24M: Hasta aquí hemos votado

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¿El candidato de la primera fuerza política descartándose como presidente y la segunda lista más votada pensando ya en formar gobierno? ¿Los partidos llaves sin pedir ser consejeros?

Los resultados de las elecciones municipales y autonómicas parecen confusos, pero, en realidad, los cántabros han sido claros; han diseñado el escenario perfecto para que los políticos hablen y lleguen a acuerdos con el diseño de un Parlamento para el interés general y para los grandes consensos.

Los cántabros han dado la espalda al PP de Ignacio Diego. Le han dicho que no quieren cuatro años más de modos autoritarios, descalificación permanente al que protesta, y que tampoco quieren revisionismo constante de los proyectos del pasado; lo que quieren los cántabros es hablar de futuro.

Los cántabros han rechazado el enfrentamiento personalista de Diego hacia Revilla, premiando al objeto de sus agrias críticas y actitudes, y, de paso, su estrategia de ocupar el espacio del PRC: al revés, ha sido el regionalismo el que ha pasado de ser fuerte en lo rural a extenderse por los núcleos urbanos que son los que le han hecho presidente.

Pero el descalabro del PP cántabro no es todo de Ignacio Diego, ni mucho menos (como tampoco fue todo éxito suyo cuando logró la mayoría. absoluta): los cántabros han castigado severamente al Partido Popular, y en concreto a Mariano Rajoy, por su actitud condescendiente ante sus casos de corrupción, y por los recortes sociales y de libertades en España, acompañados siempre de una criminalización de los destinatarios de las medidas y de quienes se oponían a ellos. Quién lo diría: robar e insultar al votante no es una buena estrategia electoral.

Los cántabros quieren pactos: ese es su principal mensaje, y por eso no han dado mayorías absolutas, ni en sitios tan emblemáticos como Santander, Miengo o Noja. Por eso han castigado a quienes han demostrado su incapacidad para pactar.

Eso ya lo tuvimos, y si los cántabros quisieran que se repitiera, hubieran votado más a Nacho Diego para la mayoría absoluta, o hubieran conseguido que PSOE y PRC sumaran entre ellos la mayoría absoluta. Y no la tienen.

Pero los cántabros no quieren los mismos pactos que antes: porque pactar es algo más que formar gobierno. Y un gobierno de dos partidos, lo hemos comprobado en el pasado, se puede comportar con la misma soberbia que un solo partido con mayoría absoluta.

De facto, lo tuvimos los cántabros con el PRC y con el PSOE, con su pacto absoluto que también descalificaba a todo el que se oponía a ellos, que forzó la maquinaria administrativa para que las adjudicaciones públicas coincidieran con sus intereses, que llevó al descontrol en el gasto, a una inquietante falta de planificación y a un Gobierno muy muy poco transparente.

Y de momento, todas las señales que envía Revilla, el único que apunta a presidente, son las de un pacto a la vieja usanza, un pacto global que incluya municipios y reparto de poder en el Gobierno.
Y eso que puede valer para la gobernabilidad, no tiene por qué ser lo que quieren los cántabros; a buen seguro que no es eso lo que han votado los cántabros.

Los cántabros han señalado a nuevos protagonistas: porque la crecida del PRC no es la única de estas elecciones. También suben los partidos vecinales y los que representan a la nueva política.

Los cántabros no quieren partidos que dependan de los intereses de Madrid, igual que los torrelaveguenses dan la espalda a los partidos que ceden a decisiones que se toman en Santander.

Los cántabros les han encomendado un papel a los nuevos partidos: aquí tienen que leer muy atentamente los nuevos, Podemos y Ciudadanos, porque el mensaje ha sido mucho más que el de ‘Revilla presidente’.

Por eso, lo que es seguro es que, como todos los partidos, van a necesitar la presión constante del mundo exterior, de una calle que ha inspirado su programa y que debe seguir estando activa porque le debemos todo lo bueno que ha pasado en Cantabria en los últimos tiempos.

Los partidos nuevos, que llegan nuevos a las instituciones (los Podemos, Ciudadanos, Ganemos, Sí se Puede, en Común o Equo)… todos tienen un mandato nítido de los cántabros: su papel será controlar al PRC y al PSOE, que ni de lejos se han regenerado, y no pasar por alto un sólo exceso, ni un solo abuso de poder.

Los partidos vecinales tienen que demostrar que son diferentes, y para eso se les ha dado la confianza.

De momento han demostrado que sí tienen controladas las prioridades y la agenda, pero en el camino hemos visto que en alguna ocasión han cedido a la tentación del sectarismo interno o a la sumisión a los intereses de un partido central.

Y eso es lo que los cántabros han rechazado en las urnas: hasta aquí hemos votado.

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