El peligro de jugar al Risk

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||por MARIANO DE MIGUEL, historiador||

Durante los últimos dos años -más aún desde los sucesos de las mal llamadas “Primavera Árabe” y “Revolución Ucraniana- no pocos investigadores y docentes, vuelven a nombrar la geopolítica dentro de las agendas de los distintos gobiernos desde la UE hasta China.

Si bien dicha consideración es acertada hasta cierto punto, más bien, debería ser…¿alguna vez este campo de estudios abandonó las mentalidades de los distintos estadistas desde 1973?

El paradigma global cambió desde 1989-91 con la implosión soviética, la crisis de los Balcanes, Somalia, y un largo etcétera, con lo cual, sería de mentirosos -o necios- negar el auge de la geopolítica, el regreso de Eurasia a la primera plana y que, una vez más, el principal foco de tensiones se localiza en el PROME (o Próximo y Medio Oriente).

Ni que decir tiene que la aparición en escena de una supuesta entidad política como es el Estado Islámico en Siria e Irak y sus objetivos de aglutinar un califato global desde Bosnia al Machreq han cambiado la configuración en cuanto a cómo, dónde, cuándo y por qué actuar.

Supuestos geoestrategas “retirados”, vinculados a los lobbies más furibundamente conservadores, han vuelto a la escena internacional — véanse los casos de Henry Kissinger, Z. Brezinski o Francis Fukuyama, antiguo republicano con su “Fin de la Historia”, hoy convertido en asesor del presidente Barack Obama–, donde la diplomacia de altos vuelos, geopolítica y los dados sobre el tablero global asesoran nuevamente a distintas entidades supranacionales para definir el posicionamiento a las diversas crisis acaecidas desde el inicio de la segunda década del siglo XXI.

RUSIA Y CHINA

No por ello se debe dejar de lado el crecimiento de dos potencias olvidadas durante los años 90 del siglo pasado: Rusia y China.

Dentro del crecimiento económico y masivo de la segunda -aunque hoy en inicios de recesión- hay que unir el resurgir de la Federación Rusa, que con la llegada en 2000 de Vladimir Putin y su interregno temporal como jefe de Gobierno, hasta volver a la presidencia de la República en 2012, consiguió finalizar la guerra en la provincia rebelde de Chechenia -aunque no así el crecimiento de un movimiento integrista vinculado a Al Qaeda en el Cáucaso Norte-, reflotar la economía por los precios del petróleo y gas, una reforma/modernización del estamento militar y expandir su área de influencia en Ucrania principalmente, pero asimismo por las antiguas regiones soviéticas de Asia Central, junto a varios -y exitosos- acuerdos comerciales con Irán y Egipto.

Mención aparte debe hacerse del desafío global en Siria, donde lo que se inició como un movimiento popular de protesta contra el régimen de Bashar Al Assad en Marzo de 2011, pasó a ser una cruenta guerra civil expandida a países vecinos como Irak y Líbano, junto a la aparición del DAESH o Estado Islámico, las redes integristas han atentado en Túnez y Libia (siendo la antigua “República de las Masas” del Coronel Gaddafi, un estado más fallido -si cabe- que Somalia en 1992).

Todo ello en interés a viejos factores, nunca olvidados: rutas comerciales, neoliberalismo en alza, la constante pugna de los antiguos mercaderes de la seda, la proliferación nuclear en “Estados Canallas”, la eterna lucha por la paz en Palestina –que a decir verdad, no importa a Occidente, menos aún es viable a día de hoy la solución de “Dos Estados”–, el crecimiento de la República Popular China y la India o asimismo, como varios “socios occidentales”, van convirtiéndose en países autoritarios -si es que alguna vez dejaron de serlo- como es el caso húngaro, turco o bielorruso.

Todo ello deja clara la inoperancia de la ONU y otras instituciones en una larga lista de errores, lo que demuestra una acusación acerca de una globalización de dos velocidades o mismamente el hecho de que la democracia se implementa cuando interesa, vende o da votos o bien cuando hay oleoductos y gasoductos bajo los zapatos.

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