El último amante de Lorca descansa en Ciriego
Rafael Rodríguez Rapún, una de las últimas parejas de Federico García Lorca yace en el cementerio santanderino de Ciriego, después de haber sido herido (un año después de la muerte del poeta) por bombas italianas arrojadas sobre el cielo de Bárcena de Pie de Concha en plena contienda civil.
Es una historia que podremos revivir esta semana en el Palacio de Festivales, con la representación de la obra de teatro ‘La piedra oscura’, del director Alberto Conejero e interpretada por Daniel Grau y Nacho Sánchez, el viernes y sábado.
No es ningún secreto: el hecho está documentado por historiadores expertos en la figura de Lorca, como Ian Gibson, confirmado en su momento en un reportaje publicado en 1957 por Cipriano Rivas (importante director de teatro, y que estuvo preso en El Dueso), y mencionado expresamente por María Teresa León, poeta y activista destacada de la época, esposa de Rafael Alberti.
Pero tampoco es algo que sea muy conocido por los santanderinos. No está en un nicho anónimo, no está en una fosa común, pero todo es oscuro, como aquello que tiene que ver con los últimos años de Lorca, triplemente marcado por su condición de intelectual, comprometido y homosexual.
Oscuro como los Sonetos del Amor Oscuro, que se creen dedicados a Rapún, como La piedra oscura, el título de la obra de teatro de Alberto Conejero publicada por Ediciones Antígona que se inspira en esta figura y que cuenta con el propio Ian Gibson como prologuista (y que será representada en el Palacio de Festivales el 4 y 5 de marzo).
Rapún fue secretario de La Barraca, el grupo de teatro universitario popular fundado por Lorca, y que tuvo mucha relación con Santander, con representaciones en la Universidad Internacional de Verano (el nombre con el que se conocía a los cursos de La Magdalena cuando empezaron, en la República, antes de que pasara a denominarse UIMP), Santander, la ciudad desde la que embarcó Margarita Xirgú, la actriz fetiche de Lorca, rumbo a América.
La obra de teatro se toma alguna licencia y narra el fallecimiento del protagonista, Rafael, en un pelotón de fusilamiento en un hospital militar donde se oye el rugido del mar.
Es una dura conversación entre preso y carcelero, dura porque están en bandos distintos, dura por lo violenta que sonaba en aquella época una mínima alusión a una relación entre hombres.
En esta relación se habló del fuerte magnetismo personal que Lorca ejerció sobre Rapún, quien era heterosexual y que tuvo parejas femeninas, un asunto del que consta que hizo sufrir al autor de La casa de Bernarda Alba. El magnetismo debió ser mutuo: otro de los asuntos de los que se habla en las biografías es que Lorca no huyó de España porque le quiso esperar.
La obra de Alberto Conejero, que empezó a escribir teatro inspirado en Lorca, también es dura y oscura porque se habla de la obra perdida de Lorca, de la que Rapún pudo ser custodio. Y por un dramático alegato final sobre la oscuridad de la guerra y el manto de silencio tejido años después. De fondo la intolerancia, en todos los sentidos, y un olvido que no se logró con el paso de los años, porque ahora al menos hay temas de los que ya se habla.
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