Alguien voló el nido del cuco

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Porque cada voto "cuenta"

La burbuja democrática

Canta Loquillo  “cuando fuimos los mejores” un himno a la nostalgia de otra generación que creyó tener el futuro en sus manos y se le escapó entre los dedos, como el humo de un cigarro, como una caricia mal amarrada, como los años, como el tiempo.

Porque en cada generación depositamos las esperanzas de lo que quisimos ser y perdimos, en algún lugar del camino, en alguna sobredosis de realidad, en alguna sombra recortada de Peter Pan.

Porque cada generación se convierte en otra oportunidad perdida recordando lo que creímos que fuimos y obviando quizás lo que somos realmente.

Porque cuando fuimos los mejores  teníamos curro, contrato indefinido y préstamo asegurado. Porque cuando fuimos los mejores las tiendas no se cerraban y la tarjeta de crédito se convertía en el pasaporte hacia el paraíso del “todo es posible”. Los carros de la compra se paseaban repletos por los pasillos del supermercado con cremas antiarrugas y lociones reductoras, con compre dos y pague tres, no hace falta que se fije demasiado en el precio.

Porque cuando fuimos los mejores el trabajo llamaba a la puerta con rostro de vendedor de seguros, de certezas, de no dejes para mañana lo que puedes gastar hoy.  Y  así, de la mano invisible de traficantes de humo caminamos por el precipicio de los sueños al contado. Porque como recuerda “El Loco”: Cuando fuimos los mejores el dinero se gastaba, se podía comprar todo, incluso vuestras (nuestras) almas.

Entrábamos al banco con la alfombra roja del para siempre, hasta que la muerte nos separe, sin darnos cuenta que eran algo más que palabras y que pronto se convertirían en la crónica de un suicidio anunciado. Hablábamos a través de bocas y lenguas con forma de cajas registradoras al servicio del Yo, sin ver el reverso de una moneda donde pronto no valdríamos Nada, ni siquiera la dación en pago de una vida hipotecada al sinsentido de cobradores del frack, con el imperio de la ley de su parte.

Porque cuando fuimos los mejores nos convencieron de que valíamos tanto como nos pagaban, tanto como el crédito a interés variable, y con cláusula suelo, que el banco nos ofrecía haciéndonos creer que para ellos éramos lo más importante, que nuestras vidas cabían en un “firme aquí, aquí y aquí;  No se preocupe que todo va ir bien, confíe en nosotros que de esto algo sabemos”.

 

Cuando fuimos los mejores

Cuando fuimos ¿los mejores?

 

El amor se cobraba en días de San Valentín envueltos en papel cuché con lazos hechos de papel moneda. Todo lo que habías visto desde niño estaba al alcance de tus manos; podías irte de viaje de novios a Punta Cana como hacían esos famosos de portada de revista y  programas del corazón.

Porque cuando fuimos los mejores el éxito se medía en quien la tenía más larga. Si no te gustaba tu cuerpo siempre  lo podías cambiar a gusto del consumidor. Y, sin darte cuenta, te ibas convirtiendo en esa muñequita, con la que jugabas de niña, para acabar siendo otro juguete roto. Y, sin darte cuenta, te ibas convirtiendo en ese soldadito, con el que jugabas de niño, para acabar siendo otro número más. Y es que, cuando fuimos los mejores,  ni siquiera sabíamos quiénes éramos.

Todo era normal, tan normal como arrebatarle el nido a un cuco y construir en su lugar doscientas catorce viviendas ilegales. Poco importaba que el nido formara parte de un área protegida. Poco importaba que se construyera en la ladera de un monte primando los intereses especuladores sobre el bien común, sobre los informes de impacto medioambiental, sobre las movilizaciones de colectivos que llevan años luchando contra un modelo económico que hace saltar por los aires ecosistemas, hábitat, y modos de vida difícilmente conciliables con la dictadura del cemento, construyendo un ARCA antes de que sea demasiado tarde.

 

¿El "milagro" económico?. El derribo de la urbanización del Alto del Cuco costará 1.1 millones de euros y la recuperación paisajística 2.6 millones de euros.

¿El «milagro» económico?. El derribo de la urbanización del Alto del Cuco costará 1.1 millones de euros y la recuperación paisajística 2.6 millones de euros.

 

Como éramos los mejores nos creíamos impunes a norma, regla o valor alguno que cuestionara los logros de un progreso amparado en  datos de empleo, EURIBOR, crecimiento económico. En definitiva, un sistema y un modo de vida que nos sacudía tantos complejos acumulados en el espejo de “Bienvenido Mr. Marshall”. Que nos ofrecía barra libre como si no existiera el mañana. Porque cuando fuimos los mejores los bares no se cerraban y todos los tratos se firmaban diciendo: apúntalo en la cuenta que otros lo pagarán -muy caro-.

Y es que, cuando fuimos los mejores, vivíamos en burbujas de cal y tierra, de polvo de hadas mezclado con el polvo rojo del ladrillo, de hormigonera y comisiones ilegales, de nepotismo  y milagro económico, de traje, corbata y atraco a mano armada. De realidad (di)simulada. Y los fabricantes de pompas se frotaban las manos, escondidos tras la sonrisa del sepulturero, explotando burbujas mientras se forraban a costa de unos sueños hechos de spots publicitarios y consumismo sin hambre.

Porque cuando fuimos los mejores quizás no pudimos, no supimos, elegir lo que queríamos ser y, atrapados en sus burbujas, nos creíamos libres. Atrapados en sus burbujas no todos veíamos como “volaban el nido del cuco”.  Y a quien lo denunciaba le llamábamos “loco”.

Malditos vendedores de pompas…fúnebres…

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2 Comentarios

  • Billy
    9 de agosto de 2016

    Lo alguien vólo sobre el nido del cuco. me resulta muy ingenioso

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