Las historias que se esconden en el Festival Intercultural de las Naciones de Santander

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|| POR ÓSCAR ORTIZ ||

El Festival Intercultural de las Naciones continúa ofreciendo los mejores productos de distintos puntos del mundo en un mismo lugar: los campos de Sport del Sardinero. Y siempre con un objetivo, la solidaridad como punto de partida.

Una vez que entramos en el recinto, la solidaridad, el ocio y la gastronomía se unen para formar un ambiente festivo. Unir naciones y culturas a través de sus productos es un logro conseguido por la organización del festival.

Y como decíamos, la solidaridad es un punto de partida para que este festival salga adelante, ya que gracias a esta fiesta personas provenientes de diversos puntos de la tierra pueden salir adelante en su historia personal.

Staff artesanal en la entrada del recinto

Staff artesanal en la entrada del recinto

Hoy conocemos tres historias muy diversas, muy dispares, que se esconden detrás de cada uno de los puestos que ofrecen variedades de cada país. Tres vidas que presentan sus motivos por los cuales están presentes en este festival que se desarrolla hasta el próximo 6 de septiembre en Santander.

«VIVIR DE ESTO ES IMPOSIBLE»

Algunos llegan al festival para intentar sobrevivir, pero otros llegan “por amor al arte”. Este es el caso de los dueños de la food truck chilena. Su dueña, Ingrid Quesada, nos cuenta los motivos que le han llevado a embarcarse en este festival y estar año tras año inmersa en este proyecto.

Todo comenzó hace más de 20 años, cuando el marido de la dueña del negocio trabajaba en el mantenimiento del festival. Hace 16 años dejó este trabajo, y encontró uno estable en Santander, motivo por el cuál la familia al completo -padre, madre e hijo- comenzaron a vivir en Santander. Pasaron los años, y en 2006 volvió a visitar el Festival Intercultural de las Naciones.

Entonces fue cuando habló con unos amigos y conocidos de esta fiesta de la solidaridad, y le plantearon la posibilidad de instalar su propio negocio dentro del festival. Entonces aceptó, y los tres miembros de la familia comenzaron a trabajar como hobbie en este negocio.

“Trabajamos aquí por amor al arte. Nos gusta mostrar nuestra gastronomía, explicar a la gente como preparar nuestra comida”, nos comenta Ingrid acerca de los motivos que le llevan a trabajar durante un mes en este negocio.

Ingrid Quesada y su hijo en la food truck chilena

Ingrid Quesada y su hijo en la food truck chilena

Pero el trabajo es difícil. “Físicamente, el trabajo es muy duro”, explica el hijo de Ingrid. “Cada uno de nosotros tenemos nuestro trabajo particular en Santander.

Salimos del festival a las 12 de la noche, y yo al día siguiente me levanto a las seis de la mañana ya que entro al trabajo a las siete. Y cuando termino, me vengo aquí”, narra el hijo de los dueños.

Una de las anécdotas más interesantes es que los propios chilenos que residen en la capital cántabra “no se dejan ver por las food truck”, pero sin embargo, los turistas bilbainos, madrileños… no dudan “en visitarnos”. Además, también nos comentan que muchos de los visitantes piensan que el choclo-mazorca de maíz- es comida para animales.

“SI NO ESTUVIESE AQUÍ, NO PODRÍA VIVIR”

Y ahora viajamos de Chile a Kenia. Aunque la historia es totalmente distinta, una historia sobrecogedora que recoge verdaderamente cuál es la esencia del festival, y cuales son los verdaderos motivos por el que este festival continúa adelante.

Clarise tiene 61 años, y lleva gran parte de su vida recorriendo los diversos Festivales Interculturales de la Naciones que se desarrollan por distintas ciudades de España. Y los recorre para intentar sacar adelante a toda su familia residente en Kenia: 8 nietos y 4 hijos.

“Soy la única mamá y papá”, comenta Clarise. Es la encargada en enviar dinero a toda su familia, y a esto hay que sumarle que no tiene marido, por lo que ella no recibe ayuda. Pero los problemas no se quedan aquí.

Uno de sus hijos está enfermo de Hepatitis C. El mantenimiento y cuidado de su enfermedad es muy caro, por lo que gran parte de su dinero va destinado a este hijo. Otro de sus hijos tiene problema con las drogas, y su obligación como madre ha sido llevarlo a un centro de desintoxicación. Otro tratamiento muy caro, por lo que otra gran parte del dinero de Clarise termina aquí.

Y el resto del dinero va destinado al mantenimiento básico del resto de la familia, aunque admite que “mi familia a día de hoy no puede comer ni tan siquiera pan”. Y se lamenta de la situaciones que ve en España: “Aquí la gente tira el pan, la ropa… ¡Oh, Dios Mío!”.

Confiesa que si ella no estuviera en estos festivales, la situación de su familia sería “trágica”. “Estos festivales ayudan mucho, mi familia ha estado viviendo gracias a estos”, nos comenta la dueña de este puesto de Kenia.

“La vida para mí es muy dura. No tengo tanta fuerza como antes. Es muy complicado todo. Pero gracias al festival puedo al menos comer”, narra con un rostro de impotencia Clarise. Incluso llega a confesar que no posee el dinero suficiente para poder alquilar una vivienda estos días. “Yo tengo que dormir en el suelo”, admite Clarise.

EDUCAR GRACIAS AL CHOCOLATE

Guillermo Xiu tiene varios objetivos fundamentales para permanecer en este festivales a lo largo del mes. El primero de ellos es mostrar la esencia verdadera del cacao maya. Xiu destaca que “el mejor cacao procede de la zona maya. Nuestro chocolate tiene miel, el único en el mundo”.

Guillerm Xiu en su puesto del chocolate maya

Guillerm Xiu en su puesto del chocolate maya

Pero hay otro motivo mucho más importante que le lleva a estar aquí. Un motivo mucho más solidario. Él, junto con una pequeña cooperativa de doce familias denominada Red Orgánica Maya, recaudan dinero en todos los festivales de las naciones que se desarrollan en España ( Málaga, Valencia, Alicante, Santander, Vitoria y Sevilla) y lo invierten en elaborar proyectos educativos.

Dentro de estos planes educativos se encuentra la creación en la zona maya de diversas escuelas y bibliotecas con el objetivo de educar a la población de la zona. Además, también han logrado crear un proyecto dental, ya que según afirma Guillermo “sin dentadura no hay comida”.

Y otro de sus grandes logros ha sido “ganar” a Monsanto y lograr que deje de sembrar transgénicos en la zona maya. Las semillas que Monsanto distribuye hacen flor pero no tienen polen, motivo por el cual se está extinguiendo la abeja maya. Además, el chocolate que ellos distribuyen se basa en la miel, por lo que si la abeja muere, también muere su cacao.

Aunque lo que más le “molesta” es que su cacao no triunfe, y las grandes compañías se lleven el mercado comercializando el chocolate con azúcar, chocolate que Guillermo considera como “falso, ya que el verdadero tiene miel”

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