Mujer(es) día a día

Tiempo de lectura: 5 min

Suena el despertador. Alargas la mano tanteando el vacío de otra madrugada inesperada, de otra noche demasiado corta.

Primero el abuelo se despertó gritando sin saber dónde estaba: “Crónica del Alzheimer” en la contraportada de la medianoche.

–Tranquilo papá, ya pasó, le dices mientras te abrazas a él con fuerza y dejas caer tus lágrimas por su espalda.

-¿Por qué lloras querida? Eres demasiado sentida, vida mía. ¿Otra vez has discutido con “la niña”? Siempre lo he dicho; es igual que tú, chocáis tanto precisamente por eso.

-Ya, ya, papá, deja que te acueste y tápate bien que estas noches de invierno son muy traicioneras y este año parece que la gripe está pegando más fuerte de lo normal. Pero “amá” ¿no te echas a la cama conmigo?  La penúltima lágrima se descuelga de tu mejilla para buscar la misma respuesta de cada noche

.-Papá, la “amá” murió hace  ya seis años ¿No te acuerdas?  Pero él ya duerme, de nuevo, encogido en un ovillo, abrazado a su foto, como cada noche. Te prometí que no te olvidaría nunca. Te lo prometí…le escuchas musitar entre sueños. Mientras duerme, le cambias el pañal de nuevo. -Que descanses papá, ojalá todo fuera diferente.

Cada día es nuestro

Cada día es nuestro

Suena el despertador y hace nada que le cambiaste el pañal. El tic, tac onomatopeya de un tiempo ausente, de un tiempo que no llega, de un tiempo que pasó. Y el tic, tac golpeándote  las sienes. Su incesante martilleo se abre paso entre uno párpados incapaces de ver más allá del último desvelo.

Una noche hecha a golpe de sollozos y apiretal. De sudores y fiebre, de salir corriendo a urgencias y esperar, en bata, a que os atendiera el médico de turno. Es “La nana del duermevela”.

Ella se aferra a tu pezón con la fuerza de una superviviente. Una ansiedad que solo se ve mitigada cuando recorres de caricias su frente y sus mejillas. Una ansiedad que solo tu voz parece calmar: Duérmete, mi niña, duérmete, mi amor, duérmete, pedazo de mi corazón. Esta niña linda que nació de día quiere que la lleven a la dulcería. Este niño lindo que nació de noche quiere que lo lleven a pasear en coche.

La mejor manera de saber si tiene fiebre es dándole un beso en la frente, te decía tu madre. Y su frente está ardiendo y no aparece ningún médico.

Son las tres de la mañana y sigues en urgencias. En bata y zapatillas. Tu pelo recogido en una coleta. Y su frente está ardiendo. La ofreces el pezón, más como consuelo  que como respuesta a su hambre. Te ha dejado seca. Y su frente sigue ardiendo.

Nadie está picando cebolla y, sin embargo, lloras. Nadie está picando cebolla y cantas su nana: En la cuna del hambre mi niño estaba. Con sangre de cebolla se amamantaba. Pero tu sangre, escarchada de azúcar, cebolla y hambre.  Ya no arde su frente. Ahora está fría, helada.

Suena el despertador. La verdad es que nunca ha dejado de sonar. Lleva sonando cada noche que has pasado sin dormir. Suena el despertador y tú llevas horas levantada.

Has puesto y tendido dos lavadoras. Has puesto a cocer los garbanzos que dejaste anoche a remojo. Has planchado la ropa y preparado el desayuno. Suena el despertador pero tú ya llevas horas levantada, trabajando. Has dejado preparado el pedido de la compra, calculado y hecho balance de los gastos e ingresos que quedan hasta fin de mes, separado el dinero para pagar el comedor de los niños, “la particular”,  extraescolares. Al palparte el pecho notas que ese bulto sigue ahí, pero no tienes tiempo para prestarle atención. Suena el despertador. Otra vez.

Recoges la cocina, friegas los cacharros, y te “arreglas” para afrontar una nueva jornada laboral. Pero si no le ponemos remedio, esto no lo arregla ni dios.

-Tienes mala cara, te dice un jefe con la camisa manchada de salsa de tomate. A ver si te “arreglas” un poco. Sabes lo importante que es “la imagen” para nuestra empresa. “Somos lo que parecemos” es nuestro slogan. Recuérdalo. Se dice que puede haber reestructuración de plantilla, así que quien se descuide puede acabar de “patitas en la calle”. Te quedas callada, aprietas los dientes y decides dejar para otro día, o para nunca, la noticia de  tu embarazo. Tic, tac…

Suena el despertador y no te dejan dormir. Quizás porque, si duermes, acabes soñando. No importa; has aprendido a soñar despierta. A golpe de realidad.

Suena el despertador. Es ocho de marzo. Feliz día de la mujer trabajadora escuchas a una voz constipada decir al otro lado de la radio. Y una media mueca de irónico desencanto se dibuja en tu rostro. Es ocho de marzo, el abuelo sigue despertándose por las noches gritando al Olvido su “crónica del Alzheimer”. Es ocho de marzo y el bebé sigue llorando la “nana del duermevela” entre capas de cebolla. Es ocho de marzo y el jefe espera. Es ocho de marzo y suena el despertador. Pero tú llevas  toda la vida en pie, luchando;  con la Vida a cuestas. Tic, tac…

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8 Comentarios

  • mar i bel
    7 de marzo de 2016

    no veo una firma en este texto … a quien seas… agradecida, acompañando a mi madre que se va, este retrato NOS ES

    • Alex
      7 de marzo de 2016

      El artículo lo firma José Elizondo.

  • Alondra
    8 de marzo de 2016

    Que sería de este mundo sin las mujeres que sin hacer ruido cuidan permanentemente de que todo vaya perfecto o al menos lo mejor posible en la vida de sus seres queridos.
    Precioso artículo Sr. ELIZONDO. Me siento muy reflejada e él. Cuidé durante muchos años de mis padres el con la cruel enfermedad de parkinson (de la que poco o nada se habla) y ella con demencia senil. Sin ayuda institucional de ningún tipo. Es muy duro y al final el cuidador queda muy tocado durante mucho tiempo.

  • azu
    10 de marzo de 2016

    Enhorabuena!!! Un artículo geníal.
    Azu.

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