||por OSCAR SAN EMETERIO, periodista||

Han pasado unos cuantos meses desde mi último artículo en El Faradio sobre la crisis ucraniana. Una situación que desde principios de año viene desangrando este país eslavo, que por el camino se ha dejado la península de Crimea, la región de Lugansk, la de Donetsk y sobre todo, y más importante, muchas vidas inocentes.

Viñeta de El Jueves sobre Rusia y Ucrania

En toda guerra, esta lo es, las víctimas civiles son inocentes. Iría más lejos, ya que creo que también lo son muchos de los soldados enviados al frente no se sabe muy bien a qué, y especialmente defendiendo los intereses de no se sabe bien quién… o sí se sabe.

Recientemente conversaba de ello con dos políticos cántabros. Me sorprendió la claridad de sus ideas y su coincidencia con la tesis que ya he esbozado aquí antes, la culpa es de Estados Unidos, especialmente de Obama.

Y ello aderezado de la coletilla necesaria para que algún ultra no te corte la cabeza “y no estoy diciendo que Putin me caiga bien”.

Coincidencia plena en las capacidades militares rusas, que las tienen y las ejercen, las europeas, muy subordinadas a Estados Unidos, y la de estos últimos, que las tienen pero habitualmente lo que suelen hacer es agitar avisperos. Irak es un buen ejemplo, y de eso también hablamos. Ay las armas de destrucción masiva…

Lo triste de toda esta situación en Ucrania es que tanta muerte y tanto odio no han servido para mejorar las cosas. Yo era de los que pensaba que no habría guerra. Me equivoqué… en parte. Al final la ha habido pero formalmente, y subrayo lo de formalmente, Rusia no ha pegado un tiro en territorio ucraniano. Podemos hablar de facilitar, suministrar, alentar, empujar… conjuguen todos los verbos que quieran, pero allí básica y literalmente los que han reventado han sido ucranianos/ucranianos y ucranianos/rusos. Ah, y un avión malayo que pasaba por ahí.

Como decía más arriba, inocentes, o mejor dicho, carne de cañón del Kremlin y la Casa Blanca en una larga partida de ajedrez que no gana nadie y pierden, por este orden, Ucrania y la Unión Europea.

Porque para nosotros también está habiendo consecuencias. Rusia patea a los americanos en el culo de Bruselas, con lo que en Washington sienten cierto escozor, pero el moratón nos lo quedamos por aquí. Yendo a los hechos concretos lo que ha hecho Rusia es responder con la misma moneda al bloqueo económico dibujado por Washington y que aquí aplicamos punto por punto, como buenos chicos que somos.

Solución rusa, mirar hacia Oriente (a excepción de Bielorrusia que queda en Occidente). Impulsar su unión económica con los bielorrusos y los kazajos, y dar todo tipo de facilidades a las ex – repúblicas soviéticas para que vendan aquellos productos europeos y americanos que yo no van a tener las fronteras abiertas de par en par.

Un botón de muestra, solo uno. Bielorrusia aumentará la venta de su leche en Rusia hasta en un 40% . Allí, y es algo que he visto sobre el terreno, están encantados con la perspectiva de entrar en un mercado que hasta ahora los miraba por encima del hombro.

Pero volvamos a Ucrania. Parece que la solución a todo el conflicto tardará en llegar, aunque al menos la violencia (la guerra) está dando una tregua a los habitantes del este del país. La salida es compleja ya que Rusia estando sin estar tiene una posición de fuerza en la zona este del país, donde Kiev a duras penas ha conseguido recuperar algunas áreas en manos rebeldes. Es evidente que el Kremlin ha hecho los deberes para que su avanzadilla rebelde no pierda demasiado terreno.

Por otro lado sigue siendo preocupante el apoyo de Europa y Estados Unidos a los elementos más reaccionarios y, hablemos claro, más nazis del panorama político ucraniano. Poroshenko, el presidente salido de unas elecciones en las que el este del país no votó al no estar bajo el poder de Kiev, sigue dando buenas palabras a Estados Unidos, pidiendo pasta y soldados a Europa, y yendo con cara de poker a las cumbres con Rusia que periódicamente prepara el presidente de Bielorrusia, Alexander Lukashenko.

Resulta curioso que una figura de un perfil tan bajo como la de Lukashenko, insolvente tanto en valores democráticos como en la gestión de un país que vive subsidiado por Rusia, esté erigiéndose como una suerte de árbitro entre hermanos eslavos. Quién lo diría.

Y entre tanto Putin sonríe mientras acaricia un gatito en el Kremlin.

Bueno no. Cambio el final.

Y entre tanto Putin sonríe mientras acaricia a un tigre siberiano en el Kremlin.

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