Correr sin rumbo

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«El deporte ha dejado de ser un espejo en el que se refleja la sociedad contemporánea para convertirse en uno de sus principales ejes vertebradores, hasta el punto de que podríamos decir que ya no es la sociedad la que constituye al deporte, sino éste el que constituye en buena medida a la sociedad.

El deporte es la teoría general de este mundo, su lógica popular, su entusiasmo, su complemento trivial, su léxico general de consuelo y justificación: es el espíritu de un mundo sin espíritu»

(Federico Corriente; Jorge Montero, Citius, altius, fortius, el libro negro del deporte, Editorial pepitas de calabaza, 2011)

El pasado domingo la compañía valenciana Pérez & Disla echó el telón de la X edición del Indie Festival de Miriñaque en colaboración con la Fundación Santander Creativa. Por el escenario de la calle Isaac Peral hemos visto comedias costumbristas, monólogos líricos, musicales (el excelente montaje Excítame) e incluso actualizaciones de textos clásicos, conformando la mejor edición de un Festival consolidado que permite degustar obras de gran factura que lamentablemente no tienen cabida en teatros ‘oficialistas’.

Dos montajes destacaron sobre el resto: ‘La gente’ de la citada compañía Pérez & Disla (mejor dirección), y ‘La maratón de Nueva York’ (mejor espectáculo), de Criadero de morsas. Poco tienen que ver entre sí, salvo la voluntad de concernir preocupaciones de nuestro tiempo, como ya ocurriera en la punzante ‘Peceras’ de The Zombie Company, ganadora del certamen en 2013.

La gente

La gente

No es casualidad que estos tres montajes coincidan en el tiempo, como tampoco lo es la confluencia en librerías de obras que han vuelto su mirada hacia la (cruda) realidad.El arte no debe ser impermeable a la realidad social de su tiempo, y el espectador espera encontrar en las tablas del teatro cómo funciona la vida, cómo se relacionan mundo exterior y mundo interior.

Si con ‘Peceras’ nos asomamos a fantasmas privados, ‘La gente’ aborda la esfera pública planteando una aguda reflexión en torno a la capacidad de ‘la gente’ de transformar la realidad.

El malestar actual y la tensión social obligan a repensar lo público, buscando estructuras que visibilicen al ciudadano.

Así, el espectador se ve inmerso en una reunión cuyo motivo desconoce, y que avanza sin que se llegue a desvelar el enigma. ‘La gente’ satiriza la jerga asamblearia (‘hay que alcanzar un marco regulador consensuado…’) en un encuentro cuya falta de concreción permite que podamos equivocarnos de cita -impagable la escena en la que uno de los más activos participantes en la asamblea reconoce haberse confundido de reunión-.

Sería un error reducir su mensaje a un ámbito exclusivamente político, porque el fenómeno grupal se inscribe en una esfera indefinible, pero la actualidad no sólo manda sino que estrangula, y los acontecimientos vividos durante el fin de semana en nuestra región sobrevolaban el ambiente. Y al final, la lectura –mi lectura- es que a pesar de los pesares no debe abandonarse la calle ni fiar el necesario cambio al voto.

La teatralización asamblearia ya fue advertida por Guy Debord en ‘La sociedad del espectáculo’, donde con fino olfato expone que “el espectáculo no es un conjunto de imágenes sino una relación social entre personas mediatizada por imágenes”. Y este rapto de Talía se observa en cualquier asamblea, en las redes sociales y en las modas dominantes, como lo es correr.

‘La maratón de Nueva York’ de Criadero de morsas (el nombre de la compañía es una velada crítica al vergonzoso IVA cultural) recupera una obra escrita por Edoardo Erba en 1993. Roberto y Mario entrenan dos veces por semana preparando su futura participación en la famosa maratón. Entre sueño y realidad, las conversaciones discurren entre lo profano y lo divino, jalonadas por una oportuna analogía con el mito de Filípides. Dos amigos que responden a arquetipos bien definidos: el vigoréxico machista que exuda testosterona frente al amigo dócil que se deja arrastrar por efecto espejo y olvida incluso el motivo por el que corre.

Maraton Nueva York

La Maratón de Nueva York

El papel del deporte en el discurso ideológico ha pasado de ocupar un papel marginal a representar la esencia de la sociedad, a través de la competición, la selección genética, el éxito social y la participación en las victorias de un colectivo del que anhelamos formar parte.

Guy Debord en ‘Esa mala fama’ señala que los errores de la cultura de masas no son una mera casualidad, sino su esencia misma en cuanto ‘cultura de masas’.

También Zizek (que Alfredo me perdone) habla del gozo obligado y del deseo por el deseo como claves de nuestro tiempo y de la publicidad.

El exceso es la clave de un mundo en el que la salud y la belleza se erigen en dioses todopoderosos y la competitividad trasciende el ámbito laboral. El pasado fin de semana un amigo le preguntaba a otro cuál es su próximo objetivo después de haber completado un duatlón. La respuesta: terminar otro en menos tiempo, o lo que es lo mismo, competir con uno mismo.

Al final de la obra, Mario, delirando, tiene un rapto de lucidez en su agonía mortal y recuerda de nuevo a Filípides al darse cuenta de que ha olvidado el mensaje que debía trasladar. Y es que como bien expresó Santayana, “el fanatismo consiste en redoblar el esfuerzo cuando has olvidado el fin”.

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