Entrevista con Ramiro Pinilla, en noviembre de 2013

Decía Ramiro Pinilla en la entrevista que le hicimos en El Faradio, en su casa de Getxo, que se estaba perdiendo la dignidad, y lo achacaba al propio miedo a perder. A la desesperación de quedarse sin nada. Lo decía él, que luchó contra el franquismo y que militó en el Partido Comunista cuando eso suponía un riesgo seguro de perderlo todo.

Lo decía hace un año, sentado en su sofá, mirando de reojo a la ventana, en la que fue una de las primeras entrevistas potentes que hicimos en El Faradio.

Con el autor del Cien años de soledad vasco (o sea, una novela universal) charlamos de literatura, sí, pero también de activismo y protestas, y de lo difícil que resulta hoy protestar contra un enemigo que es casi invisible porque va más allá de los partidos.

Dentro de décadas nosotros no podremos decir, por muchos motivos, que contra Lehman Brothers vivíamos mejor.

Con él inauguramos, por cierto, el género de mayores lúcidos, revolucionarios y con espíritu crítico, en el que tuvimos otro hito, el de Lolo Rico, la creadora de La bola de Cristal, que desde su piso de San Sebastián nos recordaba (el Día de la Constitución) lo que ella pensaba de la transición española y nos expresaba su miedo a la criminalización de las protestas.

Y al igual que Lolo Rico, Ramiro Pinilla partía de su experiencia para decirnos cosas que estaban pasando, o a punto de pasar, como la desafección por los grandes partidos. Era noviembre, era diciembre. Es decir: todavía no era mayo.

En un día en que en una ciudad de provincias, pongamos un Santander, hay una manifestación por la educación pública y un grupo de vecinos han querido parar unas obras, recordamos que Ramiro Pinillla pensaba que había muy pocas protestas para la gravedad de todo lo que estaba (está) pasando.

El escritorio de Ramiro Pinilla

En un momento de la entrevista yo miraba de reojo su escritorio, en el que asomaban unas cuartillas con esbozos de los personajes de la novela que, a sus noventa y un años, acababa de empezar a escribir.

En otro momento de la conversación (porque a veces era él quien preguntaba) comentaba que no os creáis, que en Getxo siguen pasando cosas, sin ir más lejos el otro día mataron a uno.

Ha pasado un año y quizás algo de dignidad se haya ganado. No tanta como la suya. Pero en el mundo en el que los de los discursos de la honradez y la eficacia acaban imputados, hay gente que ha decidido que su baremo de comportamiento debe empezar por ellos mismos.

Los hay que se han levantado y se han puesto en pie frente a las máquinas. Tal vez cuando el miedo a perder hace perder la dignidad, entonces ya no hay nada que perder y se puede volver a empezar. Al fin y al cabo, nunca es tarde para empezar a escribir.

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