir que el presente informe, en más de dos terceras partes, es un repaso de cuestiones ya conocidas sobre las que aporta significativamente poco. Por otra parte, y más relevante, las propuestas de estrategia para el desarrollo industrial no se encuentran ni adecuada ni suficientemente basadas en evidencia empírica contrastable como para suponerlas un mínimo rigor. Dicho de otro modo, lo propuesto puede sonar bien, pero nada en absoluto demuestra que lo que se propone sea certero ni que vaya a tener los efectos señalados. Podríamos estar perfectamente ante la hipoteca de la próxima década de Cantabria.

Por otra parte, el análisis comparativo, cuando se realiza, se hace en un marco claramente mejorable. Se debe superar la comparación únicamente con otras comunidades autónomas españolas o con la media estatal. Un análisis de este tipo no está teniendo en cuenta adecuadamente, como mínimo, cuestiones tan relevantes como el peso de la Unión Europea en nuestro comercio internacional, el marco regulatorio o, de manera más compleja, los procesos de competencia dentro de la Unión Europea. La mera comparación dentro del marco estatal no resulta, por tanto, una vía satisfactoria para el resultado supuestamente deseado.

El informe adolece de una mínima identificación cuantitativa de las inversiones necesarias para los objetivos propuestos. De hecho, los objetivos propuestos, a falta de más información que la contenida en el informe, resultan notablemente arbitrarios. En los pocos objetivos cuantificados no se justifica la determinación de su umbral cuantitativo, ni se identifica la conexión causal con otras variables que puedan influir en dichos objetivos ni sobre las que la consecución de los mismos vaya a tener efectos.

Por otra parte, la focalización en el sector industrial dificulta su conexión con un marco de desarrollo amplio. Sin analizar el sector terciario ni el primario se pierde la oportunidad de abordar integralmente el desarrollo económico de Cantabria identificando los eslabonamientos (hacia delante y hacia atrás) entre las diversas ramas de actividad y, con ello, se desaprovecha la capacidad para incidir sobre aquellos eslabonamientos que se consideren de especial interés para, por ejemplo, la creación de empleo.

La sensación final es que el informe se ha dirigido desde el Gobierno de Cantabria, pretendiendo darle coherencia y seriedad a una estrategia que carece de ambas cualidades. La sensación es de informe ad hoc con unas conclusiones y recomendaciones que ya existían antes de su proceso de elaboración. Para esto resulta útil la hemeroteca y comprobar como parte de lo que se recomienda ya se encontraba en el discurso de algunas consejerías del Gobierno de Cantabria. Este enfoque, centrado en las necesidades políticas del Gobierno de Cantabria, es exactamente la reedición por enésima vez del principal error de la política industrial y de desarrollo económico en Cantabria. Lo que, a su vez, se encuentra en la vía opuesta del enfoque que necesitaría una estrategia de desarrollo en Cantabria. Lo relevante debiera ser Cantabria, no la necesidad política de los miembros de su Gobierno.

LO QUE NECESITA CANTABRIA

En primer lugar, y por doloroso que le resulte al Gobierno, es necesario asumir el error y reiniciar el proceso de elaboración de la planificación, sin hipotecas por necesidades políticas electorales. Dicho proceso, dado que se pretende elaborar una planificación para su implementación a largo plazo y es previsible que en ese periodo se produzcan cambios sociales y políticos, debe ser abierto a la participación pública (más allá de la tradicional triada partidos-sindicatos-patronal) para alcanzar, por una parte, una mejora en el resultado y, por otra, un acuerdo de respeto y ejecución del plan ocupe quien ocupe las instituciones.

A partir de ahí, Cantabria necesita una estrategia de desarrollo económico integral. No solo para la industria sino para todas las ramas de actividad en su conjunto. Es necesario comprender la dependencia de ciertas actividades entre sí, pudiendo con ello identificar eslabonamientos virtuosos en los que se refuercen los efectos positivos que se generen. Asimismo, sería deseable introducir criterios de sostenibilidad medioambiental en el análisis.

Es imprescindible incorporar un análisis comparativo a nivel europeo, especialmente con las regiones europeas asimilables a Cantabria. En este sentido, es esencial la identificación cuantitativa de dicho tipo de regiones “comparables” con Cantabria. Y, dentro de las mismas, de los casos de éxito, que podríamos definir como aquellos en los que en los últimos años se ha creado más cantidad de empleo o ha mejorado la calidad del mismo. Esto permitiría tener una base empírica cercana que sirva de guía para el desarrollo cántabro.

Relacionado con lo anterior, se necesita un adecuado trabajo con los datos. Basar el análisis en un trabajo cuantitativo riguroso es clave para poder realizar una correcta inferencia causal que permita establecer los objetivos del plan de desarrollo de manera cuantificable, así como la estimación de los recursos públicos y privados necesarios y la forma de su empleo necesaria para alcanzar los objetivos. Es decir, no se trata solo de señalar a dónde se quiere llegar y establecer unos objetivos cuantificados con exactitud, en términos de producción, empleo, salarios y otras variables análogas, sino que también es necesario justificar con base empírica el realismo de dichos objetivos, la cuantificación de los recursos que se necesitan para alcanzarlos y los efectos cuantitativos completos derivados de su consecución.

Finalmente, pero no menos importante, el enfoque empírico expuesto anteriormente también debiera guiar el sistema de seguimiento y evaluación del plan, así como las medidas a aplicar en caso de desviación de la senda de consecución de los objetivos.

No es tan difícil. Es cuestión de voluntad.

ESTRAGON: ¿Adónde iremos?

VLADIMIR: No muy lejos.

ESTRAGON: ¡No, no, vámonos lejos de aquí!

VLADIMIR: No podemos.

ESTRAGON: ¿Por qué?

VLADIMIR: Mañana debemos volver.

ESTRAGON: ¿Para qué?

VLADIMIR: Para esperar al plan de desarrollo.

 

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