Santander, Ciudad K

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Santander debe ser esa ciudad en la que a todos nos interesa la Cultura, en la que vamos leyendo libros de Kierkegaard por la calle mientras en nuestros cascos de hipsters resuenan Las cuatro estaciones de Vivaldi.

Así lo parece, a tenor de las reiteradas promesas en materia cultural con la que nos vienen sorprendiendo los anuncios políticos e institucionales: la milla de la cultura, el anillo cultural, el barrio de la cultura proyectado, la Plaza Cubierta (Porticada)…

De manera que Santander es Ciudad K, una urbe donde las señoras discuten sobre filosofía, música moderna e innovación en el cine, con todos los rulos puestos en la cabeza. Nada de prensa del corazón: Muy Interesante.

Una ciudad en la que se acumulan los proyectos culturales que pretenden perseguir, más que llegar a unos votantes o destinatarios de la cultura, una pátina de prestigio, una forma más de decir que Santander sea referencia internacional de algo. Lo último: recolocar cosas en sedes en el barrio de La Florida, el Barrio de la Cultura –sic-.

LOS BARRIOS DE LA CULTURA REAL

Como decíamos, es como si todos los proyectos políticos relacionados con la Cultura estuvieran inspirados en la ficción , en esa serie de televisión llamada Ciudad K, en la que todos leemos Ulises y escuchamos a Vivaldi con nuestros cascos hipsters.

Y así, es como los políticos se inventan barrios de la cultura, extramuros de los barrios donde la Cultura hace tiempo que ha tomado la iniciativa, fuera de la milla de la cultura, sin empadronarse en el barrio cultural, sin ponerse el anillo de la cultura y sin el resguardo de la cubierta Plaza Porticada. Fuera de la ficción que es la política.

Fiesta de la Primavera en la calle del Sol

Fiesta de la Primavera en la calle del Sol (Foto: Javier Vila, de La caverna de la luz)

 

En la realidad, no hay un barrio de la Cultura; la Cultura está en los barrios. Está en Vista Alegre con toda la programación musical de la Sala Black Bird; en la calle Alcázar de Toledo, con el nuevo Café de Noa; en San Simón, con el Nuevo Niagara; en Isaac Peral con Escena Miriñaque o en la calle García Morato, con el Café de las Artes.

La Cultura está en la Plaza Pombo de Gil, en la calle Cisneros de La Vorágine, y en una esquina de Cañadío, con Rosa Casuso, muy cerca del Canela donde todas las semanas hay conciertos y proyección de cortometrajes.

Está también en cada local de ensayo en un momento muy especial para la música, y en las calles y en los estudios en los que se graban y montan los cortometrajes. Se me están pasando las galerías como Espacio Alexandra o el callejón de Espacio Espiral.

Actividad para niños en Librería Gil

Actividad para niños en Librería Gil

Son creadores y empiezan a conformar un sector que sabe lo que se hace, que está construyendo públicos a base de ciclos estables, de acostumbrar a la gente a que los domingos hay teatro en Miriñaque y los lunes BlackGirls en el BlackBird.

Y si hay algo parecido a un espacio único, un barrio de la cultura en Santander, eso ya existe: está en la calle del Sol (la calle del Carmen), con los conciertos del Rubicón, las exposiciones en la Caverna de la Luz o las pinchadas y proyecciones del Metropol.

Con su asociación, Sol Cultural, que los canaliza, implicando al sector privado hostelero, y en el que el papel de lo público estuvo bien jugado en adecuar el espacio con la peatonalización de la calle. Y ya. No hace falta más que apoyar sus demandas.

En definitiva, el Barrio de la Cultura, los barrios de la Cultura, están donde cuatro pringaillos tienen la iniciativa de que esté; nunca está donde los políticos presentan la infografía.

Frente a los discursos del aburrimiento, en Santander está pasando algo con la Cultura, desde hace años y por iniciativa popular – que no de los populares precisamente-. Esta es la realidad, la iniciativa y colaboración de los agentes culturales.

Una película de realidad, por toda la ciudad, que mola mucho más que las ficciones políticas que inventan barrios en millas y anillos.

El mejor apoyo, aunque no lo entiendan (y menos ahora), sería dar un paso a un lado, no estorbar, apoyar lo que hacen de forma discreta y dejarlos hacer.

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5 Comentarios

  • Javier Vila
    11 de mayo de 2015

    La foto de las fiestas de la Calle del Sol con la que ilustráis el artículo es mía, yo soy el autor. Y ya que ni tan siquiera habéis pedido permiso para publicarla, de pagar derechos ya ni hablamos, al menos podríais haber mencionado al autor… Por lo demás, muy de acuerdo con las apreciaciones sobre el papel de la iniciativa asociacionista haciendo de vanguardia y el rédito político arrastrándose detrás.

  • Javier Vila
    12 de mayo de 2015

    Me vale con la firma, muchas gracias. Y en el FB de Sol Cultural también somos escrupulosos con la autoría, se menciona el autor de las fotos en el subtítulo del álbum. Y muy de acuerdo con vuestro artículo.

  • Victoriano
    21 de mayo de 2015

    No puedo estar más de acuerdo contigo, Óscar. La cultura la hacemos los individuos libres. La administración hace tanto mejor cuanto menos interviene.
    Como, en general, sucede en todos los órdenes de la vida: los individuos interactuando de forma libre y voluntaria son los que hacen que la sociedad progrese. Todo lo que va en contra de eso, decisiones arbitrarias de «los que saben porque mandan», dinero coactivamente recaudado aplicado a las iniciativas elegidas por una élite, en vez de las ofrecidas y escogidas libremente por cada individuo…Eso mata, no solo la cultura, sino el propio sentido de la vida.
    A pesar de eso, muchos claman por ser esclavos de las élites, de las autoproclamadas vanguardias. Porque ser libres, hasta en la cultura, les resulta agotador y odioso.

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