||por Lorena San Miguel Miera, historiadora, miembro de IU en la zona del Besaya|| 

El título del artículo no pretende ser un mero reclamo, si no que configura toda una declaración de intenciones de una realidad que, aunque no es tan sangrante como otras a las que nos vemos sometidos a diario, no deja de ser hiriente.

Descartes decía que la multitud de leyes frecuentemente presta excusa a los vicios; lo cual resulta bastante palpable en la legislación española, tendente a crear artículos y jurisprudencia de cualquier cuestión, partiendo desde la cumbre hacia la base del tejido social.

Y esto ocurre con la Ley de Memoria Histórica Española, aprobada en diciembre de 2007, que se ha manifestado como un mero papel mojado, sin aplicación práctica alguna y que no ha servido para reparar ninguno de los daños ocasionados por la dictadura franquista.

Países de nuestro entorno cercano no han precisado de ninguna ley para poner en marcha, a lo largo de diferentes momentos de su historia reciente, los principios contemplados por la ONU en materia de crímenes contra la humanidad: verdad, justicia y reparación.

Por ejemplo, el gobierno colaboracionista de Vichy fue declarado ilegal en Francia en 1944. Sin embargo, el régimen franquista nunca ha sido ilegalizado. La universidad alemana realizó en 1996 un acto solemne de contrición por la persecución aplicada al magisterio alemán. En España, no se ha pedido perdón público por la depuración de miles de maestros de escuelas durante la represión franquista.

Por tanto, sin una reparación auténtica, sin la búsqueda de la verdad y la aplicación de una auténtica justicia en la que participe toda la sociedad civil, la Ley de Memoria Histórica no tiene ningún valor real.

Un reciente informe de la ONU viene a señalar que España no se ha preocupado por la búsqueda de la verdad y la justicia relativa al período de la Guerra Civil y la dictadura franquista.

En este texto señalan algunos puntos de mejora, sobre los que no hay ningún cuestionamiento ideológico ni partidista.

Se habla de la remoción de símbolos franquistas que aún quedan en muchos lugares de nuestra geografía.

No olvidemos que la ordenación territorial y la colocación de hitos en nuestros pueblos y ciudades responden a simbolismos claros, muy ligados a la época histórica o al momento social que se vive. Se alude al Valle de los Caídos considerado como un símbolo de exaltación del franquismo, impensable en ningún otro país democrático de nuestro entorno.

Se habla también sobre la educación, elemento clave en todo este asunto, donde se ha reforzado la idea del “borrón y cuenta nueva” en lugar de destacar los abusos y violencia del régimen. Así mismo, el acceso sigue siendo restringido a parte de la documentación y las exhumaciones se han dejado en manos de familiares y asociaciones, en lugar de ser un asunto de Estado.

Una sociedad fuerte y firme, con auténticos pilares democráticos no puede dejar de lado una parte de su Historia reciente donde se han producido depuraciones, ejecuciones y persecuciones durante décadas, simplemente por no remover.

Es preciso sacar a la luz las entrañas del pasado y presentarlas, para que aquellos que exhiben símbolos y realizan actos de ensalzamiento sientan vergüenza de su comportamiento y no, como sucede en la actualidad, se compartan estas imágenes realizadas, habitualmente, en tono jocoso.

La verdad, la justicia y la reparación deben ser el epicentro de la Memoria Histórica además de las piezas claves para su verdadero sentido porque, sin ellas, la letra impresa se quedará simplemente en eso.

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