La otra Flor de Argumosa

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“—¿Tú crees que las flores…?

—¡No, no creo nada! Te he respondido cualquier cosa para que te calles. Tengo que ocuparme de cosas serias

Me miró estupefacto.

—¡De cosas serias!

Me miraba con mi martillo en la mano, los dedos llenos de grasa e inclinado sobre algo que le parecía muy feo.

—¡Hablas como las personas mayores!

Me avergonzó un poco. Pero él, implacable, añadió:

—¡Lo confundes todo…todo lo mezclas…!

Estaba verdaderamente irritado; sacudía la cabeza, agitando al viento sus cabellos dorados.

—Conozco un planeta donde vive un señor muy colorado, que nunca ha olido una flor, ni ha mirado una estrella y que jamás ha querido a nadie. En toda su vida no ha hecho más que sumas. Y todo el día se lo pasa repitiendo como tú: “¡Yo soy un hombre serio, yo soy un hombre serio!”… Al parecer esto le llena de orgullo. Pero eso no es un hombre, ¡es un hongo!

—¿Un qué?

—Un hongo.

El principito estaba pálido de cólera.

—Hace millones de años que las flores tiene espinas y hace también millones de años que los corderos, a pesar de las espinas, se comen las flores. ¿Es que no es cosa seria averiguar por qué las flores pierden el tiempo fabricando unas espinas que no les sirven para nada? ¿Es que no es importante la guerra de los corderos y las flores? ¿No es esto más serio e importante que las sumas de un señor gordo y colorado? Y si yo sé de una flor única en el mundo y que no existe en ninguna parte más que en mi planeta; si yo sé que un buen día un corderillo puede aniquilarla sin darse cuenta de ello, ¿es que esto no es importante? (…)»

(Fragmento del Capítulo IX del Principito)

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El Principitio, por Begoña Fernández Corbain

Son curiosas las flores. Las miramos en su conjunto sin detenernos en los detalles. Cada pétalo es importante. Cada pétalo dice “me quiere” o “no me quiere” mientras nuestros dedos los arrancan sin pararse a pensar que la respuesta será también el Final. La Flor mutilada ya no es nada y poco importa el resultado, sea cual sea, si nos olvidamos de solo uno de sus pétalos.

Uno de los propietarios del “Espacio Argumosa”: Un hombre de 73 años, jubilado, después de trabajar media vida como peón y vivir décadas junto a esa flor. Padre de otro padre, en paro, con un hijo de 11 años a su cargo. Su historia es uno de esos pétalos. Arrancarles a ellos sería mutilarla, no entenderla, traicionarla. Cuando me acerqué no los vi. Quizás porque no los quise ver. Quizás porque era Yo quien solo veía un sombrero. Lo siento.

Me diréis que las flores no tienen dueño. Yo también lo creo. Pero el cortador de césped se acerca y el sonido metálico de sus cuchillas hace temblar a cada uno de esos pétalos que forman parte de ella. Educado en invernaderos camina pegado a sus bombonas de oxígeno recortando el aire que respiras, apropiándose de él, como si le perteneciera. Después de pasarse la vida  haciendo sumas y restas, cuentas y más cuentas,  olvidó el  valor de las cosas.

Como “persona seria” no se detiene para oler una flor, para ver cómo crece, para conocer su historia. Y las “personas serias” de tanto enfadarse hay veces que se ponen coloradas. La verdad es que siempre lo están  y han olvidado el motivo. Quizás sea solo cuestión del “color con que lo mires”. O quizás no debamos olvidar jamás mirar desde todos los colores o, de lo contrario, viviremos en un asfixiante blanco y negro, el color del uniforme del “cortador de césped”.

Tan acostumbrados a las tijeras de podar olvidamos que cada vez hay menos flores. Cortando las que había, porque creíamos, había de sobra, nos encontramos fabricando flores de plástico. Imitaciones que vendemos en improvisados mercados, en inauguraciones de foto y sonrisa impostada. Pero las flores de plástico son artificiales por fuera y están muertas por dentro. No respiran. Por eso nos asfixiamos cada vez más mientras ellos, las “personas mayores y serias“, con sus bombonas de oxígeno nos cobran por respirar. Y cuanto más nos cobran, más colorados se ponen. Quizás por falta de oxígeno, no sé. Los mismos que cortan las flores, nos cobran por respirar.

Quizás seamos “corderos”. Quizás de tanto idealizarla olvidamos que una flor es también cada una de las partes que la forman. Que luchar por ella es no olvidarlo nunca: A ese hombre de 73 años, jubilado, después de trabajar media vida como peón y vivir décadas junto a esa Flor. Padre de otro padre, en paro, con un hijo de 11 años a su cargo. Su historia es una de esas partes. Cuando me acerqué a la Flor, no los vi. Quizás porque no los quise ver. Quizás porque era Yo quien solo veía un sombrero. Lo siento.

“Si cortas una flor, la Primavera no se detiene” pero si olvidas lo que es una flor, la Primavera será artificial. Y el cortador de césped habrá ganado.

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