La Vuelta en Cantabria: lo mejor, el paisaje

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La Vuelta a España llega hasta Alto Campoo, con niebla, mucho público, pero sin apenas espectáculo

La Vuelta a España llega hasta Alto Campoo, con niebla, mucho público, pero sin apenas espectáculo

La etapa que planteó la organización de la ronda española con final en la Fuente del Chivo era muy bonita, y una oportunidad importante para ver un gran espectáculo. El someter a los ciclistas a la etapa más larga de la presente edición, 213 km, con zonas de sube y baja y afrontando las duras rampas del puerto de El Escudo antes de lanzarse a las orillas del pantano del Ebro en busca de Reinosa y la subida a Alto Campoo suponían uno de los platos fuertes de la carrera… a priori.

En un deporte tan exigente como el ciclismo, la dureza que quieran darle los ciclistas a una etapa es tan importante como el recorrido planteado. Y ahí es donde falló todo. De salida se rodó bastante rápido, pero una vez formada la fuga del día el pelotón se relajó y empezó a rodar a velocidad de paseo campestre, como si quisieran disfrutar del paisaje más que competir por objetivos importantes, tales como ganar una etapa de montaña (se la llevó el italiano Alessandro De Marchi) o mejorar su clasificación en la general contando con que aún quedaban etapas duras por delante.

Es cierto que la ascensión a Alto Campoo no es de una gran dureza, aunque subir hasta la Fuente del Chivo añadía un extra de tres o cuatro km que sí son de mayor entidad. Y el problema es que los ciclistas esperan hasta ese momento para atacar. Las rampas que son más duras de lo normal para un profesional les asustan, no sin motivos, porque temen perder en ellas lo ganado anteriormente, y por eso prefieren conservar una situación de comodidad, sin ataques, y después intentar ser lo más fuertes que les sea posible cuando la carretera mira directamente hacia el cielo.

Este es el modelo que ha impuesto la Vuelta a España, dirigida por Javier Guillén, en los últimos años. Descubren sitios semidesconocidos con unos porcentajes salvajes, o directamente asfaltan caminos de tierra, usados básicamente por senderistas o ganaderos y así preparan un final espectacular, haciendo transitar a los corredores por sitios donde una bicicleta difícilmente podrá alcanzar los 10km/h de velocidad, con rampas incluso por encima del 20% de desnivel. Por eso últimamente Peñacabarga ha recibido un par de visitas de esta carrera, que no olvidemos es una de las más prestigiosas del mundo, pero esa condición puede quedar en entredicho por abusar de este tipo de perfiles en su recorrido.

La consecuencia es que se vio una etapa deslucida, y quedó aún peor porque la señal de televisión no entró hasta pasadas las cuatro de la tarde, cuando los fugados acababan de coronar El Escudo y al pelotón le quedaba poco para hacerlo, por lo que los televidentes se quedaron sin disfrutar de uno de los grandes atractivos de la etapa.

Lo que sí se pudo comprobar es la belleza de toda la zona del pantano. Al ir el pelotón a una velocidad reducida, el helicóptero pudo explayarse enseñando tomas preciosas. El ciclismo también es esto. Los sitios por los que pasa una competición que puede verse en decenas de países se promocionan de esta manera, y el norte de España saca partido de esto, no solo por los aficionados que se acercan a ver las etapas en directo (la afición es grande en las comunidades autónomas como Cantabria, y también en sus vecinas), sino por todos los turistas potenciales que pueden elegir acercarse a visitar esos sitios tan bonitos que contemplan a través de sus televisores, ordenadores, tablets o móviles.

Así pues, la etapa tuvo escasa relevancia para el desarrollo de la carrera. Las diferencias entre los favoritos de la general fueron muy pequeñas, por lo que una etapa que podía haber sido clave, o al menos importante, se quedó en prácticamente nada. Y de cara a la retransmisión televisiva, encima hubo la mala suerte de que los kilómetros más duros contaban con la presencia de la niebla, así que fueron los únicos que no pudieron verse con todo su esplendor.

Al día siguiente, la serpiente multicolor partía de Comillas, pero el recorrido por Cantabria era muy breve. A los 20 km de etapa se entraba ya en Asturias, por lo que la televisión apenas dio alguna imagen en diferido de la salida y ya está. Las quejas en esta etapa se extendieron desde el lado asturiano, porque la retransmisión volvió a comenzar tarde y se perdió la promoción de la costa de la comunidad vecina. La etapa era otra preciosidad, pero solo se pudo ver bien la parte final, que discurría ya por el Parque Nacional de los Picos de Europa.

Cantabria tiene la suerte de ser punto de paso de la Vuelta a España en la mayor parte de sus ediciones, por lo que esa promoción la seguirá teniendo. A veces Santander, otras Cabárceno, Peñacabarga, pero Cantabria tiene una situación geográfica espléndida para seguir siendo una cita casi obligada para esta carrera, una de las tres que tiene un recorrido de tres semanas en el mundo, junto al Giro de Italia y al Tour de Francia. Y, claro está, las personalidades políticas no dejan pasar la oportunidad, y así pudimos ver en primera fila a Miguel Ángel Revilla, el presidente del Gobierno regional, tanto en el podio de Alto Campoo como en la salida de Comillas.

Esperemos que el esplendor de la Vuelta venga acompañado de espectáculo de verdad en años venideros, porque la región da para mucho pese a su pequeño tamaño. Esta vez pudimos disfrutar de una parte de los paisajes a través de la pantalla, pero el espectáculo fue demasiado escaso para lo que podía haber dado de sí. Tener en carrera a Purito Rodríguez, Alejandro Valverde, Nairo Quintana, Fabio Aru, Esteban Chaves, Mikel Landa o Rafal Majka y que todo se quede en diferencias pírricas, decepciona. Y puede que todos ellos se queden sin triunfo final y se lo lleve un contrarrelojista de 24 años, el holandés Tom Dumoulin.

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