A TODA VELA. CAPITULO 1: CUANDO SE AGITAN LAS AGUAS

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Aterrizando

(GUÍA PARA ESTAR AL TANTO)

“Algún día tenía que volver”.

Desde la ventana, mientras el avión descendía buscando tierra, Marina Montes-Valdivia podía divisar la Bahía de Santander al completo, el lugar donde a partir de ahora iba a desarrollarse su trabajo.

La Bahía lucía apacible, pero todos los que han estado en contacto con la mar, como era su caso, saben que las mayores tormentas estallan cuando menos te lo esperas.

En su día, ella prefirió huir cuando las aguas empezaron a agitarse en su familia. Ahora tendría que reencontrarse de nuevo con el clan.

“¿Qué tal ha ido el vuelo? No sé cómo vienes en estos cacharros baratos, podíamos haberte enviado el avión privado dónde quiera que vivas”, le decía su madre, Astrid, quien mostraba una sincera preocupación por la forma de viaje elegida por su hija.

“No pasa nada, mamá, he sobrevivido. Estoy cansada, así que querría llegar pronto al hotel”, replicó Marina, arrepintiéndose por minutos de haber vuelto.

“Esa es otra, ¿por qué no te quedas en casa?  A Sebastián no le cuesta nada prepararte la habitación. Está como la dejaste”, insistía su madre. “Prefiero descansar. Todo ha sido muy rápido. Me han hecho la oferta hace apenas dos días, he tenido que coger un avión desde América y mañana es la primera reunión”, quiso zanjar Marina.

“Así que vas a aceptar ese trabajo”. El chófer había enfilado ya la salida del aeropuerto y se adentraba en la autovía de acceso a la ciudad, llena de carteles que remitían a la gran cita: el Campeonato del Mundo de Vela.

“Es una gran oportunidad para volver a la gestión de grandes eventos después de todo lo que me pasó en Méjico”, explicó Marina, ya nerviosa al recordar aquello.

“Bueno, yo sólo te digo que en el Campeonato ese no es oro todo lo que reluce. Hay mucha improvisación y otras cuestiones. Andan los Fernández de la Barca por medio. Mañana hablamos. En algún momento tendrás que saludar a tu padre, ¿no?”

Ya en el Hotel Reina Victoria, Marina empezó a darle vueltas a cómo librarse de ese reencuentro, cuando otro pensamiento asaltó su mente: ¿qué demonios significaba “otras cuestiones”?

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Marina trataba de fingir seguridad cuando cruzó las puertas del Centro Global de Convenciones Mundiales construido con motivo de la inminente cita del Campeonato del Mundo.

Por lo menos tenía una aliada. “¡Marina! ¡Qué alegría verte!” Su amiga Susana siempre había sido cariñosa y acogedora desde los tiempos en que ambas estudiaban en Las Hermanas Beatas. Cuando aceptó el cargo de directora del evento, Marina supo que necesitaba una cara amiga dentro.

“En esta primera reunión del Consorcio de la Olimpiada de Vela estarán el coordinador deportivo, Sergio, y también el concejal responsable del asunto, Asdrúbal. Ya sabes que los dos son hermanos, de los Fernández de la Barca. La familia es una importante patrocinadora del evento y están muy involucrados. Empléate a fondo porque los patrocinadores andan un poco impacientes”.

Efectivamente, la reunión resultó tan tensa como una cena de navidad en la Familia Real. No la dejaron ni presentarse como nueva directora.

“Al grano, queremos saber cuándo va a empezar a tomar forma esto. Queda menos de un mes y todavía no hemos visto si el dinero con el que se está pagando todo esto está bien invertido”, expuso, apagando un puro sobre la mesa, el representante de los patrocinadores.

“No se preocupen, Marina Montes-Valdivia es una excelente gestora de grandes eventos. Por donde va, deja huella”. El autor de aquel aviso era Sergio, el conocido medallista internacional. Reconocería ese pelo largo con canas en cualquier parte del mundo.

“Tranquilos, dejen que la nueva directora empiece a funcionar. Seguro que en apenas unos días la vemos trabajar y empieza a despejar todas sus dudas, caballeros”, afirmó Asdrúbal, el concejal de Asuntos Económicos, que transmitía esa condescendencia que tienen aquellos que ya nacieron mandando. La reunión finalizó.

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En la vieja mansión de los Fernández Abarca, Anselmo, el patriarca, agitaba su copa de coñac, Anselmo Fernández de la Barca escuchaba las noticias de la reunión que le trasladaba su hijo, Asdrúbal, bien situado en el Ayuntamiento.

“La gente está inquieta y ella es muy inexperta. Se la ve profesional, con ganas de conocer todos los entresijos de la organización”.

“Nos jugamos demasiado con esta Olimpiada de la Vela y no podemos permitirnos que alguien que no sea de la familia  ande por ahí husmeando. Vas a tener que ocuparte de que esté distraída con otros asuntos. Ya verás, nos vamos a divertir….”

¿Cuáles son los otros asuntos que esconde Anselmo con el Campeonato? ¿De qué forma van a “distraerla”? ¿Qué le pasó a Marina en Méjico? ¿Conseguirá tranquilizar a los patrocinadores?

CONTINUARÁ….

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