Durante estos días, diferentes corporaciones municipales cántabras han mostrado su solidaridad con la madre coraje saharaui, Takbar Haddi, que se encuentra en la región denunciando el asesinato de su hijo, del cuál acusa al Gobierno marroquí.

La Corporación de Torrelavega está estudiando tramitar en los próximos día una moción de apoyo a la causa de Takbar Haddi, que un año después de la muerte de su hijo, Mohamed Lamin Haidala, aún no ha podido recuperar el cadáver, al que quiere realizar una autopsia independiente en España para determinar si sufrió torturas y si su muerte pudo evitarse con un tratamiento médico adecuado, el cual le negaron.

Takbar Haddi con las fotografías de su hijo, Mohamed Lamin Haidala.

El alcalde de la capital del Besaya, José Manuel Cruz Viadero, ha recibido a Takbar Haddi junto a varios representantes del equipo de gobierno y los grupos Torrelavega Sí, ACPT y Torrelavega Puede, así como de la Asociación Alouda Cantabria.

Haddi también se ha reunido con la concejala de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Astillero, Pilar Briz y con la concejala de Desarrollo Local, Belén Benito. Tras el encuentro, durante el cual la activista les ha relatado los crímenes que el gobierno marroquí está llevando a cabo contra su pueblo, el Ayuntamiento ha emitido una nota de prensa apoyando su causa.

Takbar Haddi lleva más de un año recorriendo los ayuntamientos españoles buscando recabar los apoyos y firmas necesarios para poder solicitar, más adelante, una intervención del Congreso de los Diputados para así poder denunciar los crímenes que se están produciendo en el Sáhara Occidental.

LA HISTORIA DEL ASESINATO DE MOHAMED LAMIN HAIDALA

La lucha de Takbar Haddi comenzó el 8 de febrero de 2015. Ese día murió su hijo, Mohamed Lamin Haidala, un joven saharaui de 20 años que 8 días antes había recibido una paliza por parte de unos colones marroquíes, uno de los cuales le clavó unas tijeras en el cuello.

El altercado se produjo en la ciudad de El Aaiun, considerada capital del Sáhara Occidental. Ese día, estos hombres, que siguen viviendo y trabajando impunemente en el barrio en el que le mataron a pocos metros de la familia de Mohamed, se metieron con el joven por su condición de saharaui.

No era la primera vez, y tampoco el primer problema en el que el joven se metía por su condición, que en los territorios ocupados por Marruecos les convierte en menos que ciudadanos de segunda. Antes de eso, Haidala había iniciado una carrera en el activismo pro saharaui y la policía marroquí le había incapacitado permanentemente de un brazo en un ataque. Su primera paliza se la llevó con 12 años.

Takbar Haddi está recogiendo firmas y apoyos para poder llevar la violaciones a los derechos humanos de Marruecos al pueblo saharaui.

Según denuncia su madre, tras ser atacado, su hijo fue «secuestrado, torturado y asesinado». La policía le llevó al hospital, donde apenas le cerraron la herida sin desinfectar ni hacerle pruebas, tras lo cual le tuvieron deambulando por diferentes calabozos mientras que a sus agresores los dejaron en libertad tras declarar.

La falta de un tratamiento adecuado y la connivencia entre el médico que le atendió, la policía y los propios colonos que le agredieron provocaron su muerte. Tras certificarla, el Gobierno marroquí se negó a entregar su cuerpo a la familia porque se negaron a firmar un papel en el que rechazaban solicitar cualquier investigación posterior.

Un año y cuatro meses después, Takbar Haddi no sabe dónde está el cuerpo de su hijo, el cuál quiere desenterrar para poder realizar una autopsia independiente en España. Lleva más de un año en lucha, pasando por Canarias, Ginebra y Bruselas, donde un grupo de eurodiputados le invitaron para denunciar su caso. Incluso ha estado en huelga de hambre ante la Embajada de Marruecos, pero nada de eso ha servido para que este país ni ningún otro se pronuncien sobre su caso hasta la fecha.

Escucha la entrevista a Takbar Haddi en BUENAS TARDES CANTABRIA, con todos los detalles sobre la historia del asesinato de su hijo. Una historia que no es un caso aislado sino, como denuncia Haddi, práctica habitual entre los jóvenes saharauis.