Es el ladrillo, hijucos

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Ya no es que en las elecciones municipales en Santander no haya habido un debate entre los candidatos que hubiera servido para pensar que vivimos en una democracia madura, en la Santander en la que no ha habido alternancia; es que los candidatos no han querido siquiera debatir entre sí de forma cruzada, criticándose partes de sus respectivos programas.

No interesaba: es mejor difundir cada uno cada día una parte sectorial de sus medidas, de forma controlada, y evitando, a ser posible, que coincidan. No sea que se vaya a poder comparar y descubrir que algunos se diferencian menos de lo que pregonan.

Aquí De la Serna, aquí Copsesa

Aquí De la Serna, aquí Copsesa

Pero el debate existe: asoma en los programas electorales y lo está planteando, sin decirlo expresamente, la calle: los movimientos sociales que empiezan a nacer en Santander, la plataformitis que descalifica el alcalde, Íñigo de la Serna.

Digámoslo claro: en Santander pasa algo con el urbanismo, que es una palabra muy abstracta pero que nos habla de dónde se construye y dónde no: de dónde vivimos, dónde edifican las empresas de cabecera y adónde se van los jóvenes de una ciudad que se extiende hasta el infinito mientras expulsa a sus vecinos (se quedan los viejos, los más votantes del PP).

La primera en decirlo fue Amparo, que recogió el testigo de Lucía Colmenero (Lucía Cabildo), y que hizo pensar a muchos en que el urbanismo acaba afectando a la vida de la gente, como están a punto de comprobar en el Prado San Roque y ya han averiguado a ciencia cierta los de la senda costera.

Lo vieron en su día los vecinos de Tetuán o la gente de Deba, que han culebreado en un marasmo de normas administrativas, a fuerza de comprobar que no son las mismas para los Botín que para el resto de los mortales.

Porque Amparo nos enseñó mucho:

  • Sobre la falta de planificación urbanística (primero se deja construir sin reglas y con mucho libre mercado en una zona, la S-20, y décadas después decides conectarla con la ciudad con muchos viales, conexiones transversales).
  • Sobre relaciones entre las empresas y las instituciones (la obra la hace un compañero de partido del alcalde y la consiguió tirando un precio que se le compensó luego con sobrecostes sin justificar adecuadamente).
  • Pero, sobre todo, de sensibilidad en el trato desde las instituciones a los vecinos y de falta de participación en la toma de decisiones. Era la administración más cercana.

Eso también es urbanismo, y es el gran debate que asoma en los programas electorales. Ganemos Santander Sí Puede e Izquierda Unida piden paralizar el Plan General, en el PSOE y en el PRC (que vóto a favor del PGOU) quieren repensarlo, y en UPYD elaborar uno nuevo de forma urgente.

El PP, mientras, sigue con su campo de golf en el Parque Litoral Norte y apunta a una ciudad mixta, de sustitución de barrios consolidados y de expansión a nuevos residenciales al norte de la ciudad, en un modelo que presupone un crecimiento poblacional hasta los 250.000 habitantes (75.000 habitantes más de los que somos ahora), cuando en las dos últimas legislaturas se han marchado 10.000 vecinos. Esto lo pone la principal ley del Ayuntamiento: el PGOU.

Y sigue siendo su modelo, aunque no lo digan claramente. En esa línea, tampoco quiere responder a una serie de cuestiones el candidato del PP a la reelección, que ha rechazado la posibilidad de tener una entrevista en la que, a buen seguro, se le hubieran planteado todas estas preguntas. Sí, la entrevista que no tendrá lugar hubiera sido con todos nosotros, en Buenas Tardes Cantabria.

El asesor James Carville centró las prioridades de la campaña de las primeras elecciones que ganó Bill Clinton. «Es la economía, estúpidos», escribió en la pizarra de aquel war room demócrata. En Santander, los estrategas también han identificado el principal tema y en sus cuarteles generales reza, en letras mayúsculas: «Es el ladrillo, hijucos».

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